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Albert Llovera, cuando correr ya es ganar

El piloto de Andorra, parapléjico desde los 18 años, afronta su quinto rally Dakar, el segundo consecutivo en camiones

Albert Llovera, en la cabina de su Tatra en el Dakar 2016.
Albert Llovera, en la cabina de su Tatra en el Dakar 2016. Petr Lusk

En octubre de 2015 Albert Llovera (Andorra, 50 años) ya se había hecho a la idea de que ese año, a diferencia de los dos anteriores, no se subiría en un avión rumbo a Buenos Aires el 26 de diciembre. El piloto de Andorra no iba a participar en el Dakar solo unos meses después de terminarlo por primera vez en su tercera participación, la segunda consecutiva a los mandos del buggy de MD Ralley Sport. "Me quedé sin copiloto y los de buggy se querían ir al África Race. Yo me negué porque no tenía repercusión. Negocié con Ford, pero al final se lo llevó Xevi Pons. Tenía claro que no iba a ir", asegura Llovera.

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Entonces, cuando ya no tenía esperanzas, a 12 días de que muchos vehículos embarcaran rumbo a Argentina, recibió una llamada que lo cambió todo. "Era el coordinador de Tatra. Se lesionó uno de sus pilotos y buscaban a alguien. Me preguntó si quería correrlo en un camión y en cuanto me dijo que no era de asistencia, que era de carreras, le dije: 'nos vamos". Era la primera vez que se subía a uno y logró terminar la prueba en la posición número 35. Iba a todo trapo, pisando a fondo unas máquinas limitadas a 140 kilómetros por hora. En 2017 será su segunda experiencia.

Llovera se subió este lunes, otro 26 más, a un avión rumbo al Dakar sin miedo a nada. Ni a los espasmos, ni a la anemia, ni a su insomnio y, ni siquiera, a las consecuencias que le suponga a su cuerpo competir, una vez más, en el rally más extremo del mundo. Solo quiere correr. Lo hace desde que a los 18 años quedó parapléjico en un accidente mientras esquiaba con el equipo olímpico de Andorra, con el que había competido en los Juegos de Invierno en Sarajevo en 1984.

Poco después de quedarse en silla de ruedas descubrió la velocidad, la adrenalina, su pasión. Disfruta con ella, ya sea en un coche, en un buggy o en un camión y en cualquier prueba. También en el Dakar, rally que poco se asemeja a lo que a él le gusta. "Mi jefe de equipo me dice que no sabe por qué voy, siempre me suelta: 'Tú eres muy poco conservador, eres un depredador nato'. Es la verdad, por eso me gusta más la prueba de Argentina porque soy más racing”. Como buen depredador, lo que le va es la adrenalina. "La descargo antes de ir al Dakar", afirma, "este año he corrido cuatro etapas del rally cross, que no tiene nada que ver. Esto es adrenalina pura y en el Dakar la tienes que ir dosificando porque si no, no duras ni una etapa. Aquí tienes que ir tranquilo, pensando todo el día. Hay que estar muy atento", asegura Llovera.

"Me mataban los espasmos"

En el Dakar, además de disfrutar, sufre más de la cuenta, especialmente en la altura de Bolivia. "Cuando iba conduciendo me mataban los espasmos. Se me movían las piernas unas 16 o 18 horas al día. En el camión me quedaba aeróbico porque me trabajan todos los músculos del cuerpo. Me estaban consumiendo", asegura el piloto, sin sensibilidad de los abdominales hacia abajo. "Además, tenía anemia, no comía nada. Tenía el plato delante y no podía. Todos me decían: 'Albert, come algo que vas a petar'. Comía y lo vomitaba todo, no me entraba nada. Si aguanté fue por la proteína que me daban", cuenta.

Pese a todo eso, y a lo maltrecho que pueda volver a estar, volverá a sentarse en su camión el próximo día 2 de enero en Asunción, desde donde arrancará el Dakar. "En mi vida me habría pensado que subiríamos por sitios así con un camión. Además, hay mucho pique pero cuando uno de ellos se golpea, el otro se para. Es la ley de los camiones. Esto en los coches no pasa, si no hay sangre no paras", asegura Llovera, que volverá a revivir todo, el sufrimiento y la pasión del Dakar, en apenas seis días.

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