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Brasil cambia Neymar por Marta

El público ha dejado de cantar el nombre de su futbolista mejor pagado para corear en las gradas “Marta es mejor que Neymar”

María Martín
La brasileña Marta, en el partido contra Australia.
La brasileña Marta, en el partido contra Australia.Eugenio Savio (AP)
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Algo está cambiando en el país del fútbol cuando Brasil ve a un niño tachar el nombre de Neymar de su camiseta de la selección para escribir con rotulador negro el nombre de Marta. La mayor goleadora de la historia de la selección brasileña –masculina y femenina– está enfervorizando al público que exige a la Canairinha lo que ha visto en ella y en su equipo: entrega. Hasta en las prórrogas. Marta, esperanza del anfitrión en el fútbol olímpico, está sin freno de camino al podio.

El público ha dejado de cantar el nombre de su jugador mejor pagado para corear en las gradas “Marta es mejor que Neymar” y las tiendas de los centros comerciales de Río exponen ahora una camiseta hasta hoy exótica, la de la número 10, la de Marta Vieira da Silva. Ante las comparaciones, su entrenador, conocido como Vadão, dejó claro que “Marta es Marta y Neymar es Neymar”, así como la mejor gimnasta americana de estos Juegos tuvo que aclarar que ella no era la próxima Phelps ni la próxima Bolt, sino “la primera Simone Biles”.

Vadão además no escatima en elogios a su estrella: “Es una líder. Todos nosotros, incluido los técnicos, la vemos así. No solo por lo que representa técnicamente –es agresiva, precisa y goleadora–, sino por lo que representa como persona. Es un ejemplo para todos y nunca se cree superior a nadie”, explica el entrenador de la selección a EL PAÍS.

La visibilidad de Marta en Río contrasta con la poca atención que la delantera, de 30 años, recibe en su proprio país durante el resto de la temporada. Elegida por la FIFA mejor jugadora del mundo durante cinco años seguidos –hazaña nunca alcanzada por un jugador varón–, Marta lleva desde el 2004 jugando en clubes de los Estados Unidos y, sobre todo de Suecia, donde vive y de donde ha traído la competitividad a su selección.

La jugadora, nacida en una familia humilde y abandonada por su padre desde que tenía un año, creció en los campos de fútbol de Dois Riachos, un municipio de 11.000 habitantes de Alagoas, el Estado más violento de Brasil. Desde los seis años se escapaba para jugar al fútbol a escondidas de sus dos hermanos. Nadie veía bien que la pequeña disfrutase de un deporte de hombres. “No les gustaba verme en la calle con los niños. Si me veían en algún campo, tenía que irme corriendo a casa y esconderme detrás de mi madre para que no me pegasen. Fue así toda mi infancia”, contó en una entrevista en 2014. Entre sus apodos está el de la “Pelé de faldas”, título que detesta, entre otras cosas, porque solo viste una falda o un tacón cuando le obliga la ocasión.

Su historia y la paradoja de su éxito en estos Juegos ha alimentado el debate de cómo el fútbol femenino, permitido por decreto solo en 1979, aún gatea en la tierra de estrellas como Pelé, Ronaldo, Bebeto y Neymar. También el de cómo el sudor y los goles femeninos valen mucho menos que el de los hombres. Marta, según la revista Forbes, gana un salario anual de 400.000 dólares, mientras que su compatriota Neymar, hoy en el Barça, se embolsa 14,5 millones. Si les retribuyesen por tantos, un gol de Marta valdría 3.900 dólares, contra los 290.000 dólares que cotizaría el de Neymar. Marta ya ha sumado 103 goles con la selección, Neymar menos de la mitad. “Eso es el reflejo de la situación del fútbol femenino en Brasil, que aún no reconoce a sus jugadoras. Casi no existe divulgación de los campeonatos femeninos aquí”, suele defender Marta, embajadora de las Naciones Unidas para abanderar el empoderamiento de la mujer para combatir la pobreza.

Su éxito en el fútbol, como el de muchas atletas brasileñas que están revelándose en estos Juegos, permitió dar una vida mejor a su madre. La delantera solo comenzó a ir a la escuela cuando tenía nueve años y no tenía dinero para el material escolar. Cuenta ella que bebía Coca-Cola –hoy uno de sus patrocinadores– o tomaba alguna chuchería cuando visitaba a sus parientes. En su casa no podían permitirse extravagancias de ese tipo.

Este martes la selección enfrenta en semifinales a Suecia, el país de acogida de Marta, con un Brasil que va a exigir de ellas lo que ya no espera del equipo de Neymar. La presión es enorme, reconoce el entrenador: “Hemos hablado mucho sobre eso. Sabemos que cada vez nos van a apretar más y la presión va a aumentar. Pero llegamos maduros a este momento, vamos a centrarnos e intentar minimizar la carga”.

Tras nueve días de competiciones olímpicas, hay gestos que apuntan que aunque la selección no conquiste el oro, Marta saldrá igualmente a hombros de Río. Mientras la estrella fallaba uno de los penaltis que decidían su disputa contra Australia para llegar a las semifinales, Bárbara, la portera de la selección, paraba dos tantos y, en lugar de empinar la nariz, decía: “No podíamos salir de la competición con un fallo de Marta”. El sentimiento de Barbara era el de todo el equipo. “No podíamos terminar con un error de Marta cuando fue una de las estrellas del partido, no se lo merecía. Es impresionante lo que ella se dedicó, se cuidó y se preparó para intentar este oro. La protegemos porque no queremos que haga más de lo que puede, es nuestra responsabilidad como equipo ayudarla a decidir los partidos y nunca dejar que los decida sola”, explica su técnico.

El último sueño declarado de Marta, antes de retirarse, es este oro olímpico. Sus técnicos lo saben y confiesan que el gran desafío de Brasil a partir de ahora será encontrar una nueva número 10. “No es fácil” –dice Vadão– “Brasil después de Pelé tuvo grandes jugadores pero nunca encontró uno como él. Es probable también que nunca más haya una como ella”.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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