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Fútbol con naranjas o cómo convertirse en campeón de marcha atlética

El guatemalteco Erick Barrondo, plata en Londres 2012, iba a entrenar sin comer para pagar el pasaje del bus

Diego Mancera
Erick Barrondo celebra la plata en Londres 2012
Erick Barrondo celebra la plata en Londres 2012EFE

Un año después de ganar la primera medalla para Guatemala en unos Juegos Olímpicos, Erick Barrondo, el mejor marchista en la historia de su país, le propuso matrimonio a su novia. “No me gusta darle tantas vueltas a las cosas, así que un día la invité a cenar y le pedí que nos casáramos. Le di un anillo que yo mismo hice”, recuerda el atleta. Da la casualidad de que su novia, Mirna Ortiz, es la mejor marchista en la historia de Guatemala. Y aunque forman una pareja difícilmente igualable en el mundo del atletismo, nunca lo tuvieron fácil: en ocasiones, cuenta Barrondo, entrenaban sin comer nada para poder completar para los pasajes del bus.

Erick reconoce que no era un buen estudiante. De pequeño le gustaba jugar fútbol con naranjas en Chiyuc, su aldea natal, un punto minúsculo en el departamento de Alta Verapaz. Su padre pertenecía al Ejército de Guatemala y le instó a que hiciera ejercicio. En su adolescencia probó con el atletismo. Luego se mudó a la Ciudad de Guatemala para encontrar trabajo y se apuntó al equipo de atletismo. El entrenador Rigoberto Medina lo acogió y en poco tiempo lo convirtió en un campeón. 

Da la casualidad de que su novia, Mirna Ortiz, es la mejor marchista en la historia de Guatemala

En la marcha atlética se intenta caminar lo más rápido posible, sin perder el contacto con el suelo, bajo riesgo de ser descalificado. En las citas olímpicas, televidentes de todo el mundo ven a deportistas caminando raro, abordados a cada rato por árbitros que les amonestan, tratando de no cometer demasiados errores. Hace cuatro años, en la cita olímpica de Londres, Barrondo salió airoso. Tanto que ganó la medalla de plata. Con 21 años se colaba en el podio junto con los favoritos de China, Ding y Zhen. En una entrevista con el Comité Olímpico guatemalteco comentó: “Me sentiré el hombre más feliz del mundo si el día de mañana un guatemalteco deja una pistola o un cuchillo y se acerca al estadio para ponerse unos tenis y empieza a hacer deporte”.

Antes de competir en Londres, Erick le regaló un televisor a sus padres para que lo siguieran desde Chiyuc. Después, cuando volvió, les construyó una casa. Quizá sea por el contexto en el que vive, pero Barrondo aprovecha cada ocasión para mandar mensajes positivos. En diciembre de 2014 se convirtió en un Santa Claus esbelto, con una notable ausencia de barba y barriga y entregó más de ocho mil tamales en Chiyuc. Su esposa Mirna le acompañó. Cualquiera que los ve se da cuenta de que les queda grande la ropa que usan fuera de las competencias. Son un par de delgados de piel tostada y sonrisa tímida.

De pequeño le gustaba jugar fútbol con naranjas en Chiyuc, su aldea natal

Mirna y Erick se conocieron en los entrenamientos de la selección de Guatemala en 2010. Ella también figura como una promesa en el atletismo de su país, va por su segunda cita olímpica, pero esta ocasión evitará ser descalificada como le sucedió en Londres. Uno de sus referentes es el exmarchista guatemalteco Julio Martínez, quien compitió en tres ciclos olímpicos (1996, 2000 y 2004). En él fincó su esperanza de sobresalir, y así fue.

En el 2014, Mirna se colgó la medalla de oro e impuso un récord regional en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Veracruz (México). “Pude ser una ‘espalda mojada’. En mi familia hay algunos emigrados y la idea de saltar (cruzar) me pasó por la cabeza, pero no. No podía porque me gustaba mucho el deporte y sentía que ahí estaba mi oportunidad”, comentó Mirna en una entrevista con EFE. Ahora sus hijos, Joshua y Rony, la acompañan durante los entrenamientos y le piden en cada competencia que les lleve una medalla.

Mirna y Erick estuvieron en la primera fila en la ceremonia de abanderamiento a la delegación de deportistas guatemaltecos. A Barrondo le tocó dar el discurso. Lo hizo frente a sus colegas y ante el presidente Jimmy Morales. “Tenemos en nuestra frente y manos la posibilidad de cambiar las portadas (de los periódicos) manchadas de sangre”.

“Hablé como un ciudadano más que paga impuestos, lo hice con el corazón”, escribe Barrondo a través de un correo electrónico. Con 25 años considera que los deportistas son los héroes modernos, vestidos de blanco y celeste. Erick, quien detesta los apodos, promete llegar en los primeros cinco lugares.

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Sobre la firma

Diego Mancera
Es coordinador de las portadas web de la edición América en EL PAÍS. También se encarga de informar de historias deportivas de México. Empezó a trabajar en la edición mexicana desde 2016. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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