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EUROCOPA 2016
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El arte del consuelo

Después de un año lleno de melancolía, el éxtasis se ha apoderado de toda Francia. ¿Qué nos está pasando?

Pogba saluda a la afición tras la victoria contra Islandia.
Pogba saluda a la afición tras la victoria contra Islandia.Matthias Hangst (Getty Images)

El sabor del aire que se respira hoy en Francia no es el habitual. En un país donde suele reinar la misma desconfianza hacia los futbolistas que hacia los políticos, es llamativo observar la inusual unanimidad que está sembrando la selección nacional a su alrededor. Hasta ahora en el apoyo del público siempre quedaba algo de resignación. Hay que reconocer que el contexto deportivo no nos había ayudado a sentir indulgencia por los nuestros. Cada alineación era un pretexto silencioso para recordarnos las dolorosas ausencias de Benzema, Ben Arfa, Valbuena y los demás marineros caídos de la nave azul. Encima, al día de hoy, no se sabe aún si las improvisaciones sucesivas de Deschamps a la hora de cambiar el rumbo fueron consecuencias o bien causas del caos deportivo en el que vivía nuestro equipo desde septiembre pasado.

Sin embargo es indudable que los vientos han cambiado de dirección. Pocas horas antes de la culminación prevista esta noche se percibe una irrupción espontánea de certeza en cada corazón. No es alegría, sino una especie de pacto honrado con el destino. A cambio de una victoria prometida, una felicidad brutal aliviará, aunque provisionalmente, los síntomas más visibles de nuestra melancolía. Las huelgas de junio, el requisitorio inédito esta semana en contra de los directivos de France Telecom, responsables de decenas de suicidios en su empresa, los atentados de noviembre 2015 en pleno partido de fútbol, los caídos del Bataclan, de Charlie Hebdo, de las terrazas de París, y las múltiples amenazas en contra de la tranquilidad de la población. Todos estos motivos para la amargura parecen esfumarse de golpe a pesar de que aquellas amenazas siguen muy vivas. La tristeza persiste en el interior, pero algo sí ha cambiado en el paisaje. Se fue el miedo.

¿Cómo se llama este extraño fenómeno que nos empuja a pintarnos los labios, a maquillar a los niños, a colgar banderas tricolores en nuestros balcones, a salir a la calle gritando? Nos suena a chauvinismo, a opio, a pan y circo, a un intento infantil y gregario para escapar de una realidad demasiado ruidosa. ¿Pero de verdad es así?

La mejor forma de entender lo que nos acaba de ocurrir a los franceses pasa por alejarnos de los fan zone, cerrar la puerta, ponernos cómodos en el mejor sillón de casa y abrir La crisis de la cultura, de Hannah Arendt. Ahí encontraremos una idea fecunda para meditar y comprender nuestro estado de ánimo: "Panes et circenses se pertenecen el uno al otro, ambos son necesarios para la vida, su conservación y su regeneración; y ambos desaparecen en el proceso". El pan que necesitábamos para aliviarnos del hambre de alegría lo acabamos de encontrar en este circo infinito. A este delicado arte del consuelo también hay que llamarle fútbol.

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