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Copa América Centenario
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Colombia, el día que ya pasó

La mirada debe plasmarse en el futuro de un equipo capaz de instantes de absoluta brillantez

James, al finalizar el partido entre Colombia y Chile.
James, al finalizar el partido entre Colombia y Chile.EFE

Las tormentas se pueden predecir. Al menos eso demostró el eficiente servicio meteorológico de Chicago. Ya con el partido más largo disputado en esta Copa América Centenario agonizando, las tormentas de la selección de Colombia también tenían fácil predicción. La sangre nacional, siempre en permanente estado de ebullición, no se enfrió a pesar de la borrasca, el diluvio y el chubasco caído sobre las cabezas de los hinchas y periodistas que con paraguas y pararrayos en la mano presenciaron la mediocre performance del equipo de Pékerman contra Chile.

Y volvió el discurso trasnochado de cierto sector de la prensa sobre haber hecho esto o lo otro; sobre lo que es y lo que debería ser; sobre la facilidad de apuntalar juicios sumarios con el periódico del lunes; sobre elucubrar por qué no jugó mengano y sí zutano. O por qué fulano no estuvo, como si esas fórmulas de alquimistas fueran el tónico y la pócima capaz de haberle dado la vuelta a un partido plagado de nubarrones y de truenos, futbolísticamente hablando. También, como no podía ser de otra manera, se invocó el alma de los ausentes, como si en ellos hubiera estado una solución segura. Es un mal común. Cada vez que la derrota llega, siempre se extrañará a los que no hicieron parte de ella.

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Por eso más que gastar materia gris en lo que pudo ser y no terminó siendo, la mirada debe plasmarse en aquello que se viene en el camino de este equipo, todavía inconexo por momentos pero capaz de tener instantes de absoluta brillantez como aquel primer tiempo arrasador frente a los paraguayos.

Hay varias certezas: una, que parte de los grandes dolores de cabeza pensando en Rusia 2018 —que debe ser la verdadera meta, el verdadero objeto de deseo de Pékerman y 40 millones más— están cimentadas ya casi que como un problema secular, en el sector izquierdo de la defensa. Los ensayos no han sido pocos (Pablo Armero, Farid Díaz, Frank Fabra, Darwin Andrade…) y los errores han sido crasos. Ese es el primer sitio en el que se debe trabajar, seguramente con esos mismos nombres porque en la alacena no hay muchos más ingredientes.

También es una verdad que el ensamblaje de la dupla de centrales Murillo-Zapata da seguridad junto con David Ospina a los gelatinosos predios colindantes en los costados. Y cuando Óscar Murillo se recupere de la lesión que lo dejó fuera, hasta podría ensayarse una línea de tres —Oscar la supo jugar en Nacional, asimismo Zapata en Udinese— y tal vez, por qué no, convertir esa falencia por los costados en una fortaleza a partir de un cambio de esquema, lo que requeriría de trabajo extra para ensamblar las piezas. Pero no deja de ser una opción.

Se confirmó otra dupla de trabajo que se entiende bien en la cancha: la de Daniel Torres, volante que juega en el fútbol local pero que cuenta con personalidad suficiente como para dar gritos a sus compañeros más refinados y que juegan en clubes de gran postín, y Carlos Sánchez, expulsado frente a los chilenos, pero que le dio criterio y quite a un mediocampo algo revoltoso y sin tantos cargos de conciencia por obviar la labor de marca en los primeros encuentros. Falta que se vuelva a encontrar consigo mismo Sebastián Pérez —cosa que ocurrirá en cualquier momento— y así el medio quedará más que asegurado. Y esperar a que las individualidades brillen más: que Cuadrado vuelva a ser el de la Fiorentina y James, el de la primera campaña con el Real Madrid, ya que no basta que el genio simplemente salga de la lámpara cuando se le requiere; también la idea de contar con un genio al lado es que en lo posible trate de cumplir los deseos.

Duele no alcanzar la final del torneo. Duele saber que la historia se repitió porque los chilenos llevaron a cabo el mismo plan en 1987 y quitaron del camino hacia el partido definitivo de la Copa a los que entonces dirigía Francisco Maturana. Pero la memoria a veces juega malas pasadas: el torneo iba a servir para explorar nuevas fórmulas y, de paso, ir avanzando fases. A ese ritmo sosegado se alcanzaron las semifinales.

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