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Brasil se da un paseo ante Haití

Haití encaja una goleada pero consigue un gol que le cura las heridas

Los partidos que nacen desde la desigualdad se dice que pueden esconder algunas trampas para mantener una cierta incertidumbre. Que si cosas más raras se han visto, que si algunos futbolistas se empeñan en el lucimiento personal, que si el gol se hace de rogar, el equipo menor ve cómo crece su autoestima... Brasil tardó diez minutos en destruir todas las trampas, los que necesitó Coutinho para iniciar su repertorio de goles, quiebros, pases interiores, carreras supersónicas y disparos como balas. En media hora, el delantero del Liverpool había conseguido dos goles y minado definitivamente la moral de Haití, que asumió su papel testimonial en el partido, con las ganas puestas en hacer el gol del honor que sin duda hubiera pasado a la historia.

Brasil no enamora y Dunga no parece el mejor Cupido. Haití tampoco era un rival para medir la potencialidad de la Canarinha, que apenas hizo 45 minutos de algún mérito frente a Ecuador en su estreno en la Copa América. Coutinho es el futbolista más parecido al clásico futbolista brasileño. El resto son jugadores más tácticos que ante Haití brillaban como estrellas en el pequeño firmamento haitiano. Casemiro es el faro que le da el equilibrio y el pase largo mientras Renato Augusto ejerce de centrocampista llegador. Tan llegador que hizo el tercer gol con un remate de cabeza a placer tras un error en el saque con la mano del portero Placide. Augusto había llegado hasta el área pequeña en la jugada anterior. Antes de que iniciara el regreso a sus dominios, el portero erró en el saque y Alves le puso el balón en la cabeza a su compañero para que solo tuviera que girar el cuello. Tan llegador y tan olvidado por los rivales que acabó haciendo el sexto de Brasil, cuando Haití ya estaba sin aliento.

Haití, que defendía mal y con constantes errores individuales, decidió hacer once guerras por su cuenta: cada jugador la suya, con la obsesión de pasar a la historia de su país como el futbolista que hizo un gol a Brasil en la Copa del Centenario. Así iban perdiendo las poquísimas ocasiones de conseguirlo: nadie quería ceder la posible gloria. Hasta que Nazon -su mejor futbolista- hizo el pase de la muerte. Alison repelió y Marcelin marcó a puerta vacía. El gol llegó por la vía del compañerismo, no por la del egoísmo. Ya dolían menos los otros dos goles encajados, por obra de los dos incorporados durante la segunda mitad: Barbosa y Lucas Lima, que ocuparon los puestos de Jonas y Casemiro.

No hubo milagro, porque las cosas raras que pasan en el fútbol suceden muy pocas veces y porque la distancia entre Brasil y Haití es sideral. Sin embargo, sus deseos se encontraron. Brasil necesitaba un partido así para ser feliz, ahogar críticas y debates, dar oportunidades a lo meritorios e incluso hacer debutar a Walace. Y Haití necesitaba un gol para que fuera eso y no la derrota lo que pasase a la historia. Todos contentos. Más aún Coutinho, que hizo el séptimo para vivir su gran día.

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