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Odegaard, en la casilla de salida

El noruego, estancado en el Castilla tras llegar con el aura de futura estrella, busca una cesión que relance su progresión

Odegaard, durante el partido de Copa del Madrid ante la Cultural.
Odegaard, durante el partido de Copa del Madrid ante la Cultural. Emilio Naranjo (EFE)

Dos años después de que con los 16 recién cumplidos el Real Madrid le presentara como a una estrella mundial en Valdebebas, Martin Odegaard está muy cerca de cerrar una cesión que le permita relanzar su progresión. La irregularidad ha marcado sus actuaciones en el Castilla, donde ha jugado desde su llegada. En el primer equipo la presencia del noruego ha sido escasa. Entrenamientos, giras y dos partidos oficiales, uno de Liga y otro de Copa, son todo su bagaje bajo la dirección de Ancelotti, Benítez y Zidane.

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Odegaard y su familia, con el beneplácito del club, apuestan por la Eredivisie holandesa como el campeonato idóneo para crecer y explotar. La pujanza y los minutos que le ofrece el Heerenveen convierten a este club en la primera opción por delante del histórico Ajax de Ámsterdam, más atractivo por pedigrí, pero donde tendría más problemas para tener continuidad. El destino final de Odegaard se ha elegido tras truncarse su salida al Stade Rennais recientemente. El club francés, ante una advertencia de la FIFA, ya descartó su fichaje este verano porque su minoría de edad lo impedía. Odegaard cumplió los 18 años el pasado 17 de diciembre y desde entonces se ha dedicado a buscar un club fuera de la Liga española.

La hoja de ruta inicial no contemplaba que Odegaard se pasara dos años jugando en Segunda B en las filas del Castilla. Su familia y él mismo tenían previsto que se fogueara lo antes posible en una categoría superior. “Cuando llegó no le podías pedir que rindiera a un nivel altísimo. Fue sumando competición, conociendo la exigencia que supone jugar en el Real Madrid. Ahora sí es el momento de que dé un paso más y demuestre que es capaz de rendir al máximo nivel”, afirma Luis Miguel Ramis, su entrenador el año pasado en el Castilla.

A su llegada, Odegaard se encontró en el filial con compañeros que recelaban de su presencia. Sus privilegios, su contrato, con cifras de jugador profesional, y el rumor siempre presente en el vestuario de que tenía que jugar sí o sí no le impidieron adaptarse rápido. Al principio, se integró con los que hablaban inglés. Seis meses después, con la nueva temporada, fue cogiendo confianza y soltándose con todos en un español fluido y asimilado en tiempo récord. Buen chico y tranquilo son las palabras con las que más le definen algunos de sus compañeros.

Poco propenso a salir

Aficionado al fútbol-tenis, hizo buenas migas con el austriaco Lienhart, el colombiano Narváez o el guardameta Alfonso Herrero, con los que solía acudir a algunos restaurantes de la capital para saldar sus apuestas. Fuera de eso y las cenas de equipo, no era muy propenso a mostrarse y salir. “Solo tengo 17 años”, les decía a compañeros más vivos. Aquel adolescente enclenque, con escasa presencia y que dejaba alguna que otra pincelada, ha dado paso a un jugador más corpulento, más decidido a ser determinante y omnipresente en el terreno de juego. “Tiene una técnica sobresaliente y una capacidad enorme para leer el juego en la zona ofensiva. Atrás llegó con muchas carencias, pero fue creciendo y aprendió a trabajar en defensa”, abunda Ramis, que le achaca falta de remate: “Un jugador como él tiene que hacer daño. Intentamos incidir en que participara más en las acciones de finalización ya fuese directa o indirectamente. Mejoró, pero todavía tiene que ser más peligroso”, asegura el técnico catalán.

Su salida del Madrid dos años después de su llegada implica que debe explotar todo su potencial para regresar, ya sí, con el aura de estrella mundial con el que fue fichado.

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