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EL QUE PAGA LA LUZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aquel inolvidable corte de mangas

El fútbol ha dejado acontecimientos propios de los delirantes libros de Eduardo Mendoza

Piqué durante el partido contra Albania en el que jugó con las mangas cortadas.
Piqué durante el partido contra Albania en el que jugó con las mangas cortadas.Hektor Pustina (AP)

En el año en el que Cervantes todavía está aplaudiendo la concesión del premio que lleva su nombre a Eduardo Mendoza, el deporte, más en particular el fútbol, nos ha dejado una sucesión de acontecimientos que bien podrían tener cabida en alguno de los delirantes libros del escritor barcelonés. Ninguno como el de las célebres mangas de Piqué. Ocurrió en un partido de la selección española contra Albania, en medio del cual un pintamonas de filiación desconocida lanzó el aviso en las redes sociales: Piqué, tijeras en mano, había hecho desaparecer la gloriosa bandera española de su indumentaria. Enseguida algunos medios de comunicación, unos de contrastada integridad y otros que ya venían empocilgados de nacimiento, se hicieron eco de semejante hecho. Al grito de ¡Todo por la patria!, a Piqué le cayeron improperios de toda índole, denuestos varios, quién se cree que es el niñato para mutilar la enseña nacional, prietas las filas, ¡independentista!, se le gritó, como hace años se gritaba ¡comunista!, con el daño que provoca un insulto acabado en “ista”, prueben si no con ¡populista! Pero pronto se supo que aquellas tijeras que utilizó Piqué no cercenaron bandera alguna, pues no la había en su camiseta. El futbolista cortó sus mangas por una sencilla cuestión de comodidad. Conocida la verdad, algunos pidieron disculpas de viva voz, otros lo hicieron con la boca pequeña y otros, los más malevolentes, siguieron revolcándose en la mierda de una noticia invisible, a la que dieron pábulo porque en el periodismo deportivo actual la dignidad no da dividendos.

También este año, convertidas las redes sociales en confidentes de aquellos que algún día se llamaron informadores, recibimos no sin sorpresa la noticia de que Cristiano, ese futbolista que marca tantos goles porque es dos en uno, él y su ego, pidió al árbitro con gestos ostentosos que anulara un gol, lo cual sería asunto baladí si no fuera porque el gol lo había marcado un compañero suyo. Ocurrió en un partido entre el Madrid y el Athletic, y el tanto de Morata suponía el 2-1 y, por ende, la victoria del equipo blanco. Marcó Morata y Cristiano levantó su brazo derecho, porque le había dado un tic, quizá, o porque protestaba una acción anterior, quién sabe, o porque saludaba a alguien del público. El aspaviento fue captado por algún avezado internauta, que lo reprodujo en ese infinito mar de sabiduría que son las redes sociales y Cristiano y su ego quedaron sin defensa, presos de la cretinez, la propia (indemostrable) y la ajena (fácilmente demostrable).

Nos dejó el año también la imagen de los jugadores del Barça celebrando de manera algo chabacana un gol al Valencia, festejo que devino en el lanzamiento de una botella de plástico por parte de un joven espectador. Y hubo quien, incluso desde organismos oficiales, justificó la acción del iracundo muchacho. El suceso recuerda lo ocurrido en 1987, cuando Hugo Sánchez fue alcanzado por una botella de cava, que le abrió la cabeza, en un partido del Madrid en Sestao. Necesitó 12 puntos de sutura. Localizado el criminal que arrojó el proyectil, se justificó asegurando que su estado de embriaguez era tal que no recordaba los hechos, pero que estaba seguro de que él solo lanzó botellas de whisky.

El último suceso con el que las redes sociales entraron en éxtasis, y reforzaron nuestros magros conocimientos, tuvo a Parejo como protagonista. El jugador del Valencia salió una noche y se dejó grabar un vídeo por un lerdo que enseguida lo compartió con sus seguidores. Y al rato, algunos medios dieron publicidad a lo ocurrido, a la noticia del siglo, esto es, un chico de 27 años sale en su día libre y se bebe unas copas. Y lo que es peor ¡su equipo está en crisis! Si cada trabajador cuya empresa está en crisis dejara de salir de noche… No quiero ni pensarlo.

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