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El Olympiacos deja en estado crítico al Barça

El equipo griego, sin Spanoulis pero liderado por Printezis, aprovecha la ofuscación azulgrana

Robert Álvarez
Waters, entre Dorsey y Oleson.
Waters, entre Dorsey y Oleson.Alejandro García (EFE)

El Barcelona se ha enredado a más no poder en la telaraña en que se ha convertido la Euroliga, una competición en la que cada vez se adivina más inalcanzable la posibilidad de meterse en el corte que dejará en pie a los ocho primeros. El Olympiacos clavó un estacazo tremendo en el Palau Blaugrana. Aprovechó a la perfección el terror escénico que se ha apoderado del equipo de Bartzokas. Más que jugar los partidos, diríase que se somete a una tortura. No sabe aprovechar sus buenas rachas (33-27) ni prevenirse de colapsos como el que sufrió al inicio del tercer cuarto. Los alardes de Rice o de Koponen se convierten en ejercicios individuales de rescate.

BARCELONA, 67; OLYMPIACOS, 69

Barcelona Lassa: Rice (15), Navarro (3), Claver (4), Doellman (5), Tomic (12) –equipo inicial-; Dorsey (7), Vezenkov (2), Oleson (0), Koponen (16) y Renfroe (3).

Olympiacos: Mantzaris (5), Lojeski (11), Papanikolaou (8), Printezis (16), Milutinov (6) –equipo inicial-; Green (8), Birch (2), Young (1), Papapetrou (2), Waters (8) y Athinaiou (1),

Parciales: 20-17, 13-12, 21-27 y 13-13.

Árbitros: Lamonica (Italia), Jovcic (Serbia) y Petek (Eslovenia).

Palau Blaugrana. 5.173 espectadores. 17ª jornada de la Euroliga. El Barcelona suma 7 victorias y 10 derrotas.

A menudo, se entrampa el Barcelona en situaciones delicadas en las que, no se sabe cómo, queda absolutamente a expensas de su rival. Le sucedió ante el Olympiacos, cuando recibió un 6-15 en los cuatro primeros minutos del tercer cuarto que puso el marcador en 39-44. Vapuleado por Printezis y la sucesión de estadounidenses, con Green y Waters al frente, empezó a sufrir el tembleque, a jugar con precipitación, al borde un ataque de nervios en cada una de sus acciones.

El Barcelona es capaz de rehacerse, es cierto, y lo demostró. Rice y Koponen le dieron cuerda a su ataque. Y llegó a plantarse con seis puntos de ventaja (64-59) cuando quedaban cuatro minutos y medio. Pero no se entiende por qué Tomic comete dos faltas en ataque, por qué Dorsey, que estuvo bien en el rebote, no acaba de explotar todas las posibilidades de su potente físico y no remacha algunas jugadas. Por qué jugadores que deberían tener un peso enorme en este tipo, como Doellman o Navarro, desaparecen en combate. Y otros como Oleson, Vezenkov y Renfroe apenas dicen ni pío.

Tampoco se entiende los motivos por los que Vezenkov comete la última falta, con empate a 67, cuando solo quedaban siete segundos. Mantzaris anotó los dos tiros libres y Rice, en el poco tiempo que quedaba, sobre marcado porque era de cajón que iba a ser él quien se iba a jugar ese último balón, acabó haciéndose un lío y no llegó a tirar.

Perdió el Barcelona, de la misma manera que hubiera podido ganar, pero lo que no cambiará en absoluto es que es un equipo al que cada vez le cuesta más imponer un estilo, dominar el ritmo de juego. Cada vez actúa más a golpes de orgullo e individualidades, algo que se valora, pero insuficiente.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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