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El Eibar gana al Betis y duerme en puestos de Europa

La expulsión de Piccini condiciona al equipo andaluz ante un conjunto armero con mucha pegada

Kike y Escalante celebran el tercer gol del Eibar.
Kike y Escalante celebran el tercer gol del Eibar.JUAN HERRERO (EFE)

Hubo un momento en el que sobre Ipurua sobrevoló el espíritu de Víctor Jara recordando a Amanda. Ocurrió al cuarto de hora, cuando Piccini quizás empujó a Inui antes de entrar en el área y el árbitro expulsó al italiano estrujando el reglamento hasta que sangrase tinta negra. Para más inri del Betis, Pedro León se sacó un toque sutil en el libre directo subsiguiente, fiel a su estilo, que superó la barrera y la estirada de Adán. Eran los primeros acordes de Víctor Jara, porque un poco más de cinco minutos después (el tiempo pasa) un centro de Inui lo empujó Sergi Enrich en el área pequeña demostrando la candidez de la defensa del Betis, despistada, blanda, desazonada.

Era el minuto 23 y el Betis había perdido los ahorros. De golpe, ante un Eibar ordenado, sencillo como una guitarra. Esta vez Adrián, como segundo punta no podía exhibir su capacidad de sorpresa, pero intimidando una y otra vez a centrales y medios centro, dudosos ante la responsabilidad de atender al nueve oculto entre las líneas enemigas. Pero sobresalía Enrich, el gastador infatigable, el desgastador inacabable, algo así como el lobo feroz al que buscaba Inui con el talento que tiene el japonés para hacer las cosas fáciles cuando parecen difíciles y viceversa.

Al Betis, la expulsión y los goles encajados le convirtieron en estatua de sal. No es fácil entender que la vida es eterna en cinco minutos. Víctor sacrificó a Joaquín para dar entrada a Cejudo, tratando de ganar equilibrio en la banda derecha entre ataque y defensa. Nada más cambió el técnico del Betis, que aplicar el manual. Y nada cambió el Betis, que decidió aplazar el instinto de locura que prosigue a la desesperación. Y nada cambió el Eibar, que decidió apelar al instinto de supervivencia antes que a la insurgencia.

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Entre el segundo gol y el gol del Betis, de Rubén Castro, fruto de error personal de Lejeune, a falta de otros cinco o siete minutos -según los bises que diera el árbitro-, pasaron muy pocas cosas: el Eibar era una lluvia fina y persistente, el Betis necesitó el descanso para cerrar el paraguas y lanzarse a la aventura, más aún cuando salió Sanabria a jugarse el todo por el todo. El gol concedido por Lejeune a Ruben Castro le hizo temblar al Eibar, acostumbrado a las duchas de agua fría. Pero un contragolpe lo sancionó Kike García tras repeler entre Adán y el larguero un disparo de Pedro León. Y el Eibar se fue a casa durmiendo en puestos de Liga Europa, con los mismos puntos que el Atlético. 47 millones de presupuesto con previsión de 15 de superavit nunca fueron tan aprovechados.

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