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Contra de Froome, KO de Nairo

El Sky controla una carrera bloqueada, que se limita a un intercambio en el último kilómetro

Carlos Arribas
Froome (en el centro de la imagen) rodeado de ciclistas de Sky y vigilado por los de Movistar.
Froome (en el centro de la imagen) rodeado de ciclistas de Sky y vigilado por los de Movistar.KENZO TRIBOUILLARD (AFP)
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Fue un intercambio mínimo. Unos segundos. Un golpe amagado, casi escondido, como si al que lo propinara, que no era otro que Nairo, le avergonzara su debilidad, casi una caricia, y quisiera retirar la mano y decir, no, no he hecho nada. Demasiado tarde. Como si hubiera estado esperando solo un gesto, ese gesto, Froome, sin compasión, lanza su contra. De dos pedaladas alcanza a Porte, el australiano que ha encendido el fuego, el colega al que tanto conoce. Nairo intenta ir con ellos. Con su último aliento, con las mínimas fuerzas que le han dejado su ataque, lo consigue. Llega a las cuatro ruedas anglosajonas, y cuando llega, una sombra larguísima le adelanta. Es Wouter Poels, el hombre de Froome. Nairo se sienta y suspira mientras las ruedas se alejan. Queda un kilómetro de puerto y de etapa. Nairo está KO. El Tour está acabado. Se ha acabado al borde de una de las maravillas de la ingeniería suiza, un dique a 2.000 metros de altitud a la sombra del padre Mont Blanc imponente, y un embalse donde unos minutos antes ha llegado ganador el rusochipriota Ilnur Zakarin, el Froome tártaro le dicen, pues es tan espárrago y tan desmañado sobre la bici como el inglés, aunque pedalea más aplastado.

"Tengo 26 años, me quedan muchos años por delante para seguir intentándolo", dice Nairo. "Si no pasa nada extraordinario en los tres días que quedan, Froome ha ganado el Tour", dice Valverde, su compañero. Nairo ha perdido el Tour. Valverde, que intentó tensar la carrera para preparar el ataque anunciado de su jefe y murió en el intento como todos los que se movieron salvo Porte, perdió casi dos minutos y las esperanzas de un podio que no buscaba.

Clasificación general del Tour tras la 17ª etapa.
Clasificación general del Tour tras la 17ª etapa.letour.fr

El paisaje aplasta con su peso, tantas montañas refulgentes, el sol y un lago. Como una esfinge, inmóvil el torso, la espalda casi paralela al asfalto, Haimar Zubeldia avanza, escala a su ritmo. Un espectador le pregunta con gestos si quiere que le refresque con la botella de agua que lleva en la mano, y sin apenas mover más que un poco la barbilla para asentir, el ciclista acepta y deja que un chorro fresco le recorra la espalda desde el cuello hasta la rabadilla mientras pedalea sin parar mirando al infinito como un filósofo. ¿De verdad puede un ciclista meditar en el sudor? ¿Puede buscar en cada gesto una respuesta a las dudas del hombre? ¿Encontrarle un sentido a la vida o, por lo menos, al Tour? ¿En qué piensa Haimar cuando asciende solo una montaña, un grupo delante con un ciclista de amarillo a rueda de sus amigos veloces, una cadena de soledades como la suya, eslabones sueltos, detrás? "Solo pienso en llegar", dice Haimar, que ha visto pasar una locomotora.

Clasificación de la 17ª etapa del Tour.
Clasificación de la 17ª etapa del Tour.letour.fr

Ver el Tour del 16 es como ver pasar el tren, ha dicho alguien antes en la sala de prensa, y bosteza y añade, eso solo le gusta a las vacas, que no cierran los ojos cuando oyen el tran tran de los Sky avanzando por la Forclaz, más que una locomotora un funicular que asciende imparable por un puerto escaparate con aires de falso Alpe d'Huez. Los vagones enganchan a la locomotora, llenos de pasajeros que persiguen sus objetivos esperando sin más, pues la potencia de los motores que los arrastran es desmesurada. Pasada la Forclaz llega el tren al pie de la última subida, durísima dice el libro de ruta y reflejan los gráficos de las pendientes. En la sala de prensa, alguien recuerda que la filosofía nació cuando el hombre conquistó tiempo libre para aburrirse, y, aburrido, juega con las palabras y con los posibles titulares de un Tour en el que no pasa nada, en el que el líder va a rueda, en el que la esperanza es solo una palabra.

“¿Atacar a Porte? ¿Para qué?”

El triunfo del Sky es la derrota de Froome, oculto en la maquinaria del equipo, a la que todo el mundo dedica crónicas y fotografías.
A Froome le machacó Laurent Jalabert, ahora comentarista televisivo, diciéndole que el año en el que se le ve peor, incapaz de abrir grandes diferencias en la montaña, es el que más fácilmente va a ganar el Tour. Froome, que es un ingenuo, un pragmático que desconoce el sentido de la palabra francesa panache, audacia gratuita, ataque por el valor del gesto y el riesgo consentido, sin más recompensa que el aplauso a veces, respondió que no necesita atacar ni ganar tiempo. "¿Para qué iba a adelantar a Porte?", dijo. "Con Porte me llevó muy bien, como en los viejos tiempos en que era mi gregario en el Sky, y ya tengo tiempo suficiente. Por detrás solo están pensando en el podio".
También le preguntaron, con malicia, qué pasaría si en vez de en el Sky estuviera en un equipo del montón, como el Fortuneo. Y con ingenuidad también respondió: "Estaría intentando coger las escapadas y soñando con ganar una etapa".

Esto es Esperando a Godot, aventura un ingenioso, y otro le corrige rápido, no, Esperando a Goddet. A Jacques Goddet, el dictador del Tour de la posguerra, y también cronista despiadado y generoso en L'Équipe capaz de insultar a todas las figuras que no le daban espectáculo llamándolos no los "gigantes de la ruta", como acostumbraba, sino los "pigmeos", un día de cabreo de 1956, cuando el desconocido Roger Walkowiak se puso líder tras una fuga descuidada. El Tour organizó la complicadísima y costosísima llegada a Finhaut-Emosson y solo pudo ofrecer a su audiencia paisajes desde un helicóptero de montañas deslumbrantes, y una carrera bloqueada como un insulto por un equipo de presupuesto ilimitado e incontrolado que hace pigmeos de los mejores. Goddet no llega, ni Godot. El tren pasa.

En Finhaut durísimo lanza su ataque el Astana, el equipo con más capacidad de agresión. Aceleran el ritmo Nibali, ganador de las tres grandes, y luego Rosa, el futuro (y futuro corredor del Sky, que acapara todo lo que se mueve). Los dos se apartan cuando no pueden más. Faltan seis kilómetros. Solo queda Aru, el rematador, que se vuelve, y ve a su rueda, serenos y a la espera, a Henao, Nieve y Poels, tres Skys, y a su rueda, Froome, silbando. Aru, ganador de la última vuelta, hunde la cabeza entre los hombros y vuelve a su plaza, a cola avergonzado. Así es el Tour del Sky: los que les atacan simplemente les ayudan a hacer mejor su trabajo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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