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DAMAS Y CABELEIRAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Liga de la Justicia

Lo que hoy es juzgado como una grave agresión por unos, o como un teatrillo despreciable por otros, mañana puede convertirse en lo contrario a ojos de los mismos

Rafa Cabeleira
Los jugadores del Barcelona reaccionan al botellazo de Mestalla.
Los jugadores del Barcelona reaccionan al botellazo de Mestalla. David Ramos (Getty Images)

Para un freak como yo, criado entre cómics de todo tipo y una jauría de marineros borrachos capaces de beber masaje de afeitado en ausencia de licor, ha resultado una agradable sorpresa comprobar que los superhéroes existen de verdad, caminan entre nosotros y nos ayudan a cuidar España, esa patria nuestra amenazada por multitud de malhechores, supervillanos y secesionistas catalanes. Sin ánimo de exagerar más de lo estrictamente necesario, diré que me he quedado patidifuso al descubrir la facultad sobrehumana para calcular la intensidad del dolor ajeno demostrada estos días por Javier Tebas y los miembros del Comité de Competición de la RFEF, una especie de nueva Liga de la Justicia, castiza, cipotuda y al servicio del fútbol español.

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Si Stan Lee y Steve Ditko hicieron fortuna con una picadura de araña radioactiva, aquí nos ha bastado con un simple botellazo para dar comienzo a nuestra propia saga de tebeos y películas, la cual amenaza con depararnos grandes emociones en el futuro. Como bien sabemos, las alegrías y las penas suelen ir por barrios en esto del fútbol y lo que hoy es juzgado como una grave agresión por unos, o como un teatrillo despreciable por otros, mañana puede convertirse en lo contrario a ojos de los mismos y el agravio comparativo siempre ha dado juego a un buen guionista, a poco que fume lo suficiente y beba mucho café.

Repasando viejas polémicas, por ejemplo, me he topado con unas fotos del año 2011 tomadas en Mestalla, durante la celebración de la final de la Copa del Rey. En ellas se puede ver a un excitadísimo Pepe dedicando un corte de manga a la grada rival en plena celebración de un gol, mientras en el suelo lucen varias botellas arrojadas al campo por algún espectador asilvestrado, se supone que con intenciones distintas a las de dar de beber al sediento o regar el castigado césped. Cierto que a veces bebo y suelo dormir demasiado pero no recuerdo a muchos aficionados merengues reprobando la reacción del defensa portugués ni a demasiados culés denunciando el peligroso lanzamiento de objetos desde la grada, sus caballos de batalla durante esta semana.

Más allá de la paranormal exhibición del Presidente de la LFP y los juristas de la RFEF, lo único que no entiende- o no debería- de colores y sentimientos varios es la ley escrita del fútbol, el reglamento por el que se rigen las sanciones y medidas ante el incumplimiento de las normas. Si los jugadores del Barça han infringido alguna de ellas deben ser sancionados, no ha lugar a consideraciones de tipo moral o didáctico basadas en preferencias personales. Por este camino, corremos el riego de que la justicia en el fútbol se parezca cada día más a aquella anécdota que suele contar Jorge Valdano en la que un delincuente habitual se declara culpable de todos los delitos que se le imputan sin apenas pestañear. “¿Desea alegar algo en su defensa?”, pregunta el juez, un conocido hincha de cierto club de fútbol de la ciudad. “Sí”, contesta el acusado. ”Que soy de Racing”.

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