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Osasuna y Valencia empatan en un duelo entretenido

Osasuna y Valencia compiten en errores y aciertos y se reparten los puntos para quedarse como estaban

Rodrigo lucha con Unai García.
Rodrigo lucha con Unai García.Jesus Diges (EFE)

Era la tormenta contra la helada, o la lluvia contra el granizo. Era el miedo contra el temor. Un ex director deportivo, Vasiljevic, en un banquillo, y un ex delegado en el otro, Voro, habitual de las emergencias. Servicios de urgencias en ambos casos. Si la historia pesa, el armario de Osasuna y Valencia está empotrado en una pared demasiado estrecha. Ambos han quemado entrenadores como en la hoguera de San Juan y aún quedan ascuas, pavesas. A saber qué pasará con tanta Liga por delante: tres entrenadores en Osasuna, antes de que den las 12, y tres entrenadores del Valencia, con dos repeticiones de Voro, antes de que den la diez. Así se va a donde los jugadores quieran, hasta donde asuman la responsabilidad de lo ocurrido, hasta donde quieran corregir su ortografía.

Quizá por ello todo fue un sobresalto. No había un discurso progresivo, una intensidad creciente. Demasiadas precauciones defensivas de ambos equipos, demasiada esperanza en lo circunstancial. Y ocurrió —porque ocurrió— que Munir aprovechó un pase de Siqueira para marcar y banderillear a Osasuna que aún cabalgaba en la pradera. Eran dos minutos, o sea nada, ni sudor ni nada, como si juegas con guantes. Y la engancha y la pone en el único sitio posible. Segundos antes, mientras en el estadio atronaba una pitada contra la directiva rojilla en protesta por el ir y venir de entrenadores, Santi Mina se había encontrado un balón suelto y solo con Mario, portero osasunista por delante. El disparo del delantero gallego se fue a la grada, pero fue un aviso.

Tras el tanto de Munir, quién le decía al Valencia que no lo estaba haciendo bien, y quien le decía a Osasuna que lo está haciendo mal, cuando resulta que empata Oriol Riera, cuatro minutos después, tras un grosero error de Mario Suárez, que no se sabe qué quiso hacer, si controlar o despejar; pero el resultado fue que dejó el balón muerto para que Riera empatara.

Malas defensas

La ruleta rusa del director deportivo y el delegado solo había comenzado, porque sin querer Oriol Riera marcó en propia puerta, porque cuando te golpeas la rodilla, te puedes romper la mano. Y ocurrió que se equivocó en lo que tenía que hacer. Y sucedió lo imposible. Como en el cine. Ocurrió que la necesidad de ganar comenzó a hacer estragos. Ambos atacan mejor y ambos defienden peor.

Las urgencias son así. Y marcó Roberto Torres con un gran disparo de zurda cuando el Valencia suponía que su calvario había llegado a la cumbre y no había cruces amenazantes en el horizonte porque Osasuna era una nube baja. Y resulta que empata Roberto Torres cuando ni siquiera el cielo estaba gris.

Y luego va Montoya y se hace un eslalom que acaba con el balón en la red. Y sucede que hay un penalti claro para el Valencia que Parejo lanza como quien golpea una bola de nieve y acaba en las manos de Mario. Y resulta que poco después, el lateral izquierdo Clerc, el mejor del partido se fabrica un gol donde nadie lo esperaba.

Quizás fue lo justo en un duelo de urgencias. Lo que está claro es que el empate fue un analgésico para aliviar unas horas y poder dormir. Nadie se curó en El Sadar. Tampoco nadie empeoró tampoco.

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