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Semifinales de la Copa del Rey | Barcelona, 1 - Atlético, 1
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Viva la Copa

Más que una Copa fue el 'copón', una eliminatoria arrebatadora, tan tremenda como intrigante

José Sámano
Godín y Piqué luchan por la pelota.
Godín y Piqué luchan por la pelota.Manu Fernandez (AP)

Más que una Copa fue el copón, una eliminatoria arrebatadora, tan tremenda como intrigante, con idas y venidas, penaltis, expulsiones. Una trama con el motor de emociones a toda mecha. Un pulso tan vibrante y febril que dejó la sensación de un mundo al revés: el Barça es finalista con más tachas que un Atlético caído con la grandeza del genuino Atlético de Simeone. Desde el intermedio del Calderón solo un ratillo fue inferior a los azulgrana. El Barça, pese a estar en la final, tiene motivos presentes para inquietarse. El Atlético tiene argumentos para reforzarse en la idea de lo que fue y ya no parecía ser.

Frente a las emboscadas colchoneras el Barça no encontró una vía de evacuación

De entrada, el campo de minas del Atlético, invasor del territorio azulgrana en la primera media hora, no solo hizo mella en el Barça, sino que evidenció por enésima vez el antídoto contra los barcelonistas cuando no se alistan Iniesta y Busquets, los que junto a Guardiola y Xavi hicieron prevalecer el sector de medio campo. A partir de ellos, el eje ya nunca fue un simple apeadero, sino buena parte de la madre del cordero. Hoy, sin los actores principales, ya no es una zona de goce, sino de sufrimiento.

Partido a partido se acentúan los tramos de penuria de los de Luis Enrique para trenzar el juego de puerta a puerta. Frente a las emboscadas colchoneras, con orden y convicción, el Barça no encontró una vía de evacuación. Contracultural como ha sido en los mejores y recientes capítulos de su historia, el riesgo táctico está en el gen del Barcelona. Y no han sido pocos los que ante tanta intrepidez han sufrido mal de altura, interiores, porteros y zagueros, obligados a jugar al límite, con el pelotazo como pecado mortal. Se liberó Cillessen en la ida, y lo hizo André Gomes en la vuelta. Tan de puntillas y robótico todo el curso, por una vez el luso se quitó los grilletes, se descamisó.

Relevo de Busquets en una posición muy cardiaca, dos audacias del portugués rescataron a los locales. Más cohibidos aún Denis y Rakitic, por fin un volante azulgrana se atrevió a romper las líneas enemigas, lo que naturalizó al Barça e hizo recular a los muchachos de Simeone. Durante los últimos quince minutos del primer acto, pero suficiente para activar a Messi, al que nadie daba bola hasta entonces.

Más reconocible el Barça, ya enfocado Messi, llegó el tanto de Luis Suárez. Un goteo de Leo valió por una estupenda media hora de los visitantes, en la que solo hubo plano azulgrana para Cillessen, acorralado de pies y manos por un Atlético en combustión, decidido, bizarro y muy estudioso. Ni una tacha hasta entonces, vencido de nuevo por la chistera única de Messi y la puntería de Suárez.

Si André Gomes fue el mensajero del genio en el primer episodio clave del choque, la destemplanza general marcó el dislocado tramo final. Se perturbó Sergi Roberto, se equivocó un asistente al anular un tanto de Griezmann, se pasó de frenada Carrasco, tiritó Gameiro en el penalti y al árbitro le dio un ataque de árbitro. Un partido volcánico que merece un Viva la Copa.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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