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DAMAS Y CABELEIRAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El campeón sin espejo

La cartera ha salido al paso de las dudas que planteaba la cantera, una apuesta que hace bien poco se le antojaba al culé de a pie como una herejía propia de presidentes ineptos

Rafa Cabeleira
Andre Gomes, Digne, Umtiti, Samper y Denis Suárez, los nuevos fichajes del FC Barcelona, junto a Leo Messi durante la presentación del equipo en el Joan Gamper.
Andre Gomes, Digne, Umtiti, Samper y Denis Suárez, los nuevos fichajes del FC Barcelona, junto a Leo Messi durante la presentación del equipo en el Joan Gamper. QUIQUE GARCÍA (EFE)

Sucedió en la temporada 1993-1994. El Barça acababa de firmar a Romario y la prensa del país se enzarzó en un debate oscuro sobre cuál de los cuatro extranjeros ocuparía plaza en el banquillo ante el debut liguero frente a la Real. La normativa impedía alinear a más de tres sobre el campo así que, apenas una hora antes del partido, Johan Cruyff y sus ayudantes se reunieron para zanjar el asunto. El sacrificado sería Ronald Koeman, decisión que sorprendió a propios y extraños, tanto que Toni Bruins se acercó a Johan y le preguntó si estaba seguro de lo que estaba haciendo. “Sí”, le dijo Cruyff. “A éste, al menos, se lo podré explicar en holandés; lo entenderá mejor”.

En palabras del propio Luis Enrique, el Barça afronta una nueva temporada con la más extensa y potente plantilla que haya tenido a sus órdenes desde que se hiciese cargo de aquel equipo maltrecho que dejó en herencia Gerardo Martino, un técnico que aterrizó en paracaídas, aclamado como un revolucionario, y regresó a casa disfrazado de incógnito como cualquier golpista derrotado. Las cornadas durante el tramo decisivo de la pasada temporada, especialmente la eliminación europea, rompieron el encanto de una campaña que apuntaba a la historia con el dedo y algunos aficionados dirigieron su mirada inquisidora hacia los suplentes, especialmente desencantados con los jóvenes canteranos.

La llegada de jugadores más o menos contrastados, acompañados de la siempre reluciente vitola de internacional, parece haber calmado los ánimos de aquellos aprensivos que se hacían cruces por la presencia de Bartra, Sandro o Munir en la recámara mientras envidiaban los lustrosos banquillos de los principales rivales, adornados a base de euros y portadas. Y como esta es una directiva muy atenta a todo tipo de desvelos, la cartera ha salido al paso de las dudas que planteaba la cantera, una apuesta que hace bien poco se le antojaba al culé de a pie como una herejía propia de presidentes ineptos carentes de proyecto, ética o religión.

Así, tras la millonaria inversión en cromos, le tocará al técnico lidiar con los egos que abundan en los vestuarios masificados que temía Cruyff y de su gestión dependerán las opciones de enlazar el tercer título de Liga consecutivo. Quizá todo resulte muchos más sencillo y, en realidad, solo deba preocuparse Luis Enrique por la felicidad de uno de sus hombres. Messi sigue siendo la clave de bóveda en un proyecto que, bajo su amparo, parece soportar cualquier disparate: desde los que llevan el sello inequívoco de la directiva hasta los que perpetra su propio peluquero, como un campeón sin espejo.

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