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Osasuna-Real Madrid: Zidane rectifica a tiempo

El equipo blanco supera a un rival jabato gracias al cambio de sistema del segundo acto en un duelo marcado por la escalofriante lesión de Tano

José Sámano
Benzema falla ante Sirigu
Benzema falla ante SiriguAlvaro Barrientos (AP)

Afeitado desde la pizarra de Zidane, el Madrid tardó un periodo en gobernar al último de la Liga, que se batió sin dejarse nada en el depósito. No le alcanzó al mancomunado Osasuna, al que retorció el Madrid en el segundo tiempo, cuando Zidane tiró de un sistema más reconocible, del ocaso del 5-3-2 al apogeo del 4-4-2. Mudado el esquema, su timbre de autoridad fue otro, el que se preveía por la distancia que separa a uno y otro. Eso sí, del Sadar, más allá de los puntos, ganador y perdedor se fueron compungidos por la espantosa lesión de Tano. Tras infortunado trompazo con Isco, al chico, de 26 años, se le fracturó la pierna derecha. Escalofriante.

Fue un pulso propio del genuino Sadar. Nunca hubo fútbol para endomingados en esta plaza, toda la vida en combustión, con abundancia local de boinas verdes, máxime cuando los retos se amplifican. Así fue esta vez, sin importar la clasificación de los navarros. Puso la cara el colista, y vaya si la dio. Desde el camión escoba de la Liga, Osasuna compitió con lo que tiene: colmillo, fe y Sergio León. El delantero cordobés, jugador de escaparate para otros mercados, catalizó a los suyos tanto como Benzema a los blancos.

Uno y otro pusieron el lazo a un partido para jabatos, en los que cada disputa exigía tirar de fórceps para conquistar la pelota. En poco ayudó el nuevo césped del recinto pamplonica, que impedía todo bote al balón, en el que daba la sensación de que la pelota circulaba con calambres. Sin el tapiz adecuado, entre la armadura de Osasuna y la confusa puesta en escena del Madrid el choque resultó más gladiador que fluido hasta que mutaron los de Zidane.

Los dos técnicos mudaron el sistema. Vasiljevic renunció a la zaga de cinco, justo la pizarra que rescató Zidane. Se apañó un Osasuna fajador, pero no tanto el Madrid, al que el traje táctico no le sentó bien. Con tres centrales se supone que los zagueros de banda deben ventilar el juego con mayor soltura. No hubo migas de Danilo y, más adelantado, limitada su capacidad de llegada como un relámpago, Marcelo tuvo menos impacto del habitual. Zidane tampoco sacó partida de la inopinada alternancia de Casemiro y Modric. Por alguna extraña razón, el técnico decidió que el brasileño se expandiera por delante del croata.

Al enredo se sumó Isco, que tardó en concretar su papel. En el transcurso del partido, Zidane aprovechó ciertas circunstancias para rectificar sobre la marcha. Tras el empate naturalizó la escala de Casemiro y Modric. Con la lesión de Danilo, la defensa alistó solo a cuatro y Marcelo y Modric tiraron confetis. De repente todo se ordenó mejor, con un medio campo alineado, con James a la izquierda e Isco a la derecha. Lo agradeció el Real, con mayor gobierno en el segundo tramo.

Benzema, la mejor percha visitante

Hasta que Zidane dio marcha atrás el encuentro estuvo abrochado por ambos equipos. Mientras prevaleció la intendencia, cada cual exprimió sus mejores ráfagas, casi siempre capitalizadas por Benzema y Sergio León. El francés es un arcano. Nunca se sabe cuando aparecerá su versión más zen. El Sadar, donde nunca fue fácil fardar para cualquier futbolista con frac, era un escenario propicio para una de esas noches de pecho frío del galo. No esta vez. Él fue la mejor percha visitante, decisivo en el primer tanto, con su periscópica asistencia a Cristiano, y también actor principal en la diana de Isco tras una incursión en el área osasunista. Entre gol y gol, Benzema resucitó a Casillas. O eso pareció Sirigu, que le sacó un remate a bocajarro con una estirada que ya patentó en su día Iker en el Pizjuán.

El francés fue decisivo en el primer tanto y también actor principal en la diana de Isco

Sin todas las agarraderas necesarias que exigía el envite, ni siquiera el gol de CR permitió al Madrid peritar mejor el encuentro. No se destemplaron los de Vasiljevic, bien anclados por Fausto y Causic como bucaneros. En realidad, con todos con el corazón en los huesos. Pese a tanto desengaño, este colista no está rendido. No lo hizo ante el campeón de Europa y esperó su momento. Tiene nombre propio: Sergio León, un futbolista de altura, hábil en el juego corto, con piernas para el largo y mucho picante para el gol. Hasta en un equipo con tantas tinieblas es capaz de buscarse las habichuelas para producir, fútbol y, sobre todo, goles.

Lo hizo tras un desajuste de todo el Madrid, que se comió un pase de Fuentes desde su propio campo. León, que o bien ha madurado tarde o no ha dado con un espía con ojo clínico, se coló entre Varane y Ramos y batió a Keylor con un toque picadito. No hay mejor veta para este Osasuna. Lo advirtió Keylor, al que el punta osasunista obligó a dos grandes intervenciones, antes y después del tanto terminal de Isco. Un gol derivado del cambio de formato que permitió al Madrid colonizar el segundo tiempo y fundir al abnegado Osasuna, cuyo papel de resistente no pudo finalmente ignorar la lógica, certificada por el cierre anotador de Lucas Vázquez.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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