El Leganés remonta al Deportivo

Hay un runrún en torno al Deportivo, un ruído de fondo que hasta ahora resultaría imposible percibir más allá de la orilla de Riazor. Lejos de su oleaje se mira hacia el equipo coruñés como uno más en la pelea por la permanencia y se percibe como un éxito que transitase antes de comenzar la jornada por la mitad de la tabla. Pero un sector del deportivismo quiere más. Tampoco es ilógico, incluso más allá de los resultados, pedir al equipo que mejore su perfil pelotero. Al Deportivo le falta fútbol en los últimos cuarenta metros y nadie en la caseta, empezando por su entrenador, ha mirado a otro lado ante la evidencia. Ocurre que su máximo exponente ofensivo, Lucas Pérez, se ha empadronado en Londres, que su sustituto, Joselu, cayó lesionado nada más llegar. Por el camino se ha ido también a la enfermería Sidnei, el pilar defensivo. El colectivo restante se tiene que armar a partir de esas situaciones y a lo mejor el Deportivo de esta temporada es un equipo que trata de ser más robusto que rumboso, sabedor de sus limitaciones y esforzado en explotar otras virtudes. Ocurre que todos esos naipes se caen si el rival marca cuando llega a la portería. Eso hizo el Leganés para remontar un partido que tenía perdido, que a esas alturas no merecía levantar, pero que ganó en buena lid para obtener su segunda victoria del campeonato, ambas en sus visitas a Galicia.

El Leganés fue Cassius Clay, flotó como una mariposa y picó como una abeja. Pareció decaído durante bastantes minutos, trabajador de inicio para importunar a su rival en la salida de la pelota, pero sin soltar ni un mal golpe. Pasó un momento delicado tras el gol del Deportivo, contra las cuerdas, azuzado por un rival que se sintió superior, que pudo marcar el segundo tanto al poco de volver del descanso con un testarazo de Andone al larguero. Ganó el Leganés en dos llegadas, dos destellos que explotaron el flanco izquierdo local. Tenía la mandíbula de cristal el Deportivo, que enfrascado en el objetivo de mejorar las prestaciones de su equipo con el balón, retocó el once con la entrada de Emre Çolak en detrimento de Fayçal Fajr, algo así como la pausa en lugar del bullicio. El turco no es un mediapunta y lo sabe el técnico Gaizka Garitano, que no identifica en él valores como la definición o siquiera la llegada al área, pero es un futbolista combinativo, con clase, visión y dominio de los tiempos. Hace jugar sin mayores alardes, un tesoro visto lo visto. A él se ancló el Deportivo para orientarse en ataque y ponerse el partido de cara. Marcó Borges, que juega a cincuenta metros de la portería rival pero es de los futbolistas de la plantilla con más gol, y los coruñeses atrevesaron en el cuarto de hora que precedió al descanso su mejor momento, mar en calma, sin rumor, con el estadio complaciente, que ya se sabe que los marcadores a favor alegran el alma y el corazón y ayudan a modelar cualquier evaluación.

Todo cambió como pasan estas cosas en Galicia, que llegan las nubes sin llamar a la puerta. Pasó la sentencia de largo para el Deportivo y la aplicaron con dos testarazos los delanteros del Leganés, Luciano y Gabriel. No precisó más el equipo pepinero y que no lo necesitase, que no tuviera que exponer más para llevarse los puntos no es un buen augurio para el Deportivo, que desordenado en la prisa y el apuro acabó con Borja Valle, un delantero, como postizo lateral, con Emre y Fayçal, con Andone abandonado por la fortuna que no premia todo su esfuerzo y buen hacer y con el ahora robusto Ryan Babel, el recién llegado reemplazo del reemplazo de Lucas Pérez, como primer recurso para darle la vuelta a la situación. Desfondado, con pocos más argumentos que los del corazón Riazor vio como su equipo moría en la orilla. Atlético, Sporting, Barcelona y Celta esperan ahora al Deportivo. Crece la marea.