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El Barcelona logra un ajustado triunfo ante la Real Sociedad gracias a Messi

El delantero azulgrana, bien secundado por Alcácer, firma dos goles frente a una Real con mejor ataque que defensa

Jordi Quixano
Messi y Yuri pugnan por un balón.
Messi y Yuri pugnan por un balón.Manu Fernandez (AP)

Exigido a vencer para no dar por perdida una Liga que se le escurre antes de tiempo, sabedor también de que el Madrid sacó el látigo en Gijón a última hora para firmar otro triunfo, el Barça se presentó sumido en la incertidumbre frente a una Real Sociedad que en Anoeta y también en el Camp Nou explicó que sabe jugar con los pies tanto como el rival. Una constatación de lo que se han encontrado en Europa los azulgrana, que transitan por la montaña rusa de las debacles como en París y Turín, y que se aferran con escepticismo a la magia del Camp Nou cuando probablemente ya se haya agotado.

De manera que los que acudieron al estadio no sabían si iban a ver al Doctor Jekyll o a Mister Hyde, un once capaz de enhebrar fútbol de salón u otro de lo más ramplón, pena que ha acabado por erosionar al técnico, que hará mutis por el foro cuando se apaguen las luces, a una directiva que no se decide por el relevo y que parece anteponer el cortoplacismo a la idea, y a una afición que reclama cambios porque por más que se fiche no hay futbolistas que discutan la oligarquía de los titulares, acaso Umtiti en el eje de la zaga. Y frente a la Real salió cara porque Messi así lo dictó, porque fue el rey del caos inicial donde los ataques se impusieron a las defensas.

Retomó Luis Enrique el 4-3-3 ofensivo [4-4-2 en defensa, descolgados Messi y Luis Suárez], después de negar la mayor sobre su responsabilidad táctica con el 3-4-3 en el Juventus Stadium, y decidió alinear de la partida a André Gomes (silbado por la afición) y a Alcácer (se postula para el clásico), de nuevo castigado Iniesta a un reposo que no le da ritmo ni continuidad, que le torna gris cuando siempre dio color. Cambios de aliño que apenas importan cuando Messi quiere la pelota y se sale con la suya.

Y eso que la Real se rebeló como sabe porque con Esuebio es más Barça que el original, con un fútbol plástico y resultón, volcado en la presión avanzada y con una gestión soberbia del ataque en estático; con el pase por bandera, amplitud y profundidad por igual, juego de posición innegociable y llegadas por todos los flancos que casi siempre remachó Oyarzabal. Pero Ter Stegen tenía las manoplas preparadas y el extremo las botas torcidas, como se demostró tras la cesión de Willian desde dentro del área o después del centro de Yuri remachado a la altura del punto de penalti.

En el área opuesta se explicó una historia diferente. Messi se las ingenió para encontrar los espacios de entrelíneas, en ocasiones por el costado y casi siempre por dentro, desde donde filtraba pases magistrales que ni Alcácer ni Luis Suárez acertaron a resolver. Pero a la que se cobró un metro de más, después de un autopase con túnel incluido de un reverdecido Alcácer, se inventó un disparo teledirigido que le guiñó el ojo al poste antes de reposar en la red. Y, poco después, tras una pérdida rival en la salida del balón, Suárez chutó con fiereza, Rulli la desvió con tibieza y Leo acompañó el esférico a la portería para festejar su doblete, sus 29 goles en la Liga. Pero cuando el partido reclamaba cloroformo, el Barça tembló de nuevo atrás. Lo aprovechó Íñigo Martínez tras una falta lateral y quebrar la cintura de André Gomes, con un disparo que Umtiti desvió a gol; y también Xabi Prieto al cazar con el interior de la bota un centro lateral de Vela. Antes, bendita locura, Alcácer ya había hecho el tercero con un remate seco a pase, claro, de Messi. Un 3-2 al entreacto que no se daba en el Camp Nou desde 1952, cuando se midió al Dépor.

No se amilanó la Real, pertinaz en su idea del toco y me voy, pero se le esfumó el ingenio en la zona de tres cuartos, quizá porque el Barça también equilibró el ejercicio defensivo con el paso atrás de los volantes y las coberturas. Por lo que Eusebio movió pieza al dar carrete a Canales en detrimento de Vela y recobró su equipo el gobierno de la pelota, el juego vistoso que acorraló al Barça y que provocó taquicardia del Camp Nou, como en esa pelota cruzada por Yuri que Willian no empaló de chiripa, o como ese despiste de Piqué que Oyarzabal no supo convertir en chut. No le quedó otra a Luis Enrique que quitar a André Gomes -de nuevo pitado- y poner a Iniesta —ovacionado incluso por sus compañeros sobre el césped— para que diera la pausa, un alivio ante el ataque al abordaje de la Real, que se subrayó con un remate de Illarra desde el centro del campo que Ter Stegen desvió a tiempo. Pero, esta vez sí, llegó la nana azulgrana y el Barça se reanima un poco antes de la exigente cita con la Juve. Aunque ante los italianos y con vistas a una remontada milagrosa, el duelo requerirá de una defensa mucho más sólida y un ataque más constante.

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