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Simone Zaza: “Antes de estos seis meses pensaba que era invencible”

El delantero del Valencia relata las dificultades que tuvo en el West Ham donde dice que se estaba volviendo loco y el daño que le hizo el penalti fallado contra Alemania en la Eurocopa

Eleonora Giovio
Simone Zaza, este viernes en Paterna durante la entrevista.
Simone Zaza, este viernes en Paterna durante la entrevista. JOSÉ JORDAN

“15 minutos y no más, por favor”. Pide uno de los responsables de prensa del Valencia. A los 15 minutos de reloj se presenta en una de las salas de la Ciudad Deportiva de Paterna. Se marcha sólo cuando Simone Zaza le dice que todo OK. La charla, afortunadamente, puede prolongarse hasta los 40 minutos. En italiano. Zaza (25 años, Policoro, Italia) juguetea con unas llaves y habla sin parar de los últimos seis meses en los que dice que se estaba volviendo loco, del daño que le hizo ese penalti fallado contra Alemania en la Eurocopa y de las mofas que llegaron después. De lo que cuesta pedir ayuda cuando las cosas van mal, como en el West Ham, club que abandonó en el mercado de invierno para recalar en el Valencia. "Cuando volví al pueblo este verano los niños me preguntaban: ¿por qué fallaste ese penalti con lo bueno que eres?... No se me ocurría otra cosa, ante tan bonita ingenuidad, que contestarle: porque fui un estúpido ", dice. Sonríe, se toma su tiempo, reflexiona. Nunca mira el móvil, apoyado encima de la mesa, ni el reloj.

Pregunta. ¿Es religioso?

Respuesta. Sí, mucho, aunque no pueda ir a misa. Cuando no jugaba al fútbol iba todos los domingos. Soy creyente, pero no me gusta exteriorizarlo, es algo íntimo y privado.

P. ¿Es verdad que hasta hace poco tenía tarjeta de prepago en el móvil?

R. Sí, porque soy un poco despistado, doy de alta tarifas sin darme cuenta e igual tengo tres diferentes en el móvil y no uso ninguna. Pagaba facturas por nada. Con la tarjeta de prepago le pedía a mi padre que me la recargara y ya.

P. ¿Tiene mamitis?

R. Menos que antes, pero hablo con mi madre y mi padre a diario. Siempre les agradeceré lo que han hecho por mí, si he llegado hasta aquí es mérito de ellos, mío también, pero sobre todo de ellos.

P. ¿Por qué?

R. Por el apoyo, porque nunca me han obligado a nada. A mi madre todavía hoy le da igual que juegue bien o mal, lo importante para ella es que no me haga daño. Mi padre es un apasionado de fútbol, jugaba, pero nunca me ha dicho: tienes que ser futbolista. Nunca me ha dicho: chuta con la izquierda o con la derecha. Tanto es así que yo empecé con el taekwondo.

P. ¿Por qué lo dejó?

R. Lo dejé después de dos años porque el gimnasio estaba a 20 minutos de coche de casa y porque cuando hacíamos partidillos de fútbol en la plaza del pueblo con los amigos veía que era bueno y me apunté a una escuela. No podía hacer las dos cosas.

P. Ibrahimovic dijo que el taekwondo le había ayudado en la coordinación. ¿A usted también?

R. Sí, por ejemplo para controlar el balón a dos metros de altura. Tengo que decir, además, que soy un tronco, si me doblo no llego a tocar los pies con la punta de los dedos… el taekwondo me ha ayudado porque a pesar de eso, sí puedo estirar la pierna por encima de la cabeza.

Estos últimos meses me he vuelto loco. No sabía cómo y dónde volver a empezar, no sabía cómo recomponer los pedacitos de mi vida

P. Se fue de casa con 14 años. ¿Cómo es separarse de la familia sabiendo que no es tan descontado que uno llegue a ser futbolista de Primera?

R. Tengo que darle las gracias a mis padres porque no fueron nada egoístas y podrían haberlo sido ya que yo era hijo único. Tampoco era una gran promesa, era un chaval que sabía jugar al fútbol, sin más. No ponía en ningún lado que habría llegado al más alto nivel. Fue difícil porque venía de una realidad muy diferente a la que me encontré. Salía de un pueblo de 1.000 habitantes cuya ciudad más cercana estaba a 15 kilómetros y tenía 15.000 y terminé cerca de Pisa, una ciudad de verdad. Recuerdo que antes hice unas pruebas en el Empoli y no me cogieron. Lo pasé mal, no por el hecho de que no me cogieran sino porque no conseguía relacionarme con chavales de mi edad. Llevaban unos años allí y parecían mayores que yo, más maduros de la edad que tenían. Necesité el empujón de mis padres para seguir.

P. ¿Esos problemas de adaptación son parecidos a los que tuvo en el West Ham?

R. No me adapté allí y gran parte de la culpa es mía. No fui capaz de hacerme a una ciudad como Londres. Creía que, futbolísticamente, la Premier me habría venido bien por mis características de juego y lo sigo pensando, pero cuando llegué allí me encontré con un ambiente que no entendía, no conseguía entrar en las dinámicas de trabajo: entrenamientos, alimentación, estilo de vida. Quizás también por los malos momentos que había pasado poco antes, como la Eurocopa, no tenía la misma fuerza mental. Antes pasaba de todo, iba por mi camino, nada me afectaba; allí por cada cosa negativa me venía abajo. Me sentía caer más bajo después de cada golpe, y a mí eso no me había pasado nunca.

P. ¿Tanto influyó ese penalti fallado?

R. Sí y no. No fue tanto el penalti en sí sino lo que vino después. Y ni siquiera hablo de las mofas, yo también me descojono cuando veo los goles que he fallado. Hay dos cosas que me han hecho mucho daño: haber contribuido a destrozar todo lo que habíamos creado con la selección y la imagen que se dio de mí, la impresión que la gente tenía de mí. Se decía que quise hacer il coglione e lo spavaldo [el gallito].

P. ¿Esos saltitos eran de engreído?

R. Ahora me río [suelta una carcajada], hasta hace dos meses cuando hablaba de esto me daban ganas de reventar una mesa. En ese mes de concentración con Italia nos quedábamos todos los días a tirar penaltis después del entrenamiento y yo, que nunca he sido rigorista [lanzador de penaltis], no fallé ni uno. ¡Con los mismos saltitos que di antes de tirar el penalti a Neuer, no fallé ni uno! Me dolió mucho aquello, creo que nunca me olvidaré, pero ahora tengo la espalda más ancha.

P. ¿Gracias a qué? ¿A la experiencia en Inglaterra, al paso del tiempo, a la edad?

R. Creo que ha sido una mezcla de todo porque en estos últimos meses me he vuelto loco. No sabía cómo volver a empezar, dónde volver a empezar, no sabía cómo recomponer los pedacitos de mi vida. Futbolísticamente había dejado de ser yo, físicamente me estaba recuperando de un principio de pubalgia aunque sinceramente no creo mucho en estas tonterías, era un problema de cabeza.

P. ¿No pidió ayuda?

R. No, y es algo que tengo que trabajar en el futuro. No le pedí ayuda a nadie, ni a mi novia, ni a mis padres.

P. ¿Nadie sabía lo mal que estaba?

R. Sí pero me conocen y para evitar que les soltara un bufido, sobre todo mi madre, me dejaban en paz. Luego llegó un punto que sí intervinieron. Creo que la ayuda más grande me la he dado yo tomando la decisión de venir aquí. Ahora las cosas van bien a nivel futbolístico, pero hubo un momento en que me dije: 'vale, me voy del West Ham seis meses después de haber llegado. Me voy sin estar bien físicamente y sin estar listo para jugar. ¿Y si las cosas en el Valencia no salen bien? ¿Qué hago? ¿Me tiro por las vías del tren?’. Es un miedo que me duró media tarde. Luego me dije: basta, quiero volver a ser el que era antes. Llamé a mi padre y le dije: me voy al Valencia.

Ahora me río, hasta hace dos meses cuando hablaba del penalti fallado me daban ganas de reventar una mesa

P. A Immobile le pasó algo parecido en Alemania y ni en el Sevilla consiguió remontar. Demasiado pesaron en su cabeza esos meses malos en la Bundesliga como para dejarlos atrás ¿Qué le hace pensar que para usted será diferente y que conseguirá dejar atrás esos seis meses?

R. Me acordaré de esos meses durante toda la vida, quiero recordarlos, también lo que ocurrió en la Eurocopa. La diferencia es que ahora esas dos experiencias me dan fuerza. Valencia me gusta, me gusta estar aquí, no he marcado 20 goles, pero estoy jugando bien y estoy volviendo a ser el que era.

P. ¿Qué ha encontrado aquí que le hace sentir cómodo?

R. Le resultará una tontería, pero el sol, el clima, el mar, la comida, la gente que es parecida a la del Sur de Italia. Aquí es más como en mi casa y me es fácil relacionarme con la gente. En Londres la gente era más fría.

P. ¿Lo ha vivido como una derrota personal?

R. No. Han sido los seis meses más feos de mi carrera y en ciertos aspectos también de mi vida. Antes de estos seis meses yo pensaba que era invencible. No que era el mejor, porque siempre he sido un chico humilde, pero sí creía que era invencible porque nada me afectaba. Me he dado cuenta de que no era tan fuerte como pensaba y ahora que he asimilado el golpe, vuelvo a sentirme fuerte.

P. Le honra reconocerlo.

R. Es la verdad.

P. Sí pero a veces es más fácil buscar excusas.

R. Si quiere le hago un listado de coartadas, pero no me gusta eso. Me porté siempre bien en esos seis meses, no monté líos, ni siquiera cuando no jugaba o me mandaban al banquillo. Me he entrenado como un profesional y lo único que no me gustó del West Ham es que en las últimas tres semanas me mandaran a entrenar a las 7 de la mañana con los chicos de 15 años. Me ponían doble sesión para que me volviera loco.  Yo me entrenaba sin decir nada. Les pedí que me dieran otra oportunidad porque quería demostrar que podía jugar allí. No me la dieron.

P. Me ha dicho un pajarito que ya ha contagiado al grupo con su garra.

R. [Sonríe] Es bueno para mí, cuando estoy así es porque estoy bien no sólo físicamente sino mentalmente. Y eso que hoy me he cabreado porque no me he entrenado bien, me sentía pesado y no me salía nada. Estoy a gusto aquí, físicamente estoy bien y mi cabeza está libre, despejada. Me alegro por los que me quieren y que han sufrido más que yo y en silencio todos estos meses.

A veces me cuesta estar en este ambiente: hay mucha gente mala y yo no sé ser un hijo de p--a

[SUMVACIO]“A veces me cuesta estar en este ambiente: hay mucha gente mala”

P. ¿Qué ha cambiado?

R. Que ahora asumo mis responsabilidades.

P. ¿Antes no?

R. Sí, siempre me ha gustado pero antes titubeaba más y cuando había algo que no quería ver, hacía como que no lo veía. Mejoraré seguro cuando me haga más adulto, pero ahora sí asumo mis responsabilidades y reconozco si es algo es justo o equivocado.

P. ¿Quién le ha enseñado más en el fútbol?

R. Mino Favini que me quiso en el Atalanta.  Me tocaba mucho las bolas cuando era un chavalín porque era un poco capullo. Él siempre me decía: ‘Simone, escúchame bien. Puedes llegar a ser muy bueno. Me daba consejos técnicos, tácticos, me decía cómo había que comportarse. Ha sido un abuelo para mí. Otro que me ha enseñado mucho es Eusebio Di Francesco [su técnico en el Sassuolo], me ha dado confianza y continuidad en Serie A. Los frutos de su trabajo se ven todavía hoy: el gol que hice contra el Athletic me lo enseñó él. Esos movimientos me los enseñó él. Me ha tratado como un hijo. Y luego está el míster Antonio Conte. Yo no tengo mucha experiencia en el fútbol, pero para mí es el mejor entrenador: tácticamente y por cómo sabe motivarte antes de los partidos. Supo ver qué tipo de persona soy.

P. ¿Qué tipo de persona es?

R. Sólo le digo que a veces me cuesta estar en este ambiente, en el del fútbol.

P. ¿Por qué?

R. Porque hay mucha gente mala y mucha gente que sólo piensa en sus intereses. Quizás me habrían ido mejor las cosas si hubiese sido más listo y más hijo de p—a, pero no sé serlo. No habría tenido tantas discusiones, no habría chocado tanto con otras personas, habría podido jugar sucio y poner luego cara de ángel.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de deportes, especializada en polideportivo, temas sociales y de abusos. Ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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