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Podolski pone la fiesta en el Alemania - Inglaterra

El delantero alemán, que cerraba su carrera con la ‘Mannschaft’, sentencia a Inglaterra con un soberbio disparo desde fuera del área

Jordi Quixano
Sane y Schürrle abrazan a Podolski tras su gol.
Sane y Schürrle abrazan a Podolski tras su gol.Wolfgang Rattay (REUTERS)

Disputar un amistoso a estas alturas de la temporada, cuando los clubes se juegan su futuro inmediato, no es un buen augurio para ver fútbol de altos quilates, tampoco intensidad porque nadie quiere meter la pierna para lesionarse y perderse el sprint final del curso. Tanto dio que las selecciones fueran Alemania e Inglaterra, equipos de pedigrí y futbolistas ponderados, porque el partido fue un bostezo prolongado, un tostón que solo los pross, por eso de querer significarse al fin en el continente tras muchos años en el anonimato, quisieron negar. Hasta que apareció Lukas Podolski y explicó todo lo contrario porque la fiesta era suya y de nadie más. Resulta que el atacante alemán ponía anoche fin a su carrera internacional, agasajado antes del encuentro con un vídeo emitido en las pantallas gigantes del Signal Iduna Park, también con un mosaico enorme desde las gradas. Era la despedida del 10, que suma 130 encuentros con la Mannschaft, el tercero que más por detrás de Matthäus (150) y Klose (137), también el tercer máximo goleador (48), tras Klose (71) y Gerd Müller (68). Y Podolski, solo Podolski, se despidió a lo grande.

Löw advirtió que iba a reservar a titulares en su empeño de cerrar de forma impoluta la fase de clasificación para el Mundial de 2018, por lo que Özil, Draxler y Mario Gómez no salieron de inicio, ausencias que se unieron a las bajas de Neuer, Boateng, Götze y Reus. No es que careciera de calidad una selección con surtidor perenne de futbolistas por su excelente trabajo en la base, pero la falta de primeras espadas mermó el juego del equipo germano, lento y sin verticalidad, demasiado tibio para poner en apuros a Inglaterra, que desde hace tiempo [sobre todo con Southgate en el banquillo] tiene bien enfocada la brújula hacia el norte. Así, los pross (también con sonoras ausencias como Rooney, Walcott, Sturridge y Welbeck) llevaron el peso del encuentro, toda una anomalía frente a Löw, convencido guardiolista que entiende el fútbol como un juego de posición y posesión.

Gallardo y convencido de su propuesta, el equipo inglés dividió el ejercicio defensivo en dos fases: la primera se ejecutaba en campo contrario con una presión avanzada y con marcajes al hombre; y la segunda era el repliegue cerca de la portería propia. Y funcionó de rechupete porque Alemania no supo sacar limpia la pelota desde la raíz –Kroos y Weigl no se salieron con la suya casi nunca, incómodos con el aliento del adversario en la nuca- y menos atinó a expresarse en el área rival en la primera parte, acaso un disparo desviado de Podolski y unos centros sueltos desde los costados que no tenían continuidad. Inglaterra, sin embargo, era otra historia. Más que nada porque con la pelota en los pies, demostró haber olvidado sus complejos, quizá sus limitaciones. No es una situación nueva para los pross, que casi siempre dieron la talla en los amistosos. Pero el equipo ya tiene personalidad, olvidado al fin el seven-eleven [ataque por las bandas tras un pelotazo de la defensa que hace referencia a los dorsales académicos para los extremos] y volcado en el juego de toque, con construcciones desde casa.

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Ter Stegen se subraya en la portería

Los laterales, que actuaban de carrileros con el 3-4-2-1, daban aire por las bandas y conectaban con Dier y Livermore en el eje, frontera obligatoria para llegar a Dele Alli y Lallana, insertados como mediapuntas y todo un quebradero de cabeza para Alemania por sus constantes desmarques. El ataque, en cualquier caso, solía acabar en Vardy. Pero el delantero del Leicester no tenía la noche, tal y como explicó en ese mano a mano frente a Ter Stegen en el que el portero salió vencedor. No fue la única ocasión de Inglaterra, que también funcionó a balón parado. Así, tras un saque de esquina Michael Keane remató a la altura del punto de penalti pero lanzó la pelota a las nubes, y Dier cabeceó otro córner, esta vez a las manoplas de Ter Stegen. Y, validando la fase del repliegue, Lallana robó un balón a Kimmich y recorrió 50 metros como un velocista para, ya ante el meta rival, cruzar el esférico. Pero para su infortunio el poste escupió el esférico.

Trató de replicar Alemania en el segundo acto y lo hizo con la misma artimaña, con un saque de esquina que Brandt remató desde fuera del área y que por poco no astilló el palo. Fue, en cualquier caso, un espejismo porque nadie fue capaz de encontrar a Werner, el efervescente delantero del Leipzig que se estrenaba, por lo que sus ataques acabaron en agua de borrajas. Hasta que Podolski apareció de repente, bien encontrado por un pase interior de Kroos. Control, adecuación del cuerpo para el golpeo y un chut fabuloso desde fuera del área que se coló por la escuadra derecha para asombro de un Hart que ni siquiera soñó con pararla. Toda una estocada para Inglaterra, que jugaba a la carrera y que contestó con fuerza: una carrera de Vardy no la completó de chiripa Dele Alli; y un centro de Dier que dejaba en boca de gol a Lallana lo despejó Ter Stegen a tiempo. Pero es que a Inglaterra le faltó lo más importante: un Podolski que sintiera el duelo como el último, que soñara con marcar un tanto para poner el broche de oro a su carrera internacional.

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