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Las Palmas y Celta enloquecen

El equipo canario iguala una desventaja de tres goles ante un rival que se quedó con diez hombres y pudo ganarle en la última jugada del partido

Iago Aspas marca el segundo gol del Celta ante la salida del meta Raúl Lizoain.
Iago Aspas marca el segundo gol del Celta ante la salida del meta Raúl Lizoain.Ángel Medina G. (EFE)

Marcó Boateng, igualó una desventaja de tres goles Las Palmas y a Quique Setién se le escapó una sonrisa delatora. El fútbol es eso, mezcla lo pasional y lo imposible para disfrutar hasta en las situaciones más extremas. Si además se llega al resultado mediante un estético despliegue resulta inevitable gozar. Todo ello matizó un partido bello por sus giros inesperados, por sus matices inescrutables, un empate que premió a Las Palmas por su tenacidad para reparar lo que había estropeado, también al Celta por su capacidad para imponerse de inicio y su esfuerzo para sufrir en los minutos finales en inferioridad numérica y rehacerse para bregar por un punto tras tener los tres en el bolsillo. Una igualada que, en definitiva, fue un regalo para el espectador, que disfrutó de un espectáculo magnífico, una locura futbolística.

El elogio debilita y a Las Palmas igual le llegó demasiado pronto en este campeonato. No fue inmerecido porque su idea y su puesta en escena merece ser destacada, pero tampoco debe desenfocar su realidad: el equipo que prepara Quique Setién, con sus armas, deberá esforzarse para salvar la categoría. Esa es su realidad y así de dura se la mostró el Celta en veinte minutos demoledores con tres goles. Las Palmas acabó arreglando la noche, pero encadena seis jornadas sin ganar. En ese intervalo el Celta apenas ha perdido un partido.

Todo ocurrió en uno de esas citas que se decantan a sopapos. Tres bofetadas le propinó el Celta al Las Palmas, tres le devolvieron en un duelo descontrolado que expuso talento, pero también errores, los dos iniciales achacables al meta canario Raúl Lizoain, que pudo hacer mucho más en los primeros goles que encajó su equipo. Uno llegó tras un libre directo de Wass en el que el portero entregó el bien que se le supone más preciado, el centro de su marco. En el segundo salió a destiempo ante la pericia de Iago Aspas, que aprovechó un preciso servicio de Pione Sisto para superarle por alto. Golpeado, a punto de irse a la lona, Las Palmas concedió todavía un tercer golpe tras conexión entre Orellana y el inevitable Aspas.

No precisó el Celta un gran despliegue para causar tanto daño. Ni se aplicó en la presión tanto como acostumbra, ni manejó la pelota más tiempo que su oponente, ni siquiera pareció estar muchos cuerpos por encima. Aprovechó sus opciones ante un rival descabalgado que ya en desventaja trató de crecer con sus valores, con el balón al pie y mucha gente por delante del balón. Y demostró que es un equipo en el que se puede creer, más allá de que las circunstancias o sus propias carencias le sean adversas. Llegó con la gente de atrás Las Palmas, con el central David García, que estuvo cerca del gol en dos oportunidades tras dos acciones combinativas, y con su compañero de línea Pedro Bigas, que acortó distancias al inicio de la segunda parte tras una grosera concesión del meta Sergi Álvarez. Creció el equipo de Setién porque partió de la lona, derrumbado como estaba. Acortó distancias y tuvo fortuna para no encajar en la inmediata respuesta del Celta, que remató al palo nada más sacar de centro.

Arriesgó Las Palmas, no le quedaba otra. Subió líneas, se abocó a que Iago Aspas aprovechase los espacios para liquidar las opciones de remontada, a que el juez de línea hilase fino. Se acomodó atrás el equipo de Berizzo, pero Las Palmas nunca renunció a su credo. Ahí está su encanto y el origen del elogio que le contempla. Empujó y lo hizo con balón. No todos pueden hacerlo. Y en los veinte primeros minutos de la segunda parte arregló lo que se le había estropeado en los veinte iniciales de la primera. En ese camino el Celta perdió a Orellana, lesionado, y a Sergi Gómez, que se fue expulsado antes de que Vieira embocase el penalti del segundo gol canario. Boateng empató de inmediato y con más de veinte minutos por delante pareció pintar el partido de amarillo.

Pero ahí el Celta supo armarse. “No llevamos el peso del partido, pero no se nos pueden ir estos dos puntos”, lamentó Iago Aspas al final. No le faltaba razón. Con diez hombres su equipo se hizo fuerte y nunca dejó de mirar la victoria. La puedo encontrar en el último minuto cuando otra nueva imprecisión de Lizoain abrió la meta para que Marcelo Díaz rematase al larguero. Las Palmas se había consumido. No fueron los únicos: tanto ir y venir, tanta alternativa agotó hasta a quienes la presenciaban.

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