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Dimitrov, el príncipe desvalido

Comparado en su día con Federer y atractivo mediáticamente, el búlgaro se ha perdido en el pelotón intermedio de tenistas por su mente quebradiza. "He perdido mucha confianza en mí mismo", dice

Alejandro Ciriza
Dimitrov golpea de revés durante un partido.
Dimitrov golpea de revés durante un partido.Julian Finney (Getty)

Le designaron príncipe, así que iba para rey, pero al final no solo nunca ha llegado a reinar, sino que además ha ido perdiendo poco a poco su sitio en el palacio. La de Grigor Dimitrov (Haskovo, Bulgaria; 25 años) es una de las paradojas más llamativas del tenis en el último lustro. El búlgaro, se decía, lo tenía absolutamente para triunfar y competir en las cotas más altas del circuito: técnica, compostura, ambición. Todo. Sin embargo, con el paso de los años su impacto ha ido evaporándose hasta quedarse reducido a un jugador que prácticamente pasa desapercibido en los cuadros y que apuntó mucho, muchísimo, pero que nunca llegó arriba. El príncipe, futuro rey, decían, se quedó entre el pueblo llano.

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Hoy día, Dimitrov ocupa el 37º peldaño del ranking mundial (en agosto de 2014 alcanzó el número ocho). Los cuatro títulos individuales que figuran en su expediente corresponden al periodo de su despegue –Estocolmo 2013, y Acapulco, Bucarest y Queen’s 2014– y sus dos últimas temporadas se traducen en un solar, sin trofeo ni alegría alguna. El hombre que reunía todos los componentes para asaltar el top-3 de la ATP deambula ahora sin pena ni gloria, en una peligrosa indefinición. Si cae, su rutina actual, no es ninguna sorpresa. Los tropezones se han normalizado. Mala señal. También este curso, en el que más allá de jugar las finales menores de Sydney y Estambul –rompió tres raquetas en ese partido–, tampoco ha ofrecido señales de que pueda remontar el vuelo a corto plazo.

Se despidió en la tercera ronda de la pista dura de Australia, a priori terreno favorable para su juego. Y después, hace tres semanas, su salida de Roland Garros aún fue más rápida, en la primera, por tercer año consecutivo en París. Su mensaje fue demoledor. “He perdido mucha confianza en mí mismo, estoy inseguro”, admitió. El presente es un mar de dudas para el búlgaro, un talento descomunal, pero muy quebradizo. Ya nadie habla de Baby Federer, sobrenombre que le acompañaba por su similitud gestual con la raqueta. Su revés, probablemente el más delicioso junto al del suizo, a los Richard Gasquet y Stan Wawrinka, sigue intacto, pero su juego pierde toda eficacia por la desconfianza.

Un filón venido a menos

Hubo un periodo en el que los patrocinadores se frotaban las manos. Una nueva joya adornaba el circuito. Apariencia, elegancia, tirón entre el público; todos los atributos. Pero el tiempo ha difuminado el encanto. Si su nombre aún sonaba en la escena pública era por su relación con Maria Sharapova, que comenzó en Madrid (2013) y concluyó el año pasado. Desde entonces, dentro y fuera de las pistas, off. Muy lejos queda aquella madrugada en la que dejó anonadados a los aficionados de la central Caja Mágica, con una exhibición portentosa frente a Novak Djokovic. Hoy día, sus partidos se programan siempre en escenarios secundarios, pistas que quedan fuera del ojo mediático, y su atractivo deportivo y comercial ha menguado de forma más que considerable.

Ahora, desde un segundo plano, lucha consigo mismo (renuncia a la ayuda psicológica) para volver a levantar la cabeza y corregir su carrera. Mucho deberá girar la trayectoria, pero al menos Wimbledon le trae buenos recuerdos; no obstante, en el All England Tennis Club fue donde capturó el título como júnior (además, otro en el US Open) y donde firmó en 2014 las semifinales, con un triunfo incluido frente a Andy Murray, entonces defensor del cetro. Hoy, alejado de todo ruido (pista 18), se bate en la tercera ronda con Steve Johnson. Y, a pesar de todo, el príncipe no pierde la esperanza, aunque la realidad le conduzca a pensar en objetivos mucho más razonables: “Mi pasión por el tenis sigue ahí”.

RESULTADOS DEL VIERNES 1

Cuadro masculino: Feliciano López, 3-6, 6-7, 6-3, 6-3 y 6-3; Roger Federer, 6-4, 6-2 y 6-2 a Daniel Evans; Jo-Wilfred Tsonga, 6-1, 6-4 y 6-3 a Juan Mónaco; Lucas Pouille, 6-4, 6-3 y 6-3 a Donald Young; Tomas Berdych, 6-4, 6-1 y 6-2 a Benjamin Becker; Juan Martín del Potro, 3-6, 6-3, 7-6 y 6-3 a Stan Wawrinka; Nick Kyrgios, 6-7, 6-1, 2-6, 6-4 y 6-4 a Dustin Brown.

Cuadro femenino: Carla Suárez, doble 6-2 a Marina Erakovic; Serena Williams, 6-7, 6-2 y 6-4 a Christina McHale; Venus Williams, 7-5, 4-6 y 10-8 a Daria Kasatkina; Svetlana Kuznetsova, 6-1, 2-6 y 6-3 a Tara Moore.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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