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Las claves de la reducción de contrato de Simeone

El nuevo acuerdo entre el técnico y el Atlético modifica el compromiso de 2020 a 2018 y solo garantiza su continuidad hasta la próxima temporada, la primera del equipo en La Peineta

Ladislao J. Moñino
Simeone, ante el PSV
Simeone, ante el PSVUNITED PHOTOS (REUTERS)

Cuando en marzo de 2015 la dirigencia del Atlético de Madrid y Diego Pablo Simeone decidieron ampliar su vinculación de 2017 a 2020, una y otra parte eran conscientes de que el cumplimiento de ese nuevo contrato, inusual en el fútbol español porque suponía casi una década de continuidad en el banquillo de un mismo técnico, sería complicado. Además de un reconocimiento por los éxitos, esa ampliación respondió más a la necesidad del club de que su entrenador icono liderara el traumáticotraslado del Calderón a La Peineta, al menos en el primer año de estancia en el nuevo estadio, que a la creencia de que esa ampliación fuese factible de cumplirse. Dos años después de aquella rúbrica, entidad y entrenador han decidido reducir la duración del contrato hasta finalizar ese primer año en el nuevo coliseo, que se estrenará el curso que viene.

El pasado 7 de septiembre, el propio Simeone, durante la presentación de su autobiografía ya anticipó de alguna manera ese nuevo compromiso: “Tenemos un estadio hermoso para el año que viene y espero estar allí”. La biografía, titulada Creer, motivó una respuesta del técnico en la que dejó entrever que su salida tuvo que ser frenada por el club este verano: “Sí, hay veces que se duda”. En esa misma comparecencia, también agradeció a Griezmann que este verano le llamara para consultarle por su continuidad.

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Desde hace una semana, en el ambiente estaba esa reducción de contrato de 2020 a 2018 y una sustancial mejora salarial, perfilada en el viaje de este verano a Argentina del máximo accionista del club, Miguel Ángel Gil Marín, y del director deportivo, Andrea Berta. En aquella reunión se trataron de cerrar las dudas de Simeone tras dejar caer su marcha en su comparecencia posterior a la derrota en la final de la Liga de Campeones. Aquel mensaje inquietante, que el club ya sabía que sería pronunciado en un momento tan delicado anímicamente para la entidad, el vestuario y para la propia hinchada, no se pudo frenar. De alguna manera, en la sala de prensa de San Siro, Simeone empezó a preparar el terreno para una salida que finalmente no se dio ante la negativa del club a dejarle marchar.

En la entidad hay quien asegura incluso que, de haber ganado la Champions, Simeone hoy no sería ya entrenador rojiblanco. Podría haber expuesto que ya no le quedaba más por ofrecer, que ya había tocado techo y que había sacado lo máximo de un plantel muy exigido en el día a día por su metodología.[TEX] Con el gran título continental bajo el brazo, las puertas de salida podrían habérsele abierto con más facilidad, aunque toda la planificación de este curso estaba diseñada por y con El Cholo en el banquillo.

Demasiados años

Una oferta de cerca de 20 millones de euros por temporada del París Saint Germain estuvo encima de su mesa y reforzó ante el club su intención de marcharse. Desde aquella renovación en 2015, tanto en los despachos del Calderón como en el círculo más íntimo de Simeone se deslizaba que eran demasiados años. Desde este último flanco, se dejaba caer que un ciclo de más de cuatro temporadas era ya muy largo. Desde el club, las sensaciones eran similares. “Todos sabemos cómo es el fútbol, donde los resultados mandan, y también que los jugadores y los entrenadores juegan y entrenan donde quieren”, decía por entonces un directivo rojiblanco preguntado por las cláusulas que permitían a Simeone desvincularse de la entidad. Ahora, al término de la temporada 2017-18 será libre para decidir su futuro. Simeone no quería tener tan hipotecado su futuro por un contrato tan largo, aunque según el club hay voluntad de seguir si se dan las condiciones.

En el fondo de la cuestión emerge un desgaste natural en la interrelación entre despachos, plantel y técnico que ya asomó en las semanas previas a la final de la Champions. Desde hace tiempo, en el Atlético admiten la alta exigencia que supone trabajar con un entrenador tan especial y minucioso en el día a día. El propio técnico, en Múnich, nada más lograr el pase a la final de Milán, agradeció a los jugadores que llevan con él desde su llegada en 2011 haber aguantado su ritmo de trabajo. El nuevo compromiso, que el club transmite como el intento por evitar un exceso de relajación, esconde esa libertad para poder elegir a dos años vista si el desgaste ya es irreversible.

Simeone ha confesado recientemente que este curso debía reinventarse para volver a ser capaz de creerse su mensaje y hacérselo creer a los futbolistas. En Eindhoven, tras la victoria ante el PSV, volvió a agradecérselo, a la vez que se anticipó al clima que podía generarse con el tema de su reducción de contrato en el ambiente: “Estoy donde quiero estar y donde elijo estar. Quiero al Atlético. Este grupo me da el corazón, en la grada hay una gente que no deja de creer en su equipo”. La cuestión ahora es saber si esa creencia se mantendrá este curso y el que viene.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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