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Nocioni: “La competitividad no se erosiona con los años”

La bravura congénita de uno de los líderes de la generación dorada argentina vuelve a cruzarse en el camino de España. “Jugar con el corazón también es bueno”, proclama en sus cuartos Juegos

Faustino Sáez
Nocioni celebra una canasta ante Brasil
Nocioni celebra una canasta ante Brasilgetty

Debutó con la selección argentina a los 20 años con un mate de museo ante Kevin Garnett y Tim Duncan como carta de presentación y, rumbo a los 37, sigue encumbrando la competitividad en cada tabla del parqué. Con 37 puntos, 8 triples y 11 rebotes, Andrés Nocioni (Santa Fe, 1979) llevó a Argentina a un memorable triunfo ante Brasil en el clásico de las Américas (111-107) disputado el sábado en Río que encarrila su pase a cuartos y pulverizó sus récords estadísticos con la albiceleste. El Chapu forzó la prórroga con un triple de agónica reminiscencia con el lanzamiento de las semifinales del Mundial 2006 ante España en Saitama: “Como en aquella ocasión, vi la pelota dentro desde el principio. Hay que tirarlos siempre, nunca tuve miedo”. Hoy (00.00, hora peninsular española, La1) la bravura congénita de uno de los líderes de la generación dorada vuelve a cruzarse en el camino de los júniors de oro españoles. “Jugar con el corazón también es bueno”, proclama en sus cuartos Juegos, después del oro en Atenas 2004, el bronce en Pekín 2008, y el cuarto puesto en Londres 2012.

Las opciones de España rumbo al cruce de cuartos

Será segunda
Si gana a Argentina.

Será tercera
Si pierde con Argentina, Nigeria gana a Brasil y Lituania gana a Croacia.

Será cuarta
Si pierde con Argentina, Nigeria gana a Brasil y Croacia gana a Lituania.

Quedará eliminada
Si pierde con Argentina y Brasil gana a Nigeria.

Horarios de la jornada
Brasil-Nigeria (19.15).
España-Argentina (00.00).
Croacia-Lituania (3.30).

Pregunta. A su generación, como pasa con Pau y compañía, les vienen jubilando desde hace tiempo, pero aquí siguen.

Respuesta. Llegar hasta estos Juegos ha sido un regalo. No pensábamos que volveríamos a juntarnos, pero aquí estamos sí y es un orgullo. Hemos incorporado además a muchos jóvenes que tienen que coger el testigo. Ojalá se pueda mantener en el tiempo el legado que dejamos; que los chicos lo interioricen e intenten prolongarlo, aunque es una misión difícil.

P. Debutó en la selección en 1999, ¿cómo era aquel joven y que aprendió por el camino?

R. Aprendí la filosofía de lo que es un buen equipo, el compromiso por una idea, el compañerismo. Lo importante que es llevarse bien dentro y fuera de la cancha. En eso la selección argentina ha sido un ejemplo de comportamiento. Hemos competido y hemos luchado hasta el final en todo momento. Me cuesta mucho dejar la selección, pero esta vez parece que será la última porque la edad pasa factura. Me queda el orgullo de haber pertenecido a una generación de este nivel. Es una lástima que se termine, pero es así.

“Llegar a estos Juegos Olímpicos ha sido un regalo. No pensábamos volver a juntarnos”

P. ¿Qué consejo le dieron y que consejo transmite?

R. El consejo siempre es el compromiso. Cuando yo llegué al grupo estaba Hugo Sconochini a su mejor nivel y me hizo entender la importancia de competir por el puesto. Luchar por tener un lugar en el equipo. En la vida hay que luchar y pelear hasta el final. Él estaba en sus últimos años de carrera pero me puso muy difícil el hacerme un hueco en la selección. Eso es lo que corresponde y lo que ayuda al joven a comprender lo que cuesta ese puesto. Es la competitividad legítima entre compañeros de equipo y amigos. Esa lealtad arma y fortalece al equipo. Es la manera de avanzar y aguantar en la élite.

P. ¿Cómo es el oficio de líder?

R. En su momento estuvieron Oberto, Montecchia, Sconochini, Wolkowyski... ejercieron ese papel y fueron la voz del vestuario. Ahora en estos años hemos sido Manu [Ginóbili], yo mismo, Luis [Scola]… Aquí nunca hubo problema de egos. Los años y la trayectoria marcan el cambio y la alternancia de esas voces y en el futuro habrá que buscar nueva gente que lleve esa bandera.

“Me cuesta dejar la selección, pero esta vez será la última. Es una lástima”

P. ¿Con Ginóbili, Scola o Delfino jugará casi de memoria?

R. La química es crucial. Muchas cosas nos las decimos con la mirada y eso tiene mucho significado y demuestra la calidad humana del grupo. Es lindo compartir eso.

P. ¿Cómo evoluciona la competitividad con los años; se juega como se entrena?

R. Saltan chispas siempre. Saltaban. Con la edad han bajado un poco los niveles, pero en su momento, cuando éramos jóvenes, había veces en las que había que parar los entrenamientos porque eran una pelea constante. Nos íbamos a matar entre nosotros. Ahora recordamos con cariño aquellas cosas. El afán de querer competir y esos roces es lo que nos hizo tan fuertes. Nunca hubo mala intención. Es lo que tenemos en el corazón. Somos competidores vocacionales y esa agresividad no se erosiona con los años. Se adapta, evoluciona.

P. Tiene muchos paralelismos la generación de Pau, Navarro y Felipe con la generación dorada argentina.

R. Sí, tenemos caminos paralelos. Nosotros empezamos antes a conseguir logros mundiales, pero luego quizá nos paramos un poco. Ellos tienen gente grande que marca la diferencia. Nosotros tenemos mucho talento individual, pero en altura somos una generación más limitada. Su juego interior es envidiable. Aprendimos a compensar la ausencia de un gigante con mucho sacrificio.

“Nuestra generación tiene paralelismos con la española, pero nos faltó un gigante”

P. ¿A qué jugador de la selección española hubiera nacionalizado para Argentina?

R. A Marc Gasol. O a Pau. No sé, uno de los dos. Los dos son jugadores de altísimo nivel… sin ser los más rápidos, ni los más físicos, tienen la capacidad de dominar el juego con su polivalencia, con su manera de leer los partidos, con su manera de ser y de competir, que es la nuestra. Nos hubiera venido muy bien tener a uno de los dos. Con los Chacho, Rudy y compañía hemos podido rivalizar gracias a Prigioni, Ginóbili… que tienen la misma capacidad, pero en el puesto de pívot no tenemos un jugador así.

P. El tiro de 2006. El azar del baloncesto concentrado en un lanzamiento.

R. Así es el deporte y la vida. Ese partido éramos un poco inferiores a España, que estaba en un gran momento y jugando a un gran nivel, pero aquel tiro pudo cambiar la historia. Pudimos haberles ganado tranquilamente y haber jugado la final, pero son cosas del juego y lo asumí con toda la responsabilidad. Lo tuve que tirar y lo tiré, no tuve ningún problema. Peor me hubiera sabido si no lo hubiera encarado así. Hice lo que tenía que hacer, con la mejor intención. Lamentablemente no entró.

P. ¿Se le da más vueltas a esos fallos que a las canastas ganadoras?

R. Con el tiempo aprendí a perdonarme ese tiro. Viví muchos años pensando en ese tiro y dándole vueltas a la cabeza, pero me perdoné. Fue un trauma personal, pero la gente remarcó más nuestro esfuerzo infinito. Hicimos todo lo posible.

“Aprendí a perdonarme el tiro de 2006. Hice lo que tenía que hacer”

P. ¿Cuándo el balón sale de la mano ya sabe uno si entra o no?

R. Yo lo vi bastante correcto el tiro, fue bastante derecho. No me siento mal por lo que hice, no siento que estuviera mal tirado, no tenía ningún pensamiento malo al lanzar. Fue el resumen de lo que es el baloncesto. Pero no me paro mucho a pensar en el pasado. Es un recuerdo muy lejano que no va a influir en nada en esta ocasión. Ahora la expectativa es volver a competir para vencer. Se trata de llegar a un final apretado para poder tener opciones. No pondremos el camino fácil a nadie. Les va a doler ganarnos.

P. ¿Hay manera de pelearle el oro en Río a Estados Unidos?

R. No. Están un nivel por encima de todos. Dependerá fundamentalmente de cómo estén ellos mentalmente, pero son los mejores.

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P. ¿Ganar a Estados Unidos en las semifinales de Atenas 2004 fue su mayor hazaña?

R. Ganar a un equipo del dream team con todas sus estrellas es la mayor sensación de orgullo que puede tener un jugador de baloncesto. En Indianápolis 2002 les ganamos por primera vez y en Atenas fue un partido muy completo, mío y de todos, en defensa y en ataque. Tengo el recuerdo de haber dominado de principio a fin. Ellos tenían muchos nombres y nosotros un equipo grandioso. Italia había hecho una gran semifinal ante Lituania, pero sabíamos que no se nos podía escapar aquella final. Tras derrotar a Estados Unidos, entramos en la final sabiendo que nadie nos podía robar la condición de ser el mejor equipo del mundo. Un oro olímpico es algo grandioso. Ver tu bandera arriba en el último momento es una sensación de orgullo incomparable.

P. ¿Cuál es su mejor y su peor recuerdo con la selección?

R. Lo mejor y lo más especial son, sin duda, todas las veces que subí a un podio con Argentina. Lo peor fue perder el bronce en los Juegos de Londres. Nos hacía mucha ilusión. Pero el recuerdo será todo. El recuerdo será el de un niño que soñó con jugar al baloncesto profesionalmente y lo ha cumplido. Muchos lo buscan y yo lo conseguí. Jugué con los mejores y pude codearme con ellos en la NBA, en Europa y en la selección argentina. Baloncesto es baloncesto y aprendí a jugarlo en cualquier lugar.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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