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Djokovic apaga el fuego

Después de ceder el primer set ante el prometedor Thiem, el serbio se impone en su estreno en la Copa de Maestros (6-7, 6-0 y 6-2, en 2h 02m). Raonic vence a Monfils en el otro partido (6-3 y 6-4)

Alejandro Ciriza
Djokovic devuelve la pelota durante el partido contra Thiem.
Djokovic devuelve la pelota durante el partido contra Thiem.ANDY RAIN (EFE)

Subió el telón del O2, se abrió de par en par la puerta y la clásica erupción de humo que acompaña la salida de los tenistas a la pista dio la bienvenida a Novak Djokovic. “Lo hemos dicho varias veces, pero aquí los jugadores nos sentimos casi como estrellas del pop”, expresó el serbio después de su puesta de largo en la Copa de Maestros, resumida en un electrónico favorable (6-7, 6-0 y 6-2, en 2h 02m) y también algo engañoso, porque el joven Dominic Thiem le lanzó un serio aviso, a él y a los veteranos que todavía mandan en el circuito de la ATP: si alguno de ellos se despista, el relevo ya está aquí.

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El austriaco propuso lo que mismo que lleva haciendo toda la temporada, esto es, un juego fabuloso que a sus 23 años ya le convierte en al más firme aspirante a ocupar la zona de privilegio, el espacio en el que las nuevas caras han de ir haciéndose un hueco conforme los Ferderer, Nadal y compañía vayan echándose a un lado. Thiem, austriaco (1,85 y 81 kilos), chico discreto y aún desconocido para aquellos que no siguen el tenis de cerca, es el gran señalado, el alumno aventajado. Tiene talento y poso, la mentalidad adecuada y los pies sobre el suelo. Ahora, dicen los expertos, todo es cuestión de tiempo; Thiem, dicen, llegará a la cima.

De momento todo son buenas señales. Este año debuta en el O2 de Londres, un torneo que no acepta la duda ni el titubeo, por lo que él salió con fuerza y le envidó a Nole sin pensárselo. Técnicamente ya está a la altura de los mejores y por eso no extrañó verle al de Belgrado rebasado en más de una ocasión, por los suelos, viendo pasar la bola por uno u otro costado porque fue un tanto kamikaze en el inicio, con subidas mal medidas y demasiado atolondradas, y porque la derecha del austriaco coloca la bola en el punto exacto la mayoría de las veces.

Así, sin complejos, le birló el primer set a Djokovic, aunque en el tie-break se le encogió un poco el brazo y no lo consiguió –dos dobles faltas mediante– hasta el tercer intento. Como el serbio no está en su mejor momento, muchos pensaron que tal vez podía producirse la sorpresa, que quizá Thiem podía mantener el tono y llevarse el gato al agua, pero una cosa es la que se avecina (el futuro a corto plazo; Thiem, tal vez, algún día en lo más alto) y otra el orden presente. Djokovic, en mejor o peor estado, sigue siendo Djokovic, ganador de cinco ediciones de la Copa de Maestros –los últimos cuatro años de forma consecutiva–, 12 títulos del Grand Slam y hasta hace nada el indiscutible rey de la ATP. Ahora, con el orgullo herido, tiene la misión de rebatir la ascendencia de Andy Murray, así que tras ceder el primer parcial se recompuso y replicó como una fiera.

Apagó el fuego (rosco en la segunda manga), dejó a Thiem grogui en un visto y no visto, y a continuación otra exhibición de poder, de aquí el que manda soy yo; muy en la línea del técnico José Mourinho, presente en la grada, separado del bracelonista Gerard Piqué por solo un asiento. Nole afinó y multiplicó los errores no forzados del austriaco (47 por 25). Miró al frente y tomó la red (18 aciertos en 25 subidas). Atinó prácticamente cada vez que tuvo la opción de romper (5 de 6) y únicamente le brindó una oportunidad a Thiem, que terminó asfixiado y con 2,3 kilómetros en las piernas, yendo a pescar bolas de un lado a otro. Sin premio. El orden es el orden, y todavía no ha llegado su momento, todavía no.

Al menos, así lo entiende Djokovic.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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