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César espanta el fantasma del cerrojo

Fue la gran tarde del delantero del Barça, en la final de Copa de 1951 ante la Real

Cesar levanta la Copa del Rey ganada a la Real en 1951.
Cesar levanta la Copa del Rey ganada a la Real en 1951.

La final de Copa de 1951 la jugaron el Barça y la Real Sociedad, y tuvo su miga. De la mano de Benito Díaz, la Real presentaba esos años en sociedad una táctica que para algunos representaba el futuro y para otros, el antijuego: el cerrojo. Ganó el Barça, en gran tarde de César, y muchos piensan que eso despejó de España la sombra del cerrojo, que ya por aquellos años empezó a instalarse en Italia.

Benito Díaz fue un tipo singular, estudioso y avanzado. Ya había sido entrenador de la Real cuando otra célebre final de Copa, la de 1928, que se jugó, caso único, en tres partidos. El primero se juega en El Sardinero de Santander, el 20 de mayo. Día de frío y lluvia, barro, mucha dureza, lesión de Plattko, que sale del campo (tiempo sin cambios) y tiene que volver cuando también Samitier queda inútil y el Barça se queda con nueve. Malherido, aguanta las cargas de la Real. De ese día data el poema de Alberti, que acudió al partido y quedó impresionado por el Oso rubio de Hungría. La cosa acabó en empate, tras prórroga. Se juega el desempate el 22 (ya sin Plattko, impedido) y vuelven a empatar tras prórroga. Se echaban encima los JJ OO de Ámsterdam, a los que España acudía con un equipo por primera vez amateur al que estaban convocados varios de la Real (Amadeo, Marculeta, Trino, Kiriki, Mariscal…) que todavía no eran profesionales. El primer partido de España estaba fijado para el 30. Se decide, pues, aplazar el nuevo desempate hasta la vuelta. Se celebra el 28 de junio, un mes, una semana y un día después del primer partido. Plattko aún no está curado pero, a campo seco, el Barça, más técnico, gana 3-1.

De aquello se hablaba aún en vísperas de la final de 1951. De aquello y de Benito Díaz, entrenador joven entonces de la Real (en la que antes fue jugador), entrenador no tan joven ahora de nuevo de la Real. Un importador de novedades, el primero que trajo la mirada del exterior a nuestro fútbol. Era separatista y durante la guerra se fue a Burdeos, donde hizo historia en el Girondins, que con él pasó de club amateur a uno de los grandes equipos profesionales de Francia.

Benito Díaz fue un tipo singular, estudioso y avanzado. Ya había sido entrenador de la Real

Volvió a la Real en la 42-43. Como era el único hombre de nuestro fútbol que miraba más allá de los Pirineos, a él se debió la aparición entre nosotros de la WM, táctica en boga en Europa entonces, desconocida en la aisladísima España. Consistía en un ordenamiento muy equilibrado: tres defensas, dos medios (la W), dos interiores y tres delanteros arriba (la M). También se le llamó El Sistema, que venía a remplazar a El Método, utilizado hasta entonces: dos defensas, tres medios y cinco delanteros. Según he leído alguna vez, la estrenó en Ferrol, en la 46-47, con victoria realista por 3-4.

La aparición del invento de Benito Díaz dio lugar a gran controversia entre los partidarios del modelo previo (2-3-5) y los partidarios de este. Benito Díaz tuvo un gran aval cuando a caballo entre el 47 y el 48 pasó por España el San Lorenzo de Almagro, que prácticamente contó sus partidos por goleadas jugando con la WM. La Federación resolvió la controversia mandando una circular en la que instaba a todos los clubes a jugar la WM.

El prestigio de Benito Díaz, Tío Beníto, fue tal que Guillermo Eizaguirre, seleccionador, le llevó de entrenador al Mundial de Brasil. Eizaguirre exportero del Sevilla, había hecho la guerra en el bando nacional como capitán de la Legión, pero entendió que su hombre era Tío Benito. Y resultó: España fue cuarta en aquel Mundial, su mejor clasificación hasta el que se ganó en Sudáfrica, ya en este tiempo.

La pregunta era: ¿hará Tío Benito el cerrojo ante el Barça?

Tras el Mundial, siguió en la Real, que finalizó quinta la Liga 50-51. Para entonces ya había empezado a utilizar una táctica más polémica: el cerrojo. Ponía un hombre más detrás de los tres defensas, con lo que tenía que quitar un delantero para mantener los dos medios y los dos interiores, lo que entonces se llamaba El cuadrado mágico. Aquello ya fue demasiado para muchos.

Pero aquel quinto puesto en la Liga fue una gran clasificación para un equipo que venía de tiempos en que había sido motejado de equipo ascensor, porque un año bajaba y el otro subía. Después de la Liga llegó la Copa, y la Real se plantó en la final. En las semifinales eliminó al Real Madrid, con 1-0 en Atocha y ¡0-2 en Chamartín! Fue la gran puesta de largo de su cerrojo. El Madrid se estrelló en su defensa y en dos contraataques los de Tío Benito habían batido limpiamente a Juanito Alonso.

La semana siguiente, en el mismo escenario, se jugó la final de Copa, contra el Barcelona. El equipo catalán estaba entrenado por Daucik, aún poco acreditado entre nosotros. Era el cuñado de Kubala, que había exigido su contratación para fichar por el club. Kubala, un genio, estaba en sus primeros partidos oficiales en el Barça. Tras meses jugando amistosos, había debutado en esa Copa, ante el Sevilla, en octavos. Deslumbraba. Estaba muy por encima del fútbol que se veía aquí.

La pregunta era: ¿hará Tío Benito el cerrojo ante el Barça? La respuesta era sí. Y otra: ¿ganará el partido, como ganó al Madrid? De ser así, el cerrojo se impondría como táctica del futuro, igual que antes la WM. Muchos se echaban a temblar.

Tío Benito, en efecto, hizo el cerrojo, y con doble pasador. Colocó al medio Patri de defensa central, entre los laterales Murillo y Marculeta; el central habitual, Suárez, se colocó por detrás de todos, como defensa escoba; y el extremo izquierda, Pérez, bajó a secar a Kubala. En la media quedaban Ontoria, Barinaga y Alsúa II, con auxilio del extremo Epi. Caeiro como último delantero. El portero era el veterano Ignacio Eizaguirre. El Barça salió con Ramallets; Calvet, Biosca, Segarra; Gonzalvo III, Martín; Seguer, Kubala, César, Aldecoa y Nicolau. Faltaba el gran extremo Basora.

Kubala se afanaba ante Pérez, pero cuando se despegaba le salía alguno. Los balones largos los ganaba Suárez. El Barça sufre hasta que en el 32 hay una falta que lanza Calvet y el enésimo rechace de cabeza de Suárez le llega a César, que marca de gran tiro. ¿Se desplegará ahora la Real? Ni por esas. En el 44, jugadón de Gonzalvo III, que cruza el campo en galopada y de un violento disparo hace el 0-2. En la segunda mitad, la Real sigue defendiéndose. Tío Benito decepciona, no se saca nada de la manga. En el 66, César se va en posición de extremo derecha y cruza el 3-0. El partido acaba así.

Adiós cerrojo, por fortuna. No fue Kubala, pero fue César, El Pelucas, con la ayuda de Gonzalvo III, el que lo hizo saltar. El juego aburrido y sin reacción de la Real en todo el partido le quitó toda la magia al invento de Benito Díaz.

El cerrojo tendría días de gloria en Italia, pero en España se estrelló aquella tarde.

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