_
_
_
_
_

El Celta se salva a costa del Deportivo

En aquel decisivo partido de la temporada 69-70 salieron a relucir todos los agravios históricos

Joanet se anticipa a Lezcano en el partido de la temporada 1969-1970.
Joanet se anticipa a Lezcano en el partido de la temporada 1969-1970.AS

En la 69-70, el Celta reaparecía en Primera División, tras una década de ausencia. Allí se iba a reencontrar con el Dépor, que en los sesenta llegó a ser conocido como equipo ascensor, porque subía y bajaba continuamente. Pero en ese momento, con un presidente joven y audaz, Antonio González, se sentía seguro. Aspiraba a más. Se estaba dotando de una nueva estructura. Entró como gerente un destacado periodista coruñés, Manuel Fernández Trigo, más adelante gerente del Madrid.

Antonio González era hombre prometedor y multifacético. Exjugador del club, fue también presidente de las federaciones gallega y española de hóckey sobre patines, deporte en el que había llegado a ser internacional. Cuando llegó la Asamblea de la Federación del verano de 1969 sonaba para el Consejo Directivo, entonces más reducido que ahora. Galicia tenía tres equipos en Primera (el otro era el Pontevedra) y dos en Segunda (Ferrol y Orense). Él era la cara más conocida de Galicia.

Más información
Isidro al Real Madrid y Luis al Betis
Kopa lanza el ‘marketing’ y escandaliza a Francia
Karag acierta y el Atleti es campeón

Un grupo de clubes que se movían en aquel tiempo entre la zona del miedo en Primera o de las aspiraciones en Segunda, presentó una propuesta: que la Primera pasara de 16 a 18 clubes. Encabezaba el movimiento el Sabadell, cuyo presidente, Ricardo Rosón, reclutó para la causa a los gallegos a cambio de apoyar a Antonio González para el Consejo Directivo.

Pero en la jaula de grillos que fue la Asamblea (como cada año), González les falló, o le fallaron ellos a él. La cosa es que ni González salió ni la Liga se amplió. En Vigo corrió que el Dépor ya no temía el descenso, que estaba agrandado y que González ni votó ni hizo campaña por la ampliación. Le acusaron de “nuevo rico futbolístico”.

Pero la realidad fue por otro lado. Al final de la primera vuelta, el Dépor era el tercero por la cola y bajaban tres mientras que el Celta estaba cerca de la zona templada. Y tercero por la cola seguía el Dépor cuando, a tres jornadas del final, le tocó recibir al Celta, que le precedía en tres puestos y cuatro puntos. El partido se presentaba con tintes dramáticos. El Dépor necesitaba ganar. El Celta sabía que ganando se salvaba seguro.

De aquel partido se hablaría durante años.

Salieron a relucir todos los agravios históricos. Saltó a relucir la fuga de varios jugadores vigueses (entre ellos el legendario Otero) al Dépor cuando se fusionaron el Fortuna de Vigo y el Vigo Sporting para dar lugar al Celta. Salió a relucir el partido en Chamartín de verano del 40, cuando el Celta le ganó al Dépor y le cerró la puerta de Primera. Salió a relucir la liguilla de promoción del 53, con HH en el Dépor, en la que los dos quedaron en Primera por carambola, tras un choque final muy polémico.

La semana previa es de gran emoción en ambas ciudades, con un paréntesis el viernes por la noche para el combate Urtain-Weiland, asalto del morrosko de Cestona al título de Europa. Weiland llegó a España diciendo “las piedras que levanta Urtain yo se las lanzo a los pajaritos”, lo que creó indignación patriótica. Hasta Vigo y La Coruña se pararon por dos horas. Una vez que ganó Urtain y quedamos todos tranquilos, el primer plano en Galicia lo volvió a ocupar el Dépor-Celta.

La Central de Espectáculos de Vigo vende 5.000 entradas. Otros 5.000 viajarán, confiando en conseguir entrada en La Coruña. Allí hay colas en las taquillas. Es día del club, tienen que pagar todos los socios y abonados. Se advierte que a las nueve del sábado se cierran las taquillas y el sobrante se venderá al público en general.

El Celta viaja el mismo sábado, duerme en Santa Cruz, en el hotel Portocobo. Se dice que llevan 100.000 pesetas de prima por cabeza, una exageración. Son 25.000. El Dépor duerme en el hotel Santa Cristina. Tiene una baja muy sensible, Domínguez, alma del equipo, y es duda Bellod, lateral atacante. Van a misa, a los jesuitas, junto al hotel.

La mañana del domingo llegan de Vigo un tren de especial, numerosos autocares y muchísimos coches con la matrícula PO. La baza del entusiasmo es viguesa. Los coruñeses van desconfiados al partido. Son las 4.30 del 5 de abril del 70 cuando con un sol reventón salen a Riazor los dos equipos:

Dépor: Joanet; Miguel, Luis, Cholo; Sertucha, Manolete; Loureda, Cervera, Beci, José Luis y Martínez. En el 39’, Bordoy por Miguel; en el 45’, Chapela por José Luis.

Celta: Bermúdez; Pedrito, Manolo, Herminio; Rivera, Costas; Lezcano, Almagro, Abel, Juan y Jiménez. Arza, entrenador del Celta, viejo zorro, ha cambiado la alineación al saber que faltaba Bellod. Rivera, habitual delantero, pasa a la media, en lugar de Hernández, más de contención.

El Celta marca en el encuentro disputado en Riazor.
El Celta marca en el encuentro disputado en Riazor.

Un equipo del NO-Do ha acudido a filmar el partido. Es noticia nacional.

Minutos de tanteo hasta que en el 9’ Sertucha mete un tiro en el palo. Eso anima al Dépor, que ataca con firmeza 10 minutos, pero al Celta se le ve más calmado. Pasado el chaparrón, se despliega. Rivera, el delantero convertido en medio, se hace dueño del juego. Será el hombre del partido. En el 42’, falta cerca del área del Dépor. La saca Quique Costas (que luego haría gran carrera en el Barça de Cruyff) para Rivera, y…

—Le dije que me la tocara cortita y le pegué con todo. Salió un tiro raso que pasó por debajo de la barrera y se coló junto al palo.

Para Joanet, el buen meta deportivista, un tiro inalcanzable. Para Rivera, un hito en su carrera. Nacido en O Carballiño, donde hoy vive, fue Pichichi de Tercera con el Orense, jugó en el gran Sevilla de mediados de los sesenta y regresó a Galicia para fichar por el Celta, de Segunda. “Muchos me decían que cómo me iba del Sevilla, que era puntero, al Celta en Segunda. Pero yo quería volver a Galicia”. Hizo bien. Fue Pichichi en Segunda con el Celta, vivió el ascenso y grabó en mármol su nombre en la historia de la gran rivalidad gallega con ese gol.

En la segunda mitad mandó el Celta, al que le anularon otro gol. El Dépor, falto de Domínguez, que ponía el espíritu, se embarulló.

Al regreso a Vigo hubo desfiles y cohetes en Santiago. En La Coruña quedó depresión: el Dépor estaba condenado. Aunque luego empató en Mallorca y el último día ganó al Granada 3-0, terminó tercero por la cola y bajó.

En Vigo no dejaron de recordar que si Antonio González hubiera peleado más por la ampliación, el Dépor seguiría en Primera.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_