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Portugal y la diferencia entre jugar bien o bonito

Tantas veces a la puerta del éxito, los lusos abrazan el pragmatismo como la llave para lograr su primer título. "Estamos aquí para llegar a la final y ganar", advierte el seleccionador Fernando Santos

Cristiano Ronaldo sube escaleras durante el entrenamiento de la selección lusa ayer en Marcoussis.
Cristiano Ronaldo sube escaleras durante el entrenamiento de la selección lusa ayer en Marcoussis.F. LEONG (AFP)

Pocos países más futboleros que Portugal, donde el 5% de la población tiene un carné de socio de Benfica, Sporting u Oporto, un entorno que jamás ha disfrutado de un triunfo de su selección y ahora apunta a hacer historia. En ese objetivo surge un debate porque resulta que el fútbol luso apunta a su cima justo cuando no acaba de ser fiel a señas de identidad forjadas durante décadas.

En más de un siglo de trayectoria balompédica pueden distinguirse tres sobresalientes generaciones en el país vecino. La primera asombró en los sesenta, en el Mundial de Inglaterra de hace 50 años con Eusebio como líder, Coluna como arquitecto y José Augusto y Simões de estiletes. Pasaron 18 años hasta que en una Eurocopa y en Francia se mostraron Chalana, Jordão o Sousa, Frasco y Jaime Pacheco, luego armadores en la medular del primer Oporto campeón de Europa. Llegó después el inolvidable grupo conformado por Figo, Rui Costa, Paulo Sousa, Couto o João Pinto, semifinalistas en la Eurocopa del 2000 y el Mundial de 2006, subcampeones continentales en 2004, el punto más cercano al éxito para los lusos, que ya contaban con la agregación de Deco y la de un novel Cristiano Ronaldo.

Todo ese devenir lo une la línea del buen juego, del manejo del balón, de un cierto barroquismo del que apenas queda estela en la actual Eurocopa después de cinco empates en los noventa minutos, de quedar tras Hungría e Islandia en la fase de grupos y dos agónicas eliminatorias ante Croacia y Polonia. Quizás por eso ahora en Portugal, cuando sienten que están en el camino del éxito, se debate desde hace semanas sobre el estilo y si importa más el camino que el destino. Una discusión fútil. "Quem feio ama bonito lhe parece (Quien ama a un feo hermoso le parece)", reza una refrán popular en tierras lusas, una frase hecha que parece a medida para zanjar las discusiones. Y si hay dudas ya las destierran desde el equipo. "No estamos aquí para ser bonitos y feos sino para llegar a la final y ganar", zanja el seleccionador Fernando Santos.

El recuerdo de la final perdida contra Grecia en el 2004

Hay un momento catártico en el fútbol portugués: la derrota en Lisboa hace doce años en la final de la Eurocopa. Ganó Grecia y la memoria guardó el triunfo de un equipo menor que jamás enamoró por su despliegue.

Bastantes voces comparan en Portugal su actual selección con aquel grupo de esforzados helenos, una afirmación que mezcla lo peyorativo con la cábala y la esperanza. “No tenemos nada que ver”, defiende Nani, que sostiene además que ningún equipo ha deslumbrado en este junio francés. “Somos capaces de jugar bien, pero solo se acordarán de nosotros si ganamos”, explica el delantero luso. Grecia es el ejemplo.

“Prefiero estar aquí jugando mal que jugar bien y estar ya en casa. Hubo veces en las que jugamos muy bien y perdimos”, reflexiona en la misma línea de su técnico el centrocampista Danilo Pereira, que se barrunta titular ante Gales debido a la baja de William Carvalho. Y avisa: “Todavía no hemos mostrado nuestro mejor fútbol. Las críticas solo sirven para motivarnos”

Cristiano, el capitán

Portugal es más prosaica que antaño, pero ha logrado minimizar sus limitaciones y la pasión se despierta si el resultado acompaña. Ayer, aprovechando la fiesta dominical, una multitud se congregó ante la puerta del centro de entrenamiento de Marcoussis, la casa de la selección gala de rugby que acoge la concentración de Portugal. Jaleado, Cristiano Ronaldo acabó con un micrófono ante los labios para dirigirse al gentío. “Aún no hemos ganado nada, pero nos sentimos muy orgullosos y agradecidos”, les dijo.

El rol de Cristiano en el equipo también se discute. No su influencia, enorme, sí su participación, que no es tan activa o continuada como en el Real Madrid. “No se puede comparar, pero en todo caso deben evaluarlo otros, a mí solo me interesa lo que hace con la seleccíón y no me canso de decir que es un ejemplo, un auténtico capitán”, zanja Santos, satisfecho además con la versión que ofrece su equipo: “No creo que el fútbol portugués se esté italianizando sino que atravesamos un periodo muy saludable en el que añadimos un cierto pragmatismo al estilo técnico del fútbol de nuestro país. Hay partidos que no se ganan sólo con talento”.

Portugal es técnica, balón al pie, finta y regate. Todo trufado con esa melancolía tan propia. Tantas veces a las puertas del éxito, en los últimos veinte años siempre entre los ocho mejores de la Eurocopa, el vecino se suma a la moda de un año en el que las sensaciones futbolísticas son el Leicester e Islandia. “No jugamos bonito, pero jugamos bien”, zanja su entrenador.

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