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El Real Madrid rompe el embrujo del Athletic en San Mamés

Casemiro da el triunfo al equipo de Zidane, muy lacónico en su juego (1-2)

FOTO: Los jugadores del Madrid felicitan a Casemiro por su gol. / VÍDEO: Rueda de prensa de los entrenadores.Foto: atlas | Vídeo: luis tejido (EFE) / ATLAS

Al Real Madrid no le hizo falta esta vez el salvavidas de Sergio Ramos. Tenía descanso, o más concretamente, trabajo extra con Aduriz, Raùl García y las incursiones de Williams. Le relevó al mando un lugarteniente más silencioso dando órdenes en el área contraria que llegó en el momento justo. El Madrid funciona de atrás hacia adelante, todo lo contrario de lo que sugiere su agenda deportiva. El Athletic resistió e insistió. Fue el Athletic, con sus carencias y su Williams, el artilugio que salta las vallas del contrario con piernas de gacela. Y ganó el Madrid, que pudo perder y empatar. Pero ganó con calma, quizás con demasiada calma. La que le produce un centro del campo gastado y una BBC lacónica.

El Real Madrid visita San Mamés una o dos veces al año, como mandan los cánones. Pero solo este año San Mamés se vistió de gala como hace tantos años para recibir un clásico de la Liga. Charangas en el metro, ruidosas como un carnaval anocheciendo, y en los aledaños que quemaban la extraña primavera de la Catedral. Tan desangelado vivía San Mamés que escapó del aburrimiento en cuanto el fútbol le propuso un asunto visceral de aquellos que se lidiaban, sí, con charangas, llenazos y cánticos. De aquellos que se libran con más carácter que fútbol, con más pintura que estética, con más paño que trazo. Partidos gruesos, incluso viscosos, en busca de un autor que los perfile. Y hubo varios que decidieron usar el tapiz de San Mamés para encontrar un paisaje, una firma. El Madrid entendió que el partido tenía mucha miga y mucha corteza y permitió que el Athletic sacara el cuchillo acostumbrado para las grandes celebraciones. Se lo permitió quince minutos en los que sintió el temblor de la Catedral. El Madrid parecía un tendido eléctrico derruido: Modric alejado de la corriente, Kroos enganchado a un clavo ardiendo, Bale colgado de una nube y Cristiano amenazando lluvia, no tormenta.

Y sin embargo, el partido se enredó en una noria de difícil destino. Idas y vueltas de arriba abajo, oportunidades varias, amenazas como escarpias, de Raúl García, que se la quitó a Lekue; de Cristiano, en fuera de juego; de Yeray, de Cristiano, otra vez, con respuesta de Kepa. Y el Athletic empuja que te empuja, proponiendo el fútbol de doble sentido como mejor estrategia para adelantar camino, es decir tropezando sin caer. Y tropezó en una jugada en la que todos los defensas midieron mal la jugada. Cristiano se coló entre la espalda de Yeray y la mirada de De Marcos, y Benzema buscó cobijo en el hueco de la escalera que no supo bajar Laporte. En esas circunstancias, el gol del Madrid no es una profecía, sino una realidad. Y fue gol. De Benzema, porque el francés, a la baja o al alza, hay situaciones que no perdona. Era esa y como quizás no hubiera otra, la embocó con esa certeza que le acompaña incluso en los malos momentos. Y el de Bilbao no era ni mejor ni peor.

Al Athletic le fallaban los costados. Y ya se sabe que al Athletic le gusta atacar de lado. Williams no encontraba su velocidad de crucero (lo hizo tras el descanso) y De Marcos era un ayudante demasiado lánguido para acelerarle las piernas y el corazón. Por la izquierda, Lekue tenía el atrevimiento que a Balenziaga le faltaba para atravesar las líneas enemigas. Y en ese ir y venir del partido el Madrid fue juntando efectivos, adelantando a Modric (que no se acerca a lo que es), afinando Kroos que ejerce de futbolista silencioso y amparándose en Casemiro, guerrero e ingeniero al mismo tiempo, dispuesto a todas las batallas, cayendo en algunos cebos, esquivando otros, jugando al límite del reglamento, como acostumbra. Aún no se sabía que el partido estaba en sus pies. Que esta vez sería él y no Ramos quien resolviera el crucigrama de una forma demasiado sencilla.

Benzema marca ante Laporte el primer gol del Madrid en San Mamés.
Benzema marca ante Laporte el primer gol del Madrid en San Mamés.MIGUEL TOÑA (EFE)

Porque antes el Athletic empató el partido, en la segunda mitad. No fue un asunto casual. Williams crece a la misma medida que los minutos. El cansancio de los demás es su alimento. Y de pronto emergió como acostumbra en las segundas partes, convirtiendo el partido en un infierno para Marcelo y compañía, para todo aquel que utilizase su banda para defender o atacar. Cuando la velocidad le funciona, hasta el regate le anima. Y fue una, y otra, y otra vez las que desbordó por su costado hasta que llegó el centro que cabeceó Raúl García para que Aduriz lo cabecease a su vez a la red a 10 centímetros de la línea de gol.

La BBC había funcionado con un informativo mínimo, el del gol de Benzema, apenas un flash de su actualidad tan intermitente. Y a cambio el Athletic había encontrado al mejor Williams, el mejor pie de Beñat (oscurecido en la primera mitad), el Aduriz más activo. Pero hay cosas que por más que se ensayen no funcionan. En toda la primera mitad el Athletic, bajo el síndrome de Ramos, solo concedió un córner. Y lo remató Sergio Ramos, solo, con dificultad, pero solo. Quizás pensó el Athletic que era demasiado pronto para el que el talismán del Madrid enseñase su anillo de oro. En la segunda mutad, tras el gol, abundó más esa jugada. Y resulta que en un saque de esquina, Cristiano peinó hacia atrás y Casemiro remató, solo, sí, solo, a placer ante el desesperado Kepa. Quizás todo sea previsible, pero nada es evitable. Todo eran circunstancias, acciones aisladas en un partido tenso, como correspondía a su historia y a su trascendencia. Partido de corriente alterna, con algunos chisporroteos, cortocircuitos y energías que trasladaban el calor y el frío de un lado a otro bajo el sol liviano de Bilbao.

San Mamés fue el talismán, pero del ambiente, el talismán social de las grandes tardes, lleno hasta donde es posible, musical, abanderado en ambos fondos. Pero no pudo ser el talismán que ha protegido al Athletic hasta el momento. Concedió su segunda derrota aunque nunca la sintió inevitable. Tampoco el Madrid se sintió ganador hasta que pitó el árbitro. Fue un clásico y lo ganó un futbolista poco clásico, Casemiro. El gol adelantó una posición en el organigrama del Madrid: del central (Ramos) al medio centro. La BBC sigue con la carta de ajuste.

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