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Copa América
Columna
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Cuadrado y la templanza

El extravagante aspecto del medio de Colombia pasó a segundo plano cuando recibió una pelota

Cuadrado, durante el partido inaugural ante Estados Unidos.
Cuadrado, durante el partido inaugural ante Estados Unidos. MARK RALSTON (AFP)

Con su apellido no podía iniciar su carrera jugando en otra posición: comenzó como 4 en la primera división de Independiente Medellín aunque en Necoclí (Antioquia), donde nació, y en sus clubes formativos lo veían como un 10, o un wing de esos a la antigua, capaz de dejar enterrado a un defensa con su gambeta. Le dieron esa oportunidad de ocupar el lateral derecho en el 2008 y no la iba a desaprovechar. Su número no era el 11, como en la actualidad: jugaba con el 20. Tampoco lucía aún su peinado estilo Cyrile Makanaky -aquel recio volante de la inolvidable Camerún del Mundial de Italia 90- aunque sí andaba en la cancha con un incipiente afro que lo diferenciaba del resto de sus compañeros y rivales, todos rapados como muñecos de lego que confunden al relator.

Juan Guillermo Cuadrado Bello aprendió desde niño que en la vida había que ser diferente pero no a partir del look; más bien a partir de la templanza propia. Su extravagante facha pasó a segundo plano cuando recibió una pelota en el medio. Ahí dibujó con el balón un engaño que desairó al adversario preparado para cazarlo y con el panorama libre apuntó con su pierna derecha hacia la portería. Lanzó un obús que recorrió 25 metros antes de colarse dentro del arco rival. En ese instante, en medio del anodino juego de liga colombiana entre Boyacá Chicó y Medellín, los que estaban presentes se dieron cuenta de que Cuadrado, el muchachito nuevo que sonreía siempre que pisaba un campo de fútbol, pintaba para ser un distinto.

Semejante golazo terminó siendo un poco una exhalación de Juan Guillermo. Una catarsis ante todo lo vivido hasta entonces: las dificultades de nacer en una zona violenta, la muerte de su padre Guillermo durante un enfrentamiento a bala entre buenos y malos en donde él quedó en el medio, los sacrificios familiares para que él pudiera seguir jugando -sus abuelos lo cuidaban mientras que su madre se trasladó a otro pueblo para trabajar-... El gol y el buen inicio hacía que todo el sendero recorrido hubiera valido la pena.

Las dificultades seguirían, ya no en las dimensiones de las vividas en su niñez, pero algunas lo suficientemente duras como para minar un carácter que no estuviera templado. Cuando se produjo su primera convocatoria a la selección de mayores, por ejemplo: con menos de 20 partidos en la división A el entrenador de la absoluta, Eduardo Lara, incluyó a Cuadrado entre los 23 citados para disputar los encuentros de eliminatorias hacia Sudáfrica 2010 frente a Argentina en Buenos Aires y Perú en Barranquilla. Hubo ruido y sospechas ya que se especulaba, sin pruebas contundentes, que algunos jugadores eran llamados al equipo nacional para ser vendidos al exterior y no por sus virtudes. Y el nombre de Juan Guillermo quedó en medio de esa balacera dialéctica. No jugó ni un minuto de esos encuentros. Poco tiempo después otro entrenador, Hernán Darío Gómez, volvió a llamarlo a la selección mayor para disputar un duelo amistoso frente a Venezuela. Cuadrado, que ya había emigrado al Udinese, de nuevo recibió algunos cuestionamientos. Los calló todos haciéndole un gol a los venezolanos.

Solo alguna vez Cuadrado pareció claudicar: en el Chelsea el talentoso extremo por derecha - ya no el 4 de sus inicios- estaba encerrado en una jaula de oro. En el frío banquillo se le perdió la valorada libertad que en su momento le dieron y que lo encumbró como figura indiscutible de Lecce y Fiorentina. Las pocas veces que ingresó en Stamford Bridge era otro jugador: nervioso, con el regate oxidado y los centros pasados de revoluciones. Incluso en la celebración del título de Chelsea, su sonrisa se ubicaba más cercana al postizo “Whisky” con el que los comensales ríen antes de la foto, que al de un futbolista que se sintiera determinante para la obtención de un campeonato. Por eso regresar a Italia y a un grande como la Juventus fue volver a vivir. Y también fue no dejarse doblegar.

Cuadrado, una de las figuras de Colombia en el triunfo 2-0 ante Estados Unidos, sabe lo que significa saltar obstáculos. Paraguay será el próximo.

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