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El Mónaco derrota al Borussia Dortmund y llama a la puerta de los grandes

Los alemanes vuelven a caer ante el torrente ofensivo de un equipo exuberante. Marc Bartra presenció el partido desde la grada

Bakayoko controla el balón ante el acoso de Kagawa, mediapunta nipón del Borussia.
Bakayoko controla el balón ante el acoso de Kagawa, mediapunta nipón del Borussia.Jean-Paul Pelissier (REUTERS)

Tiene todo el derecho del mundo el Borussia Dortmund a esgrimir que el atentado que sufrió la semana pasada marcó su decepcionante rendimiento futbolístico en los cuartos de final de la Liga de Campeones, pero nada debe opacar la categoría del Mónaco, que accede con prestancia y merecimiento a la antesala de la final de Cardiff con un equipo que resiste la comparación, si es que no la mejora, con el que en 2004 quedó subcampeón tras caer ante el Oporto, liderado por Giuly y con pilares como Evra, Rothen, Prso o Morientes. Este Mónaco es una gozada, un huracán que cuando sopla está en condiciones de tambalear a cualquiera y Manchester City y Borussia Dortmund lo saben. Tiene también una cara b porque le cuesta blindarse. Son ingredientes, atrás y adelante, que convierten cada uno de sus partidos en una emocionante experiencia para quien los contemple desprovisto de pasión. O incluso con ella. Tras marcarle seis goles al equipo de Guardiola y seis más a los alemanes, el Mónaco llama a la puerta de los grandes del continente.

En la principesca Montecarlo no hubo espacio para el ceremonial, la pelota se movió y empezaron los intercambios de golpes. Partió el Borussia con la urgencia a la que le invitaba tener que marcar dos goles para superar el 2-3 de la ida, se destapó con la generosidad de los necesitados y se encontró un mamporro. No fue el de un peso pluma sino el de Mendy, un lateral que traza diagonales desde la banda zurda como si fuese Shaquille O’Neal corriendo un contraataque en pos del aro rival: robusto, pletórico, rebosante de poderío. Así entró por medio de centrocampistas y zagueros amarillos, como cuchillo entre mantequilla para culminar un disparo estrepitoso que Bürki se quitó de encima como pudo, hacia la zona de remate, donde tampoco acudió ningún compañero en su auxilio. Si lo hicieron, voraces, Falcao y Mbappé, que fue quien empujó a la red.

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Iban tres minutos y el Borussia ya sabía que con dos goles no le iba a bastar para llegar a semifinales. Estaba ante un Everest, pero no renunció a escalarlo. Se despeñó, eso sí, lastrado porque el Mónaco desnudó sus defectos, los de un sistema defensivo que arriesga con tres centrales mejorables. Bartra, que vio el partido desde el graderío, sin duda hubiese compensado ese déficit. Todo lo demás lo hizo por el libro el Borussia, por el guión de Tuchel, que quiere muchos hombres por delante de la pelota y combinar para habilitarlos en posiciones de ataque. Antes de que el Mónaco aumentase su ventaja, Reus obligó a Subasic trasuna de esas acciones colectivas y Sahin envió un libre directo al larguero. Pero Mendy volvió a tomar la moto, Lemar completó con un medido centro y Falcao golpeó de nuevo con un testarazo.

Marc Bartra saluda a los aficionados en el estadio Luis II de Mónaco.
Marc Bartra saluda a los aficionados en el estadio Luis II de Mónaco.GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)

Dos abajo, Tuchel no dejó de maniobrar. Mediada la primera parte llamó a Dembelé en detrimento de Durm, apostó a pleno o nada, se expuso a las contras, siempre acechantes, de Mbappé y Falcao, a ese ida y vuelta en el que el Mónaco se gusta. Mantuvo el tipo y hasta lo adecentó con un gol nada más iniciarse la segunda parte, un desborde de Dembelé que evidenció que Mendy es un toro cuando hay que ir hacia delante, pero muda en ternerillo en el otro sentido. Remató Marco Reus en boca de gol y abrió espacio para la esperanza del Borussia.

Ocurrió también en el partido de Dortmund y le pasó contra el Manchester City. El Mónaco transita con facilidad entre la exuberancia y el tembleque, detalle que alerta sobre que tanto potencial todavía no ha alcanzado un punto de maduración. El Borussia se mantuvo con vida porque entre todo el trajín generado, que no fue poco, nadie atinó. Falcao tuvo la sentencia poco antes de que Leonardo Jardim decidiese taparse un poco y sustituirlo por Dirar, un bregador más para la medular. Restaban veinte minutos y lo consiguió. Supo además sufrir el Mónaco, juntarse sin balón, tapar caminos, tarea nada sencilla en un partido en el que la pelota pasaba por el centro del campo sin pagar peaje. La siguiente decisión del técnico portugués del Mónaco fue más discutible: retiró a Mbappé y se quedó sin sus dos mejores delanteros con diez minutos y la prolongación por disputar. Dos goles del Dortmund le hubiesen dejado en mala situación de cara a una eventual prórroga, pero no hubo caso porque Germain, el sustituto del joven prodigio galo, marcó nada más salir, le dio la razón a Jardim y la puntilla al Borussia.

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