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La noche de la primera campeona olímpica de la natación española

Mireia Belmonte se impone en los 200m mariposa consigue el primer oro español en Río la noche de la segunda consagración de Uchimura, el Phelps de la gimnasia

Mireia Belmonte, nada más ganar los 200m mariposa.Vídeo: DAVID GRAY REUTERS / EL PAÍS
Carlos Arribas

En toda su historia olímpica, la natación española ha conseguido ocho medallas. Cuatro, la mitad, tienen un solo nombre, el de Mireia Belmonte, quien ya puede decir que es campeona olímpica, la primera nadadora que ejerció su derecho y privilegio de escuchar el himno de España desde un podio olímpico, y llorar. Después de las dos platas de Londres y del bronce de los 400m estilos en Río, el oro de los 200m mariposa coronan una carrera de determinación individual y esfuerzo de una de las mejores deportistas que han nacido en España. Solo un nadador español hasta ahora se había proclamado campeón olímpico. Lo consiguió el espaldista Martín López Zubero en Barcelona 92.

No fue una victoria sorpresa, sino casi obligada, lo que aumentó su dificultad, lo que demuestra aún más la fortaleza mental y física de Belmonte, que partió como favorita y estuvo a la altura de sus aspiraciones. A la nadadora catalana le queda aún el 800m libre, distancia en la que fue plata en Londres, para completar su éxito. Aunque no vuelva subir al podio nada podrá impedir que se la proclame ya la reina española de Río.

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La dos medallas de Belmonte, el oro y el bronce, son hasta el momento la única cosecha metálica del deporte español en Río, lo que ha generado ya las primeras muestras de impaciencia. El miércoles fue duro, con dos cuartos puestos, el de la yudoca María Bernabéu, que acabó con “cara de muerta” tras perder la pelea por el bronce, y el del ciclista Jonathan Castroviejo, que estuvo tan fuerte en la contrarreloj que todo un ganador del Tour como Chris Froome le desalojó del bronce por solo 4s. A la prensa argelina que le exigía razones para la que consideraba mala actuación de sus deportistas, el responsable del país les respondía que tranquilos, que como todo el mundo sabía, sus atletas eran especialistas de los últimos días. Algo similar podría argumentar el deporte español y no mentir. De los que debían contribuir al objetivo declarado de 17 medallas en Río, las mismas que en Tokio, solo el ciclismo de carretera y el tiro han estado por debajo de las previsiones. Los deportes de equipo, en los que se confía, terminan de disputarse el último fin de semana, y la vela también; el atletismo comienza el viernes con la figura de Miguel Ángel López; Carolina Marín comienza el jueves con su bádminton: La rítmica, el golf, la sincronizada, el triatlón, el taekwondo, el piragüismo de aguas tranquilas, tampoco se han puesto en marcha. Y Nadal sigue incólume y favorecido por la lluvia, que le permitió descansar.

Michael Phelps apareció por la piscina sencillamente para ganar las semifinales de los 200m estilos, la previa de la que el jueves deberá ser su 22º medalla de oro. No le tocaba podio el miércoles. Dejó los focos a Belmonte, al kazajo Dimitri Balandin, el Vinokúrov de las piscinas, que auguró una noche loca de vodka en su pañis para celebrar su oro en los 200m braza, y a Kyle Chalmers, que devolvió a Australia el trono de los 100m libre que no conseguían desde México 68.

No le tocaba lucha por el oro a Phelps el miércoles en la piscina de Río, pero sí hubo un Phelps coronado en el pabellón de gimnasia para dominar la noche: Kohei Uchimura, el imbatible. “Es el Phelps de la gimnasia”, dijo del japonés el ucraniano Oleg Verniaiev, quien por un momento pensó que podía derrotarlo y debió conformarse con la plata. “Y yo pensé que lo tenía perdido”, dijo Uchimura, campeón olímpico en Londres y también en Río, e imbatido en una gran competición desde la plata de Pekín 2008. Ganó por el menor de los márgenes, 0,099 puntos. Fue el título más ajustado de la vida de Uchimura, quien llegó al último aparato, la barra fija, casi un punto por debajo del ucraniano. La barra fija, justamente, el aparato en el que había fallado el sábado en la calificación. Los campeones, dicen, demuestran el porqué de su grandeza siendo capaces de dar el máximo en el momento más complicado. Cuando los deportistas normales se dejan dominar por la presión y se abaten, ellos se transcienden ante la dificultad. Así lo hizo Uchimura, quizás el más grande gimnasta de la historia.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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