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El Sevilla congela a la Real Sociedad

El delantero Ben Yedder, con tres goles, fue el fusilero a las órdenes del general N’Zonzi

FOTO: Los jugadores del Sevilla celebran uno de los goles. / VÍDEO: Rueda de prensa de los entrenadores.Foto: atlas | Vídeo: MIGUEL RIOPA (AFP) / ATLAS

Era el partido esperado. El que mide la estatura de dos equipos que acarician el cielo, juegan bien y tienen una intensidad brutal. La Real no había sucumbido al placer del éxito y el Sevilla no es de los conjuntos que se encogen tras un fracaso, como el de su derrota en la Copa ante el Madrid. De hecho, el ejército de Sampaoli examinó los motivos de su derrota, los diseccionó hasta la extenuación y llegó a una conclusión definitiva: había que hacer lo mismo que les hicieron, o sea presionar muy arriba, robar el balón a la velocidad del rayo y protegerlo como si necesitara cuidados intensivos. Así resurgió el Sevilla, como el iceberg que hundía el Titanic de la Real, un equipo que solo había perdido un partido en Anoeta.

Dio dos manotazos la Real, en remates de Willian José y Carlos Vela, antes de que N’Zonzi se vistiera de mariscal, Nasri se erigiese en capitán y Ben Yedder en fusilero mayor. Cuando el franco-congoleño sacó la mopa, más que el polvo se llevó por delante a la Real entera, seca en el centro y con las alas cortadas. Ni Vela ni Oyarzabal eran capaces de volar más allá de un par de aleteos. Y sin bandas, la Real se ahoga.

La competencia, aunque desigual, la desniveló Rulli. Tan habitual en las operaciones de salvamento, tropezó con un error inesperado: un disparo previsible de Franco Vázquez, sin mucha violencia, lo repelió como si se hubiera topado con un misil. Ni lo atrapó (que debía), ni lo despejó (que podía). Para más inri, Ben Yedder se lo coló entre las piernas.

Rulli, al menos, se redimió con tres intervenciones posteriores, cuando el Sevilla disfrutaba bajando por su tobogán. El problema es que la defensa realista incidía y reincidía, se disparaba continuamente al pie, al derecho y al izquierdo; siempre se daba a sí misma en una ruleta rusa que solo podía llevarle al fracaso. Le pasó a Yuri cuando despejó con la izquierda un centro sencillo (tal es su desconfianza en la derecha) y lo hizo hacia adentro y habilitó a Ben Yedder, tras el pase de Vázquez, para que hiciese el segundo.

Pasó y pasó en más ocasiones, a veces por asuntos individuales, a veces por cuestiones colectivas, porque los centrales jugaban alejados entre sí y respecto de los medios centro. No se arregló nada con el cambio de Mikel González por el joven Elustondo, buscando más agilidad defensiva. El muchacho anduvo desorientado por la movilidad y la velocidad de Ben Yedder y Nasri, tipos que aparecen como las estrellas fugaces, en décimas de segundo y por los sitios más insospechados. Aunque tampoco tuvieron que imaginar mucho: uno por la banda, otro por el centro, balón profundo control y remate. Rulli paró lo que pudo para evitar lo inevitable, pero el buen partido del Sevilla se convirtió en un tobogán por el que bajaba el equipo de Sampaoli con la algarabía de los niños. Marcó Sarabia al poco de ingresar en el campo y marcó Ben Yedder el cuarto para que el hat-trick ampliara su sonrisa hasta que le doliesen las mandíbulas.

No había noticias de la Real, que miraba más al reloj pidiéndole celeridad para que evitase que la goleada le afectara al ánimo más de lo debido. Fue un recital goleador del Sevilla que se fraguó en el mediocentro defensivo. N’Zonzi solo se equivocó una vez: en el minuto ochenta y pico cuando hizo un pase mal. Quizás le apetecía ver qué se sentía. Y a la Real se le congeló la mirada.

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