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La Real Sociedad gana en Leganés sin sufrimiento

El equipo de Garitano sucumbe a su nula productividad en ataque ante los donostiarras

Oiarzabal y Medjani, en Leganés.
Oiarzabal y Medjani, en Leganés.J. Martín (EFE)

Tendrá que esperar. El día de la fiesta de Butarque aún no está señalada. El día que el Leganés gane en su estadio, como ganó en Vigo, A Coruña o Granada. No era la Real su víctima propiciatoria, curiosamente un equipo que flaqueaba en la salidas, pero que se puso los galones desde el pitido inicial y no se los quitó hasta que se fue a la ducha, donde la desnudez iguala a los mortales.

Ganó la Real de principio a fin, porque defendió mejor, porque atacó mejor, porque se organizó mejor y porque el Leganés fue víctima de sus limitaciones y, sobre todo, de su ansiedad, muchas veces incompatible con sus aptitudes.

La Real ya está armada. Tiene un once tipo, hasta los cambios previstos, y sobre todo cuenta con e fútbol de memoria entre sus triángulos: Carlos Martinez-Prieto-Vela, o Íñigo Martínez-Illarramendi-Zurutuza. Y eso que la memoria fue inducida en el primer gol. Un cuarto de hora para que Zurutuza imaginase una jugada que acabó en un rebote desafortunado para el Leganés porque el balón terminó en los pies de Carlos Martínez, que es el mejor aval para pedir el crédito del gol. Lo cobró Willian José con un cabezazo majestuoso ante la indiferencia de los defensores pepineros. Y eso que el Leganés había salido marcando el territorio pero da la impresión de que su fútbol se reduce al terreno que va de una raya del área a la otra. Dentro de esos territorios, los problemas crecen.

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Crecen tanto, que la desatención les costó un gol en el peor momento, cuando mejor parecía querer jugar. Y en ataque el Leganés se maneja de forma muy artesanal, tanta que necesitó más de un periodo de partido para crear una ocasión en una falta que se paseó por la raya de gol de la portería de Rulli, enredándose el balón entre las piernas de muchos futbolistas y las manos de Rulli, que acabó atenazando el balón. La apatía de Gabriel y el ímpetu, sin freno, de Guerrero, les convertían en presa fácil para los centrales de la Real que vivieron un partido plácido, sin exigencias, solo manchado por la tarjeta casi final de Íñigo Martínez, que le impedirá jugar la próxima semana frente al Atlético.

Cambio Garitano el juego con la entrada de Unai López, más constructivo que Timor, más físico, y le dio un aire nuevo al equipo. Y luego fue dando entrada a Alberto Martín, a Robert Ibáñez, en busca de profundidad, de desborde (ese arte del juego tan poco practicado en el fútbol combinativo actual). Pero la raya seguía estando ahí, como un muro infranqueable. Salvo en la falta citada, Rulli solo tuvo que ejercer de portero en un disparo de Szymanowski que despejó con apuros.

Pero para entonces, Xabi Prieto ya había marcado el segundo gol de la Real en un juego de billar con toques de Yuri y Willian José, disparo de Zurutuza, rechazo magnífico de Serantes y gol a placer del capitán donostiarra. Pasaron pocas cosas en Butarque. Pasó que la organización pudo con el voluntarismo y que las semanas pasan sin que el Leganés pueda darse un abrazo con su afición aunque le haya mandado cartas de amor cuando ha salido de viaje.

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