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Cristiano como síntoma

El portugués, igual que el Madrid, ha tenido luces y sombras a lo largo de toda la temporada, pero siempre ha dado la talla y la cara en las citas más importantes

Eleonora Giovio
La rabia de Cristiano en la celebración del gol del 12 junto a Ramos, Kroos y Asensio.
La rabia de Cristiano en la celebración del gol del 12 junto a Ramos, Kroos y Asensio. FILIP SINGER (EFE)

Cristiano Ronaldo no estaba contento del todo después del partido contra el Bayern en el que anotó un doblete que dio la victoria al Madrid (1-2). Lo contó el propio Zidane: “Quería marcar el tercero. Tiene mucha ambición, ya lo sabéis”. La ambición de Cristiano es la que le hace enfadarse todo el rato si el equipo golea y él no marca; la que le hace resoplar cuando sus compañeros fallan un pase o cuando envía una falta por encima del larguero. La que le cambia la cara cuando no se siente protagonista. La ambición de Cristiano, infinita, es la que también le hace seguir obsesionándose con el fútbol a sus 32 años, la que le hace afanarse por cuidar aún más de sus músculos. La que le permite dar un golpe en la mesa en los campos más importantes.

Cristiano es el reflejo de este Madrid que ha sembrado dudas a lo largo de toda la temporada por sus desconexiones, por sufrir en casa y fuera contra todos los rivales, pero que en los momentos decisivos ha dado un golpe de autoridad. Como el miércoles en el Allianz Arena, como en el derbi de la primera vuelta, como en el Mundialito de Clubes contra el Kashima. Llegaba el Madrid a Múnich aliviado por la derrota del Barcelona en Málaga después de perder dos puntos contra el Atlético. Llegaba con las dudas de si tendría empaque para resistir los asaltos del Bayern y de si aparecería alguno de los tres de arriba. Apareció Cristiano con dos goles. Cuando más lo necesitaba el equipo. En el Calderón, en noviembre, pasó algo parecido. Cuestionado el Madrid, también lo estaba el portugués. Un par de semanas antes, mientras algunos se preguntaban si no era demasiado un Cristiano hasta 2021, dijo que pronto volvería a verse el Cristiano de siempre, el que siempre da la cara. Marcó un triplete (y otro en Japón en la final del Mundialito).

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El portugués ha bajado su promedio goleador respecto a todas sus anteriores temporadas (lleva 28 tantos, uno cada 117 minutos; por uno cada 90 de la campaña pasada, o uno cada 86 de la anterior y de uno cada 81 de la 2013- 2014). Nunca había llegado a mediados de abril con menos de 49 goles (su peor cifra fue en la 2010-2011, 39) Hasta en eso parece haberse dosificado. No por decisión propia, sino de su físico y del paso del tiempo. Pero la ambición, personalidad y experiencia que tiene le permiten dejar huella en noches decisivas como las del Allianz.

“He hecho un cambio radical. En los últimos 4-5 años he llegado siempre al límite, este me he preparado para estar bien en los dos últimos meses. Me siento más fresco”, explicó el miércoles. Tenía ganas de hablar pese a que le metieran prisa para no perder el avión. Casemiro, de hecho, se quedó en Múnich porque se retrasó en el control antidopaje. Cristiano lleva 3.292 minutos esta temporada. Salvo en su primer año con la camiseta del Madrid, en el que estuvo de baja un par de meses, nunca había llegado a estas alturas de competición con menos minutos (496 menos que la media). No había aceptado rotar con ningún entrenador. Zidane sí le convenció. Puede que no alcance las cifras de extraterrestre de antaño, pero sí da golpes en la mesa.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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