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Del látigo de Conte a la palabra de Allegri

El técnico llegó como solución de emergencia tras la inesperada dimisión de su antecesor y ha resultado ser una balsa de aceite para un equipo desfondado

Jordi Quixano
Allegri, durante el reciente Juve-Chievo.
Allegri, durante el reciente Juve-Chievo.ALESSANDRO DI MARCO (EFE)

Hacía un par de meses que había firmado su renovación y todo parecía rodar en la Juventus, que sumaba tres scudetti consecutivos. Pero Antonio Conte, en plena pretemporada, el 15 de julio de 2014, decidió descabalgarse. “Uno no se puede sentar con 10 euros en una mesa de un restaurante de 100”, resolvió el técnico, molesto con el área deportiva por la falta de fichajes. No hubo, sin embargo, fricción grave sino que para la cúpula de la entidad, sabedora de su orgullo y ego, se trataba de una cuestión de convencimiento, puesto que el técnico no las tenía todas consigo para revalidar el título liguero. Era el pasado y para el presente, tras una gestión que agotó al vestuario, necesitaban un técnico con urgencia. Mihajlovic, Spalletti y Allegri eran los únicos entrenadores que estaban libres y que se valoraron, pero se impuso el último por su predisposición y facilidades, porque encajaba su perfil atemperado tras el volcánico Conte.

No pensaban lo mismo los tifosi porque en una encuesta de Tuttosport el 91% rechazó su llegada. “Afortunadamente, tengo una gran dosis de inconsciencia”, resuelve Allegri (Livorno, 49 años), que se ha ganado su cariño y respeto con el tiempo, capaz de ganar dos Ligas más (tiene encarrilada la tercera, con seis puntos de ventaja sobre la Roma), otras tantas Copas (está en la final de esta edición) y las mismas Supercopas. En el vestuario, también existieron dudas pero pronto se disiparon porque vieron que era como Ancelotti, un técnico con más tacto y menos látigo.

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Toda una alegría después de las exigencias de Conte, que preparaba el duelo contra el último clasificado como si fuera una final de la Champions. Tanto era así que el central Bonucci, cuando se lo reencontró en la selección italiana antes de la Eurocopa, le dijo con una mezcla de ironía y admiración que entrenarse 10 días bajo su mando era fabuloso, pero solo 10 días. Y fue en Coverciano, cuartel general de Italia, donde Conte evidenció sus dotes y manías porque por un lado exprimió a un grupo de seis hasta elevarlo al nueve (alcanzaron los cuartos de final); y por el otro obligó a levantar una lona negra para que nadie pudiera verles desde una casa medio abandonada que estaba a tropecientos metros. Fobias que también expresaba en la ciudad deportiva de la Vecchia Signora, toda vez que si no conocía a alguien por los pasillos preguntaba de inmediato quién era y qué hacía ahí.

Allegri es todo lo contrario porque aunque no conozca al intruso siempre saluda y jamás pone condiciones al club, ni siquiera para los fichajes porque entiende que ya los hará caber en el equipo, del mismo modo que tampoco aprieta demasiado a los futbolistas si no toca un partido exigente. Y, consciente de las jerarquías del vestuario, donde Buffon, Chiellini y Barzagli tienen la palabra, tampoco impone demasiadas normas o voluntades. Sin embargo, siempre va de cara. “Si aceptas ser suplente de Alex Sandro cuento contigo”, le vino a decir a Evra al principio de esta temporada. Norma que aceptó el lateral francés pero luego no cumplió, por lo que fichó por el Olympique de Marsella en el pasado invierno. Otro ejemplo es Lichtsteiner, al que no inscribió para la Champions pero le hacía jugar en la Serie A para asombro de Alves, recién traído del Barça.

Aunque el técnico sí que tenía una exigencia en mente: descartaba el 3-5-2 de Conte para aplicar el 4-2-3-1. Pero, de nuevo pacificador y también inteligente porque con tres centrales el equipo había adquirido su fuerza e identidad, dosificó el cambio hasta hacerlo realidad. Se dice, en cualquier caso, que Allegri trabaja de lo lindo en la ciudad deportiva. Pero cuando se marcha, se olvida hasta el próximo día, encantado de conducir su Jeep hasta el centro de Turín, donde vive y donde no es raro que cocine todo tipo de pasta para los invitados que suele tener.

Antes de medirse esta noche al Barcelona en la ida de los cuartos de la Champions, a Allegri le cuestionaron sobre su futuro. “Quiero continuar en la Juve porque estoy bien”, se arrancó. Aunque añadió: “¿Cómo es posible que todavía haya tantos que sientan nostalgia por Conte en Turín? Es un poco como la prometida, que echa de menos las viejas llamas…”. Con contrato hasta 2018, el club no ha hablado todavía con él pero se presupone que le ampliarán su tiempo en el banquillo bianconero. Les gusta la paz y, por supuesto, los títulos.

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