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El Córner Inglés
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El maradoniano Donald Trump

Mientras EE UU se prepara para hacer de la democracia un desierto, debemos estar agradecidos al oasis del fútbol

Trump con un balón de fútbol americano.
Trump con un balón de fútbol americano. Mike Segar (REUTERS)

“Hay que pensar, entonces ¿por qué no pensar a lo grande?”. Donald Trump

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Donald Trump recuerda a Diego Armando Maradona. El presidente electo de Estados Unidos y el astro argentino comparten, entre otras virtudes, el populismo, el narcisismo, la incontinencia emocional y la verborrea. Ambos se postulan como defensores de los pobres pero acumulan fortunas y no pagan sus impuestos; ambos ansían la adulación de las multitudes; reaccionan a las críticas con zarpazos desmesurados; opinan con autoridad sobre temas de los que tienen mínimo conocimiento; y, dada la oportunidad, no paran de hablar.

Dicho todo esto, Maradona es un ser muy superior a Trump. Aparte de que tiene un sentido del humor más sofisticado, un mejor dominio de su lengua nativa y un corte de pelo menos absurdo, lo que coloca a Maradona en otra dimensión es que tiene talento y Trump no tiene ninguno. Trump se hizo rico y famoso, y ahora será presidente del país más poderoso del mundo, porque heredó una fortuna de su papá. Maradona nació pobre y se convirtió en un ídolo mundial porque jugó al fútbol como Dios.

Hay que estarle eternamente agradecido. Igual que hoy, mientras el mundo se vuelve loco y Estados Unidos se prepara para hacer de la democracia un desierto, debemos estar agradecidos al fútbol por el oasis que nos ofrece de relativa racionalidad, decencia y paz.

Ahora, uno lo tendría difícil si tuviese que elegir entre Trump y Maradona para el cargo de líder del mundo libre. Eso no significa que no haya mejores candidatos que ambos en el mundo del fútbol.

Podemos tener la seguridad de que Vicente del Bosque administraría los grandes conflictos mundiales con más sagacidad y cordura que Donald Trump. Después de haber resuelto el lío en la selección española entre los jugadores del Barcelona y del Real Madrid en tiempos de José Mourinho, Oriente Próximo es poca cosa.

El propio Mourinho es un personaje infinitamente más apto para ocupar el ala oeste de la Casa Blanca que el presidente electo neoyorquino. Habla mejor el inglés que Trump, tiene las ideas más claras y mantendría a su staff —el secretario de estado y otros miembros de su gabinete ministerial— a raya. El problema podría llegar en el tercero de los cuatro años de su mandato. La historia de Mourinho demuestra que en su tercera temporada en un equipo viene el derrumbe. Como dirían los estadounidenses, he goes nuclear. Se vuelve nuclear.

Hablando un poco más en serio, la figura del  fútbol mejor preparada para ejercer hoy como presidente de Estados Unidos es Jürgen Klopp.

Entre los jugadores, es verdad que la egolatría de Cristiano Ronaldo vuela en la misma estratosfera que la de Trump. Pero Cristiano, como su nombre indica, ofrece motivos para sospechar que lejos de los focos de las cámaras es un hombre compasivo que se esforzaría más que el mezquino dueño de Trump Tower para atacar la raíz de tantos de los horrores del mundo, la pobreza.

En cuanto a Messi, con la ayuda de su padre y sus asesores posiblemente llegase a superar los conocimientos del magnate neoyorquino en el importante tema de las finanzas. Su punto débil, como el de Trump, sería la política internacional. Si uno le dijera la palabra Aleppo, podemos suponer que respondería, “¿Y ese en qué equipo juega?”. Pero si Messi fuese capaz de aplicar ese GPS que lleva dentro del cerebro en el campo de fútbol al terreno geopolítico, quizá sería capaz de encontrar el hueco necesario para superar el autobús defensivo que Assad y Putin han aparcado en Siria para evitar que se marque el gol de la paz.

Hablando un poco más en serio, la figura del mundo del fútbol profesional mejor preparada para ejercer hoy como presidente de Estados Unidos es indudablemente Jürgen Klopp, el entrenador del Liverpool. El principal problema al que se enfrentará Trump será curar las heridas de un país que él se ha encargado de dividir más que nunca. Klopp posee el carisma, el tacto, el discurso y la claridad táctica necesarias para unificar a los habitantes de la nación más bipolar de la tierra. Es un alemán que se ha ganado a los ingleses, gente cuya nostalgia por sus hazañas en la Segunda Guerra Mundial es tan cansina como inagotable. Trump es un fascista por temperamento. Klopp sería el Churchill, el Franklin Delano Roosevelt, que hoy necesita la gran potencia nuclear de Occidente.

Y si no Klopp, cualquiera. Del Bosque, Mourinho, Ronaldo o Messi, por supuesto. Pero también Simeone, Guardiola, Ancelotti, Casillas, Rooney (bueno, quizá no Rooney) lo harían mejor en la Casa Blanca que Donald Trump.

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