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El Alavés aprovecha su ocasión ante el Betis

Un gol de Deyverson doblega a un equipo andaluz que se mostró apocado en Mendizorroza

Llorente pugna con Sanabria.
Llorente pugna con Sanabria.ADRIAN RUIZ DE HIERRO (EFE)

Fueron dos jugadas, dos chispazos entre ese trabajo a destajo en el que se ha convertido el fútbol actual. Puro cálculo, pura precaución, puro sudor sin un átomo de riesgo. Fueron dos jugadas. Una fue un pase de Donk, mitad central, mitad centrocampista, según por donde circule el balón, un pase en la primera mitad que dejó solo a Rubén Castro frente a Pacheco y el portero alavesista anduvo más listo, más ágil, más contundente que la cabriola que quiso hacer el delantero canario, tan suave que se derritió antes de asomarse a la portería. La otra fue un pase profundo, similar al de Donk, casi idéntico, de Toquero, en la segunda mitad, a Deyverson, que el delantero brasileño interpretó a la perfección, corriendo hacia la derecha en su busca y rematando con la izquierda para descolocar al portero.

He ahí la diferencia: dos jugadas idénticas con resultado diferente. Así de sencillo es este fútbol tan presuntuosamente complejo. El resto fue forcejeo, tour de force, gladiadores empeñados en cazar a su rival con la red. El Betis apelando al sistema que le procuró el éxito contra el Athletic, es decir, amontonando futbolistas en su campo en busca de un llanero solitario que esta vez había dejado el caballo demasiado lejos. Estuvo jugando a un acierto o a un error que le procurase el gordo de la lotería. Y el Alavés rebuscando en los centros de Toquero y de Ibai Gómez un surtidor que le diera agua fresca. Todo lo demás era monotonía.

Puro forcejeo

Tanta que durante el primer tiempo no ocurrió nada de postín, ni siquiera de ropa de diario. Ni un tiro a puerta, ni un balbuceo en el área. Puro forcejeo. Poco de Theo o de Femenía, poco de Ceballos o de Joaquín, que no fuera sudar la gota gorda, hasta que el gaditano se rompió, y se rompió la poquita magia del Betis.

Y fue entonces cuando llegó el gol de Alavés, como podía haber llegado cualquier cosa. Y llegaron después las faltas, las tarjetas amarillas, los asomos al balcón del área sin ver el área. Solo un libre directo de Rubén Castro que detuvo Pacheco y un error de Pacheco en un balón colgado que encogió Mendizorroza. Pero nada más pasó. Fueron dos jugadas en 94 minutos. Una la aprovechó el Alavés, la otra la malgastó el Betis. Nada más. Quizás, nada menos.

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