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Al Real Madrid no le basta con un arrebato contra Las Palmas

Los canarios, valientes y con muy buen pie, someten a un rival pálido que solo se aferró a la épica final y que pierde el liderato de la Liga

Gareth Bale protesta al árbitro en la acción en la que fue expulsado. En vídeo, declaraciones de Sergio Ramos y Keylor Navas.Vídeo: SERGIO PEREZ / EPV
José Sámano

Un partido con un final apoteósico dejó con el ceño fruncido al Real Madrid y al Las Palmas. A los blancos por el patinazo y su poca sustancia salvo un do de pecho final. A los canarios porque se vieron ganadores en Chamartín por primera vez en su historia y no lograron la gesta con todo a favor. Nadie brindó, pese al punto para los canarios y el empate rascado por un Madrid, más heroico que fluido y firme, que de nuevo tuvo que recurrir a la épica. Y con diez, por la faena que le hizo un Bale descontrolado sin motivo.

Fue un reto de puertas abiertas. Paso a paso Las Palmas, con el turbo el Real Madrid. Dos estilos, muy elogiable el del equipo canario, bizarro, con gusto por la pelota, sin amarras, nada tacañón, le cueste lo que le cueste. Uno de los animadores de la Liga, de esos conjuntos que dan vuelo al torneo, dispuesto a improvisar la gloria del modesto, que explora un rasgo diferenciador. Un equipo de pensamiento propio, el de Setién, decidido a desmentir que la creatividad conspire contra la eficacia. Suceda lo que suceda, no se achica ni a tiros, ni en Chamartín, donde fue Las Palmas, sin más.

Le costó al Real Madrid dar con el hilo, de nuevo con muchos altibajos, nada regular, con mucho que mejorar. Hasta que sonaron los tambores ya al borde del precipicio. Ni siquiera encontró una lanzadera con el madrugador gol de Isco, que, como si no tuviera pulso, resolvió con tanta precisión ante Javi Varas como geométrica fue la asistencia de cirujano de Kovacic. El gol, que a tantos hubiera destemplado en semejante escenario, no sacudió al Las Palmas. Ni siquiera los dos goles anulados a Morata por fuera de juego, un par de dedos, no más. En un parpadeo respondieron los canarios, señal de que van a lo suyo. Tana se las ingenió para sacar la cadena a Sergio Ramos y lanzar un zapatazo imposible para Keylor Navas.

El empate de los chicos de Setién reflejó el equilibrio en el juego, sin un gobernador claro. Bale era la mejor bala local, no solo por su tremenda zancada, sino también por algunas espantadas defensivas de Jesé, que tuvo con Carvajal el duelo de la noche. Como a tantos de sus colegas, a Jesé le cuesta vigilar por el retrovisor. Las Palmas es un equipo de dos miradas: al frente y a la pelota.

Más allá del galés, el Real Madrid apenas encontró vías, sin carrete Cristiano hasta el trecho final, diluido Isco. Y con Morata siempre al límite del fuera de juego, con los centrales amarillos más predispuestos al juego que al choque, el sello del equipo. Las Palmas se articula a partir del balón. Con él es capaz de poner el tiempo entre paréntesis. Tiene gente para ello, de Roque Mesa a Viera y Tana. Ello le permitió, sobre todo enganchado a Viera, que lo bordó en todos los sentidos, amedrentar al Madrid, al que hizo correr a menudo detrás de la pelota. No tiene cañones en ataque, pero abrocha y abrocha el balón para incordio de su adversario, se llame como se llame. Tan contracultural es este equipo de Setién que resulta más peligroso en el medio campo que en los metros finales.

Aturdido el Real Madrid, Bale reventó el partido de forma inopinada. En un partido limpio, sin dientes de sierra, el galés sufrió un cruce de cables injustificable. De vuelta del descanso tiró una patada a Viera, que resistió el embiste y luego se encaró. El árbitro ya llevaba la amarilla al viento. Un bledo le importó al británico, que replicó al canario con un empujón. Un espasmo desconocido en Bale, más bien de pecho frío.

La expulsión descamisó al Real Madrid, como quedó plasmado en el penalti de Sergio Ramos apenas diez minutos después. El andaluz hizo de Keylor en un avance de Simón. A la parada del capitán blanco respondió Viera con el 1-2 de penalti.

Al grupo de Zidane solo le quedaba una tromba, un arrebato de aúpa. Más que eso desde que Boateng, partiendo de campo propio, dejó atrás a Marcelo, superó a Keylor en su salida a tumba abierta y anotó el 1-3. No se rindió el Madrid, desesperado por el tercer tanto anulado a Morata, esta vez por una legítima posición del punta. El error arbitral coincidió con el mejor asalto de la noche de los madridistas, reconvertidos, ya sin Isco, con Benzema, Lucas y James. No tuvo cuerda suficiente, por su inferioridad numérica y porque Las Palmas no cejó en su querencia por la pelota. Ni siquiera ante su primera victoria en el Bernabéu renunció a sus señas. Mantuvo el pulso y no se arrugó en el golpe por golpe.

Hubo oportunidades de todos los colores para unos y otros, una cascada de ocasiones. Un remate al larguero de Ramos, otra de Lucas, otra de Cristiano, otra de Benzema... Y las réplicas de Jesé. Hasta que Castellano metió la mano y Cristiano dio vidilla al Madrid, más aún con su cabezazo para el 3-3. El duelo ya exigía una camisa de fuerza, desatado como estaba. Un partido de locos, emotivo, pasional, con dos equipos sin depósito negándose la rendición. Heroico era para Las Palmas y para un Madrid con diez. Pero todos se fueron con mala cara.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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