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Froome le recorta 2m 16s a Quintana y le mete emoción a la Vuelta

Nairo Quintana sigue líder con 1m 21s de ventaja para este sábado en Aitana no podrá despistarse. Contador se coloca tercero en la general

Froome durante la contrarreloj.
Froome durante la contrarreloj. Javier Lizón (EFE)

Hacía muchos días que Chris Froome no sonreía. Tantos como los que llevan de Formigal a Calpe. No caía en el pesimismo, mucho menos en la depresión, su seriedad traducía su enfado por aquella etapa maldita, pero el gesto hosco solo era la del niño engañado. En Calpe sonreía: había ganado la contrarreloj, como estaba previsto, pero había aventajado a Nairo Quintana en más de los previsto: 2,16 minutos eran más de lo que parecía que daban sus piernas, aunque al señor Froome hay que medirlo más por el corazón.

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Y el corazón le latió por la costa alicantina al borde de la taquicardia. Primero aquel chiringuito al borde de la playa, luego la soledad, luego una casita blanca. Nada de eso veía Froome, ni Quintana, ni Castroviejo (el huracán emboscado). Nadie veía esa soledad porque todos se sentían solos hasta que las calles de Calpe les abrigaban con sus rectas, con sus curveos. Y el viento por ahí frenando y empujando, porque el viento es caprichoso. Por eso es el viento. Y lo hay de muchas clases. Empeñado, herido, cabreado, dolido consigo mismo y con su equipo.

Froome, allí solo, por fin solo, quizás pensó que mejor que mal acompañado (algunos de sus compañeros vinieron a la Vuelta a regañadientes). Froome quiere la Vuelta. Froome no se rinde ni desarmado, al modo del último samurai, ni frente a un Nairo casi pletórico ni frente al Movistar, un ejército organizado, preciso, solidario, potente.

Una frontera frágil

Antes de Formigal se decía que Nairo necesitaba más de dos minutos y medio para resistir en la contrarreloj, previa a la batalla de Aitana (donde hay una base militar, casualmente). Llegó el colombiano con 3,37 tras la emboscada de Formigal, porque hay batallas que las gana la resistencia aunque quienes paseen por la ciudad sean los ejércitos. Miel sobre hojuelas para Quintana que además se veía con fuerzas para resistir los empujones de Froome.

Pero el británico, el señor Froome, tiene el orgullo como los pelos cuando sopla en viento, visibles, tiesos. Y quiere ganar la Vuelta. Lleva años queriendo ganarla. Y la contrarreloj, una de sus especialidades, le enseñaba una alfombra gris en la Costa Blanca, el asfalto de su Oscar particular, la acera de su camino a la gloria. Fue una gloria parcial, la victoria de etapa, la tercera de su equipo, pero fue una victoria real que le deja a 1,21m, esa frontera que les deja a todos perfectamente intranquilos. Una frontera frágil: amplia para el poderío de Quintana, corta para la ambición de Froome.

Clasificación general de la Vuelta tras la 19º etapa.
Clasificación general de la Vuelta tras la 19º etapa.lavuelta.com

A Nairo se le dilapidó una parte de su capital, pero no se quedó en la hambruna. Tiene el zurrón con víveres suficientes, aunque algunos se cayeron entre Xàbia y Calpe, más de los esperados, menos de los que inicialmente estaban previstos. La carrera se quedó donde se había soñado, en la indefinición final, en la incertidumbre, en el “y si pasa...”. La dejó Froome, por su ambición, por su táctica depurada, por sus corazonadas. Y la dejó así Quintana, midiendo los tiempos, sin cebarse, sufriendo como se sufre en los territorios adversos, en terreno enemigo, a sabiendas de que hoy en Aitana el camino le querrá más, su equipo le podrá ayudar (Froome quizás no pueda decir lo mismo) y el viaje a Madrid sea una alfombra roja en la que pasear el maillot rojo. El que mejor sienta a los ciclistas.

Clasificación de la 19º etapa de la Vuelta.
Clasificación de la 19º etapa de la Vuelta.lavuelta.com

A las puertas del cielo se quedó otra vez Jonathan Castroviejo, segundo en la etapa, fantástico en esa línea recta que mantiene sobre la bicicleta. Y Contador, que arrebató, como estaba previsto, la tercera plaza en la general al colombiano Esteban Chaves. Todas las puertas están abiertas, todas las llaves cuelgan de las celosías de Aitana. La de Froome junto a la de Quintana, la de Contador al lado de la de Chaves. Pero solo una abre las puertas de Madrid. Solo una.

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