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El Bayern desmantela al Dortmund antes de recibir al Madrid

El equipo de Ancelotti exhibe buen juego y pegada ante un rival debilitado (4-1). Lewandowski pide el cambio tras sufrir un golpe en el hombro derecho

Diego Torres
Lewandowski se toca el hombro dolorido.
Lewandowski se toca el hombro dolorido.Sven Hoppe (AP)

El Dortmund es un equipo devastado. Sin Gundogan y sin Hummels, vendidos el verano pasado, el edificio se asienta en los pies del joven Julian Weigl. Si, como ocurrió este sábado, Weigl se reserva para la Champions, la estructura se agrieta. Si el descanso se produce durante la visita al Allianz Arena, la grieta amenaza ruina. La Bundesliga perdió interés después del promocionado Klassiker. El campeón está a punto de cantar su 27ª título nacional.

El Bayern derribó al Dortmund sin aparentar desgaste. Lo empujó al vacío haciendo alarde de recursos. Básicamente, una defensa poderosa y un centro del campo preciso. Gente capaz de hacer de cada partido su orden establecido. Un orden avasallador cuya lógica conduce al dominio y el aplastamiento si enfrente no hay compensación. El Dortmund no tuvo con qué responder. El 4-1 fue la consecuencia natural.

El adversario que espera al Real Madrid el próximo miércoles es mucho más que una superpotencia del fútbol. Es un equipo redondo que juega muy bien. La destilación de años de trabajo metódico, convivencia, y enriquecimiento de personas e ideas, ofrece las mejores señales en el momento decisivo de la temporada. Quizá ninguna plantilla en Europa ofrezca un abanico mayor de posibilidades. Con las bajas de Neuer y Müller, el banquillo aun lucía una nómina notable: Coman, Bernat, Douglas Costa, Kimmich y Hummels. Precisamente la suplencia de Hummels, pilar del Dortmund hasta el año pasado, resumió la desigualdad del duelo por excelencia de la Bundesliga. Un exceso.

Neuer, el portero más completo que existe, está convaleciente de una operación en el pie, pero su suplente, Sven Ulreich, ofrece plenas garantías. Apenas necesitó demostrarlo contra el Dortmund. El equipo amarillo fue batido al primer golpe. Bastó con una combinación feroz de Robben y Lahm por la derecha. El lateral centró desde la línea de fondo y Ribery llegó desde atrás y remató ante una defensa demasiado replegada sobre su portero. Transcurría el minuto cuatro.

Acostumbrado a controlar los partidos mediante la posesión, el Dortmund se debió resignar pronto a un cambio estricto de guión. Papasthopoulos y Bartra se vieron en aprietos para dar el primer pase y sus receptores inmediatos no consiguieron desempeñar el papel que les asignaron en la emergencia. A falta de Weigel, ni Guerreiro ni Castro supieron llenar el vacío. Les costó perfilarse, girarse y entregar rápido. Fatigaron para conectar con los extremos a la primera. Perdieron tiempo y se expusieron al bloqueo. Una ligera presión del rival los abocó al problema irresoluble de la salida limpia. Las torpezas ajenas le dieron el dominio a Xabi Alonso. El vasco hizo un partido grande por sencillo. Supo encontrar la vía de agua del Dortmund con una economía de gestos admirable. Nunca perdió la calma y en torno a su figura se ordenaron Vidal y Thiago. Los tres fueron el hilo conductor de todas las acciones. Un triángulo de pases precisos y constantes.

Un taconazo de Thiago a Ribéry que Bartra solo pudo frenar con un derribo al borde del área, desembocó en el 2-0. Lewandowski marcó de falta directa. No habían transcurrido diez minutos y la sensación de poderío que transmitía el equipo local inducía al inevitable derroche. Robben se empecinó en meter su gol y durante media hora el estadio entregado asistió a la fiesta particular del holandés. Entre medias. un error de Vidal en un despeje regaló el 2-1 a Guerreiro. Fue un incidente aislado. El Bayern volvió a apretar y Robben volvió a jugárselas todas. Lahm y Lewandowski le acompañaron siempre, a veces mejor situados, pero el zurdo se fue solo. Al regreso del descanso hizo una conducción hacia el interior, dio dos toquecitos de diversión y confundió a toda la defensa con el viejo truco. Schmelzer, Papasthopoulos y Bartra cayeron en el amague antes de que el héroe soltara su sexto zurdazo de la tarde. Fue un buen gol. El pase que arrancó la jugada se lo dio Frank Ribéry, su pareja de hecho en el extremo opuesto.

Ribéry se marchó protestando cuando Ancelotti lo retiró para meter a Douglas en el minuto 74. El francés hizo un puchero. Fue vehemente. Se dirigió a su jefe y su jefe debió sentirse tan perplejo que no se le ocurrió nada mejor para sortear el escándalo público que coger al muchacho por el cuello y darle un beso en la mejilla. Después de 50 años en la selva, Ancelotti sobrevive ofreciendo cariño a las fieras.

Lewandowski provocó el penalti del 4-1. Lo derribó Bürki, cayó, se hizo daño en el hombro derecho y ejecutó antes de pedir el cambio. El punta polaco, vértice de todas las maniobras del equipo, pensaba en recuperarse para jugar contra el Madrid. 

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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