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Jovetic hace de Sergio Ramos en la victoria del Sevilla ante el Real Madrid

Tras un duelo titánico, un gol del montenegrino en el tramo final hace sucumbir al Madrid tras 40 partidos invicto y confirma la solidez de un Sevilla con cuajo, fútbol y mucha fe

José Sámano
Sergio Ramos, rodeado por Varane y Ben Yedder, cabecea el balón que terminaría en su propia portería.
Sergio Ramos, rodeado por Varane y Ben Yedder, cabecea el balón que terminaría en su propia portería.CRISTINA QUICLER (AFP)

Si hay partidos que sellan a los equipos, uno de ellos fue el del Pizjuán, más apasionante que seductor, pero extraordinario para calibrar a uno y otro: firme el Madrid, tremendo el Sevilla. Tuvo poso el Real, que se quedó a un paso de la victoria en un encuentro solo para espartacos, ganado finalmente por un cuadro local que es cosa seria, muy seria. Lo fue en desventaja y con el arrebato final, cuando retorció el marcador con un remangue fantástico. Un repunte que engrandeció lo que es este Sevilla, que no se rinde ni a tiros, que se cree lo que es: un gran equipo, con carácter, fútbol, épica y fe. Lo pagó el Real, que sucumbió tras un récord de 40 partidos invicto, y lo hizo por su flacidez final, cuando Sergio Ramos, el más señalado de la noche, batió a su colega Keylor Navas y luego puso el sello Jovetic, cuyo disparo superó más de la cuenta al meta costarricense, inopinadamente fuera de lugar en la jugada decisiva.

A los campeones se les mide en muchas circunstancias, por lo que dan con el viento a favor y en jornadas crudas. Volaba el Madrid en ambas direcciones, con un penalti ejecutado por Cristiano en medio de un reto mayúsculo. Pareció una estocada para los de Nervión, pero este equipo tiene espinazo, se resiste a ser un telonero. Tiró de coraje, se rebeló contra su presumible papel de resistente y como un jabato dio la vuelta al resultado en el tramo final. Un equipazo este Sevilla, que trasciende a cuestiones pedestres, que es mucho más que un conjunto volcánico. Tiene juego, jugadores y hueso.

De entrada, el choque nada tuvo que ver con el de la Copa, esta vez con los titulares al frente. Ambos equipos tuvieron más poso que gallardía. Cada cual anuló a cada cual, de eso se trataba, según el plan de cada equipo. Con tres centrales el Madrid, con dos zagueros de cierre y otros tantos pivotes defensivos el Sevilla (N’Zonzi e Iborra). Ambos temerosos, respetuosos. Así, no hubo quien se impusiera de inicio, tablas en todos los sectores del campo. Lo mismo barría Casemiro que tiraba de pico y pala N’Zonzi, el mejor de la cita, coloso entre colosos.

Los Nasri y Modric, de peones, a la espera de una rendija en un duelo sin rendijas, sin concesiones, más pizarrero que atractivo. Un brindis de entrenadores, no de aficionados. Resultado: tuvo empaque el Sevilla, tuvo empaque el Madrid. Cada defensa no tuvo discusión. Todo medido, muy medido, sin nadie que se soltara los grilletes. Más pendientes uno y otro de negarse, que de imponerse. El duelo requería un solista. Muchos sobre el campo, pero hasta el final ninguno con do de pecho. Prudencia y prudencia, te temo y me temes, me aguantas y te aguanto. Me cuido y cuídate.

Respeto. Siempre lo tuvo el hidalgo Madrid, y se lo ha ganado con creces el Sevilla. Ni con fórceps había manera, cada asalto era mundial. Un partido de contundencias, solo apto para tipos curtidos, para gente con solidez, caso de los tres centrales dispuestos por Zidane, Varane, Ramos y Nacho, impecables toda la noche hasta que el capitán de Camas hizo de Danilo y se la coló a Keylor Navas. Una muestra más de que este Madrid tiene muchos registros, lo sabe y lo interpreta Zidane, cada jornada más entrenador que solo padrino de unos y otros, por más que doblara la rodilla al final. Y bien que lo es Sampaoli.

Envidó con todo el técnico local, pero sus muchachos tiraron de freno de mano hasta el gol de Cristiano. Nunca antes hubo grandes oportunidades hasta que Carvajal metió el turbo y Sergio Rico se cruzó en su aventura. El meta tocó la pelota, pero cayó el lateral y el árbitro sospechó que hubo condena. Así lo decretó. Acertó CR, de puntillas por Nervión, y pareció que era el punto final. Pero no hay bandera blanca en este Sevilla.

La entrada de Sarabia y Jovetic dio un segundo aire a los de Sampaoli. Lejos de griparse ante todo un Madrid en alza, este Sevilla no quiere estar destinado al olvido. Con los relevos cambió de marcha, Ramos desvió en mala dirección un centro de Sarabia y Jovetic cazó un disparo que pilló a Keylor mal puesto. El Madrid había perdido el paso justo cuando el Sevilla daba falsas muestras de haberse cegado ante la enjundia de semejante adversario. Si había que medir a este pujante Sevilla, nada mejor que su rebeldía final. Llegará donde llegue, pero está para lo fino y para lo grueso. Es algo más que un equipo de boinas verdes. Se le vio ante un Madrid que claudicó sin remedio, más por empeño ajeno que por flojera propia. Hay Liga.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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