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Griezmann está desatado

El 7 de Francia desmonta a la zaga alemana con dos goles y se reafirma como el pichichi del torneo

Jordi Quixano
Griezmann celebra el segundo gol de Francia.
Griezmann celebra el segundo gol de Francia.Alex Livesey (Getty)

Seguramente no se le tendrá en cuenta para el Balón de Oro porque desde hace años hay dos escalones reservados para dos monstruos competitivos, Messi y Cristiano Ronaldo, y tan solo queda una plaza por la que Luis Suárez y Neymar opositan con fiereza. Pero la temporada de Antoine Griezmann es colosal y, desatado como anda, reclama la atención del podio del galardón dorado: subcampeón de la Champions y tercero en la Liga con el Atlético; finalista con Francia de la Eurocopa después de batir a Alemania, a la campeona del mundo. En ambos equipos ha sido el picante, el desequilibrio y la definición. Y eso es lo que explicó de nuevo en Marsella.

Griezmann sabía lo que tenía que hacer, consciente de que en esta ocasión el balón lo tocaría de uvas a peras. En vez del juego de asociación que practicó ante rivales menores como Islandia o Irlanda, decidió ser más individualista, más vertical y hasta más pícaro, porque siempre buscaba la prolongación de Giroud en el juego aéreo. Y a los seis minutos, justo en el momento en que tocó la primera bola del partido, enseñó sus cartas. Fue cuando descontó a un rival con su juego de cintura y arrancada explosiva para después descartar a otros cuatro —dos de ellos, Schweinsteiger y Höwedes, cayeron a la lona— gracias a la doble pared con Matuidi. Al entrar en el área, forzado, le dio con la derecha y aún así descorchó lo mejor de Neuer, que se tiró abajo y a la izquierda para sacar la mano a tiempo cuando en el estadio ya se empezaba a cantar gol. Griezmann, entonces, se tiró las manos a la cabeza. Luego, sonrió. Tendría otras.

El juego de Griezmann entre líneas fue una delicia. Lo reclamó el jugador con su fútbol. No en vano, Deschamps decidió darle la banda derecha en el primer duelo y el banquillo en el segundo, inconforme con sus prestaciones. Pero desde entonces se subrayó por dentro y Deschamps adecuó la pizarra (pasó del 4-3-3 al 4-2-3-1) para sacarle jugo al tiempo que recolocaba con éxito a Pogba de mediocentro, cómodo con Matuidi a su lado porque le corrige las precipitaciones. Lo contrario hizo Löw, que, condicionado por las ausencias, adelantó unos metros a Kroos (estaba haciendo una competición fabulosa de eje) y puso de delantero centro a Müller, un jugador que necesita de apoyos en el frente del ataque para llegar desde atrás antes que ganarse su parcela con la lucha corporal. No funcionó el experimento y Griezmann bien que lo aprovechó. 

Durante el encuentro probó un disparo desde media distancia bien desviado por Boateng y también un latigazo un tanto escorado tras asistencia de Payet, que se estrelló en el lateral de la red. No tenía la mirilla del todo fina pero no desaprovechó la ingenuidad de Schweinsteiger, el capitán experimentado de Alemania, el futbolista a quien esperó Löw hasta última hora para que se recuperara de sus problemas físicos. Resulta que el 7 saltó con el brazo estirado en un saque de esquina que remató Evra y le dio en la mano. Boateng, que lo vio, levantó los brazos para subrayar la inocencia de la acción. Pero no picó el colegiado y sí que lo hizo Neuer, que se lanzó al lado contrario en el penalti. Y volvió a sonreír Griezmann como haría una vez más en ese balón que colgó Pogba y que Lloris repelió como pudo, que finalmente metería con un toque suave con la suela de la bota para bajar el cuero y colárselo por entre las piernas al meta. Los dos goles llevaron su consecuente baile con el gesto surfero y le certifican como el pichichi del torneo con seis dianas aderezadas con dos asistencias. También, claro, valen una final de la Eurocopa.

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