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Eibar y Alavés saldan con un empate su primera vez

El conjunto armero puso más en el empeño ante un rival que solo quiso no perder

Edgar Méndez protesta una decisión arbitral.
Edgar Méndez protesta una decisión arbitral. Juan Herrero (EFE)

Se dice que la primera vez, en muchas facetas de la vida, no suele ser la más satisfactoria. Si acaso, la más emocionante. Se les notó a Eibar y Alavés, que se encontraban por primera vez en su vida en Primera División y se mostraban extraños, nerviosos, a pesar de disfrutar de una comodidad en la clasificación, aún sin urgencias el Alavés, aún sin sentir el mal del altura el Eibar. Como adolescentes en estos duelos de máximo nivel, se fueron repartiendo el protagonismo. Salio impetuoso el Eibar y remilgado el Alavés. El Eibar sustituyó a Adrián por Rubén Peña cambiando la velocidad de este por la llegada de aquel. El Alavés volvió a los tres centrales y prefirió futbolistas de desgaste a jugadores resolutivos. Deyverson, Ibai Gómez, Edgar calentaban banquillo como si fueran confeti en un partido de piñatas.

Tiró dos cohetes en 10 minutos el Eibar con Rubén Peña e Inui como improvisados artificieros. Volaron bajo. Durante 20 minutos, su fogosidad le llevó al área casi en estampida, mientras el Alavés resistía bajo su paraguas como si supiera que iba a llover y había que protegerse bajo el dintel de su portal. Solo cuando Manu García recibió un pase vertical, larguísimo, y encaró a Yoel que repelió su disparo, los nervios cambiaron de lugar.

Apareció en pinceladas Llorente, un par de gotas de Theo, demasiado subrogado a la presencia de Pedro León, cohibido por el veneno que tiene en la botas el jugador murciano. Con eso ganaba en defensa y perdía en ataque. Todo un capítulo de intenciones. Femenía, en el otro costado, pensaba lo mismo. Y todos pensaban lo mismo. El Alavés era un equipo precavido, satisfecho con haber producido un par de ocasiones y soñando con recibir pocos sobresaltos.

El Eibar vivió confundido y su confusión confundió el partido, una sucesión de topetazos, pérdidas de balón y ninguneo de los centrocampistas, de tal forma que la única estadística que crecía era la de los errores convirtiendo los aciertos en fuegos artificiales. El Eibar rescató el partido en la segunda mitad, cuando el Alavés soñaba con el placer del empate. Pero aún así solo consiguió una ocasión de gol cuando Pedro León envió un disparo al larguero.

ubió la intensidad el Eibar, ganó con la entrada (muy tardía) de Capa y de Adrián, se adueño del encuentro, pero no supo que hacer con él. El Alavés, aún con la llegada de Deyverson, Edgar o Ibai Gómez siguió pareciendo un ahorrador asustado, de los que guardan sus bienes bajo el colchón. Y por más que corrieron y corriendo, encendieron y apagaron luces, y alternaron la música de baile, entendieron que la primera vez no es siempre la más placentera y consiguieron un empate que a nadie satisfizo pero no dejó a nadie insatisfecho. ¿Quién puso más? Eso es lo de menos.

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