_
_
_
_
_

“Esta vez había que ganar”

Tras la victoria de Donald Trump en las elecciones, el partido entre México y Estados Unidos suponía un pequeño desquite

Silvia Ayuso
Aficionados mexicanos en el partido frente a EE UU.
Aficionados mexicanos en el partido frente a EE UU.Jay LaPrete (AP)

A pesar del frío, a pesar de una semana calamitosa para los mexicanos residentes en Estados Unidos como él por la victoria de Donald Trump, a Vodoque Canijo este viernes nada ni nadie le quitaba las ganas de fiesta. Desde horas antes del crucial partido entre la selección mexicana y la estadounidense, Vodoque bebía, festejaba y bailaba con quien pasara a su lado, ya fuera mexicana o gringa, a la espera de entrar en el estadio Mapfre de Columbus, Ohio, donde se celebró el choque deportivo que redundó en una esperada pero insospechada victoria mexicana.

Ohio no había dado esta semana buenas noticias a los millones de mexicanos y millones más de hispanos de otra procedencia que viven en Estados Unidos. Este estado del Medio Oeste y parte del rust belt, el cinturón de la herrumbre, el corazón industrial de Estados Unidos, fue decisivo para la inesperada victoria del candidato presidencial que más ha insultado y amenazado a la comunidad hispana en la historia reciente del país, el republicano Donald Trump.

Columbus, su capital, tampoco traía buenos recuerdos a un México que tuvo que ver cómo su selección caía una y otra vez, hasta cuatro veces, ante EE UU en este lugar específicamente elegido para el enfrentamiento deportivo bilateral. Porque, en un país que sigue sin encandilarse con el fútbol, Columbus sí logra llenar un estadio de 20.000 personas casi solo con fans estadounidenses. Y por la “guerra fría” también, el intenso frío en el que se juega este partido, lo que redundaba cada vez en desventaja para los mexicanos. Hasta hoy.

“¡Dos-Cero, dos-Cero!” gritaban al entrar al estadio los fans estadounidenses entre orgullosos “¡USA, USA”! y ondeos de banderas de barras y estrellas. Para los que entienden, y hasta para los que no tanto, no hacía falta más explicación. Dos-cero es el resultado maldito que México ha sufrido cada vez que se ha enfrentado en Columbus contra la selección estadounidense. Hasta ahora.

Vodoque quería que este viernes se tornara el resultado. O que al menos, decía, el partido acabe 2 a 1 a favor de México. Podría haber sido vidente. Ese fue, precisamente, el resultado final de un marcador que hizo levantarse a la bancada mexicana, muy minoritaria en el estadio de Columbus.

“Esta vez sí que tenemos que ganar”, decía Vodoque poco antes sin que se le borrara la sonrisa de la boca, aunque ya no le llegaba hasta los ojos. También Carolina del Norte, el estado desde donde viajó para asistir al partido de su selección, se tiñó de rojo republicano la noche del martes, contribuyendo a la derrota de la demócrata Hillary Clinton, la candidata en la que tantos inmigrantes, con y sin papeles, habían depositado sus esperanzas.

“Trump es como una mano negra” y ganar este partido, esta vez, “sí que sería importante”, insistía Vodoque.

“¡Sí se puede, sí se puede!”, proclamaban un poco más lejos otro grupo de mexicanos vestidos con los colores nacionales y el sombrero de ala ancha que en EE UU se asocia, indefectiblemente, al vecino del sur.

A pesar del cargado ambiente político nacional, el que reinaba previo al partido en Columbus —que votó demócrata, como las grandes urbes del estado y del país— era más de fiesta. Y si no había una camaradería total —las pasiones deportivas se imponen— sí era al menos de amigable convivencia. Tacos y hotdogs se entremezclaban, tequila y cerveza siempre se llevaron bien.

“Los partidos en este país son para pasar un rato bueno juntos, y ojalá estén todos aquí por las razones correctas”, decía Michael, un fan estadounidense llegado desde Chicago y que bebía unas cervezas en el aparcamiento del estadio antes de entrar al partido. Lo mismo hacían un poco más lejos Miguel y José, dos mexicanos residentes en Cleveland que se habían colocado máscaras de lucha para celebrar la noche y, ojalá, decían, una victoria.

“No importa, el frío no nos va a detener”, aseguraba Miguel. Lo que estaba en juego, afirmó, “es el orgullo, el poder ganarle a EE UU, esta noche se puede”, se animaba a sí mismo y a sus amigos. ¿Las noticias y el futuro con un presidente Trump? Eso podía esperar. “Hoy no nos importa la política, ahorita es el deporte, puro deporte y afición”, afirmaba Miguel. Porque, pase lo que pase, “nosotros seguimos aquí”, recordó. Y ahora, se vuelven a casa con una victoria deportiva y, en cierto modo, un desquite moral. Sí se pudo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_