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Sin bajar del autobús
Columna
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Página 99

El Atlético suspira por la Champions, y no le importa las veces que haya que perderla, precisamente, contra el Madrid; no se desalienta.

Juan Tallón
Sergio Ramos celebra su gol al Atlético en la final de la Champions de Milán.
Sergio Ramos celebra su gol al Atlético en la final de la Champions de Milán.Alejandro Ruesga

El Madrid siempre está en los caminos, a la búsqueda de un botín que todavía no pertenece a nadie, como un personaje mezcla de asaltador de diligencias, ligeramente malhablado, y del Jay Gatsby que había venido de tan lejos para realizar un sueño que no podía fracasar en su intento por conseguirlo. Antes o después, el club blanco sale a tu paso. Su leyenda le precede, en tal medida que la leyenda te intercepta en el camino incluso antes que el propio equipo. Es algo que revolotea sobre uno. Eso que todos necesitamos para generar la ficción de que estamos tranquilos, y que puede ser un café, una puerta cerrada con llave, un cigarro o una cama vacía, en el caso del Madrid es la Champions.

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La proliferación de enfrentamientos europeos entre Atlético y Madrid, siempre con igual desenlace, provocan la sensación de estar viviendo el mismo día. No sólo se reitera el fondo, también la forma resulta a menudo equivalente. Hablamos de partidos tan desesperados que solo una agonía los decide durante un lance postrero. Ganas dan de evitarnos los trámites durante los que no pasa nada, salvo la vida y sus tics, y viajar directamente al instante decisivo, con el partido a punto de morir. Ya Ford Madox Ford recomendaba saltarse los comienzos de los libros e ir a la página 99 para saber si merecía o no la pena leerlos. Tenía la teoría de que justo ahí, en esa página lejana, la calidad de la obra te sería revelada.

No puede decirse que el Atlético esté sorprendido por que el Madrid vaya a ser un año más el escollo en su camino hacia la conquista de la Champions. Se veía venir, como todos los presagios. Ciertamente, el equipo de Simeone no posee una leyenda ni parecida a la del Real Madrid, que en todo tiempo y lugar obedece la orden de ganar, como si su objetivo para una vida, para una época, para un año, para un mes, para una semana o para un minuto siempre fuese ese torneo. Lo bueno de este Atlético, sin embargo, es que desobedece, y en los últimos años ha estado metiéndose donde no lo llamaban, igual que las personas que tocan el timbre de tu puerta continuamente, sin bajar los brazos, hasta que al final te hacen perder los nervios y gritar “Que no hay nadie, coño”.

El Atlético suspira por la Champions, y no le importa las veces que haya que perderla, precisamente, contra el Madrid. No se desalienta. A veces han de sucederte cosas espantosas para saber de qué madera estás hecho. Los rojiblancos tienen una obsesión y la cultivan con total desprecio por el coste. Una vez vi alguien así en una novela de Robert Stone en la que aparecía un tipo llamado Mike Woo, un periodista chino dispuesto a llevar su comunismo hasta donde fuese con el propósito de verlo triunfar. En tal medida, que en una ocasión intentó exponer la teoría de la plusvalía en la página del horóscopo, escribiendo: “No tengas miedo a pedir un aumento de sueldo, sagitario. ¡Tu jefe siempre paga por debajo del valor real de tu trabajo!”.

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