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SIN BAJAR DEL AUTOBÚS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Así gana el Madrid

Juan Tallón
Cristiano Ronaldo, ante el Sporting.
Cristiano Ronaldo, ante el Sporting.Francisco Seco (AP)

Hay una forma de jugar al fútbol que sólo sabe desplegar el Madrid, y que conduce siempre a la victoria, sin una explicación. Representa ya un estilo de vida. Y es inaprensible. No parece que exista tal estilo en realidad. Quizá ese sea el mejor estilo que existe. Está por escribir. Es extraoficial. A partir de cierto punto, se vuelve desentrañable, un secreto arrojado al fuego en el momento oportuno. Sólo sabemos que el Madrid gana, y a veces lo hace sin un cómo, ni un por qué, aplicando una hoja de ruta infalible, cuya primera regla es que no hay hoja de ruta ni hostias. Se trata de ganar por su propio peso, por el peso insoportable del Real Madrid, con su historia, su arrogancia y sus títulos inimitables.

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Alguien en el club desarrolló un día la fórmula y después la destruyó para que no la imitasen. Desde entonces sobrevive en el vestuario como atmósfera, que hace creer a la plantilla que está llamada para la gloria. Cuando sus futbolistas salen al campo se conjuran para ganar irremediablemente. Podemos imaginarlos hablando en voz baja en el túnel que lleva al terreno de juego, susurrándose al oído unos a otros: “Que parezca que no jugamos bien”. Esos partidos, con apariencia de fáciles, que sería una malísima noticia perder, y que tienen toda la pinta de que van a perderse, el Madrid consigue a menudo ganarlos. Hace que el fútbol parezca una conspiración. Son los días que emerge el estilo inexistente. Su estilo es tan bueno que se oculta, mientras los rivales se preguntan, casi protestando, por qué demonios ganan siempre, si nunca juegan de maravilla. Ese es su estilo. Un estilo que se esconde hasta poner el marcador a favor. ¿De milagro? No.

A veces la forma de jugar del Madrid queda atrapada cuando algún comentarista proclama que “el Madrid no juega a nada”, y en base a ese modelo, en apariencia ficticio, gana todos esos partidos que otros clubes —con un estilo real, transparente— consiguen perder. Conviene extremar los cuidados ante las apariencias. Donde parece que no hay nada, como el estilo, puede anidar un estilazo letal. En fútbol, la verdad se inventa en un instante. Ya Camba, hablando de otra cosa, que a su vez sirve para hablar del resto de cosas, avisaba de que el público no debe darse cuenta de que un autor escribe bien.

En los partidos que el Madrid se complica la vida, y el resultado promete ir mal, emerge más que nunca su estilo fantasma, que lo conduce a la victoria. Nadie sabe cómo, pero ya nadie pregunta. Y cuando alguien insiste en saber qué pasó, tentado a creer sólo en los milagros, otro lo explica con una simpleza extrema, carente de vulgaridad: “Pasó lo de siempre: el Madrid”. Es una individualidad, es una jugada fortuita, es una fatalidad… seguramente no es nada de esto. Nunca se sabrá exactamente qué es, salvo que así gana el Madrid, y sólo el Madrid, con su estilo indemostrable. Tal vez algún día lo aclare la ciencia, aunque sería desilusionante.

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