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EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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Disfrutando de las penas de Pep

Guardiola, en el partido ante el Tottenham.
Guardiola, en el partido ante el Tottenham.Alex Livesey (Getty Images)

“No hay mayor dolor que recordar los tiempos felices desde la miseria.” Dante Alighieri

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Schadenfreudees una de las palabras alemanas que Pep Guardiola habría aprendido cuando entrenaba el Bayern Múnich. Significa regocijarse en el mal ajeno y es lo que han estado sintiendo desde Navidad muchos ingleses al ver sufrir al Manchester City, el equipo al que Guardiola se mudó en el verano. La derrota del City contra el Everton por 4 a 0 el fin de semana pasado les causó especial satisfacción.

El sentimiento es especialmente intenso en aquellos que padecen el virus Brexit, definido por la profesión médica como una condición mental específicamente inglesa que combina la paranoia, la megalomanía, la insularidad y el nacionalismo. El origen de todo es el miedo que sienten los pacientes hacia todo lo que no es nativo, un miedo que se compensa, o se intenta inmunizar, con una actitud agresivamente despectiva hacia los extranjeros. Cuando el fútbol penetra en el organismo los síntomas del virus se recrudecen.

La reacción a la llegada de Pep Guardiola a la Premier League en el verano escenificó la división entre aquellos que son vulnerables al virus y aquellos que no.

La reacción de los que sucumben a la brexitis fue: “¡Ja! ¿Este finolis del juego bonito se cree que nos va a dar lecciones de fútbol a nosotros los inventores del deporte? ¿Se cree que porque triunfó en España y Alemania va a hacerse dueño de nuestra liga? ¡Pues ya verá! La Premier League es cosa de hombres. Es dura, es intensa, es la mejor del mundo y ya verá ese listillo español cómo todas esas teorías sofisticadas que tiene sobre la posesión del balón y tal naufragan contra las rocas del agresivo juego inglés”.

La reacción al arribo de Guardiola a tierras inglesas fue otra entre aquellos cuyos sistemas corporales resisten las embestidas del virus Brexit: “!Qué suerte que tenemos los ingleses de tener entre nosotros al arquitecto catalán del gran Barça, el mejor equipo de los últimos tiempos! ¡Qué afortunados somos de tener aquí en Inglaterra un entrenador cuyos dos clubes anteriores formaron el núcleo de las dos últimas selecciones ganadoras de la Copa del Mundo! Guardiola aportará una inteligencia y un refinamiento nunca vistos en la Premier. Mejorará el City y subirá el nivel de los demás equipos ingleses. Con su ayuda y su ejemplo, volveremos a ser competitivos en Europa”.

En el fútbol, siendo lo que es, absurdamente imprevisible, ambos bandos han tenido motivos esta temporada para conseguir aquello a lo que los futboleros más aspiran: reivindicar sus opiniones o prejuicios. El City empezó como un tren. Guardiola no había tenido un mejor comienzo como entrenador ni en el Barcelona, ni en el Bayern. El City ganó sus primeros diez partidos marcando 30 goles y concediendo solo seis. Los que padecen la brexitis se callaron; los otros celebraron: “¡Por fin un equipo inglés que juega como los mejores del continente!”.

Pero en octubre todo cambió. La derrota por 4 a 0 contra el Barcelona en la Champions ofreció una chispa de optimismo a los que estaban al acecho, atentos a señales de debilidad en el proyecto Pep. Por favor, que sigan perdiendo, pensaban, como si fueran aficionados del Real Madrid cuando Guardiola estaba al mando del Barça.

Pero se recompuso el navío en noviembre, un mes en el que no perdió el City y consiguió la revancha contra el Barcelona, una admirada victoria en casa por 3 a 1. Diciembre, en cambio, fue el mes más cruel con derrotas contra el Chelsea, el Leicester y el Liverpool. La debacle contra el Everton hace una semana redondeó un feliz comienzo de año para los que ansían que Guardiola fracase.

El consenso entre los comentaristas de prensa y televisión ha sido que la defensa del City es un flan, que —para enorme deleite del sector brexitero— Guardiola cometió un error enorme cuando fichó a Claudio Bravo del Barcelona en el verano para remplazar a Joe Hart, el portero titular de la selección inglesa. Muchos se regocijan hoy ante la creciente percepción de que Bravo es el peor portero de la Premier.

Los que disfrutan de las penas de Pep tuvieron otra ocasión de festejar este fin de semana cuando el City desperdició un 2 a 0 a favor y acabó empatando en casa 2-2 contra el Tottenham. Una vez más, el schadenfreude: una vez más se celebró la falta en el City de lo que el sector brexitero se jacta de ver como la mayor virtud del fútbol inglés, la viril rudeza defensiva.

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