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Victoria y liderato para Greipel tras una etapa muy a la italiana

El sprinter alemán consigue en Tortolì su séptimo triunfo en cinco Giros

Carlos Arribas
Greipel levanta victorioso el brazo tras imponerse a Gaviria (segundo por la derecha) y Ferrari en el sprint de Tortolì.
Greipel levanta victorioso el brazo tras imponerse a Gaviria (segundo por la derecha) y Ferrari en el sprint de Tortolì.LUK BENIES (AFP)

El Giro se cocina a la italiana, como la segunda etapa, que acabó en sprint, como gusta en la tierra, aunque la victoria fuera para un alemán llamado André Greipel y no para su Roberto Ferrari, que quedó segundo en Tortolì, en la costa oeste de la isla, final de una de las jornadas más largas de 2017 (221 kilómetros interminables). Para Greipel, del Lotto, fue también la maglia rosa de líder, que solo duró un día sobre los hombros de Pöstlberger, el austriaco sorprendente de la víspera.

El ciclismo de toda la vida se cocina en el Giro a fuego lento cinco sextas partes de la etapa y, una vez que el producto está bien hecho por dentro, a toda llama para chamuscar el exterior la sexta. Lo saben los ciclistas, que disfrutan solo a medias los comienzos lentos, morosos, detrás de una fuga cuya velocidad marca su límite al pelotón. Van tranquilos porque los sprinters son los que mandan, y, cuando hay alguna montaña dando alegría al perfil llano, en esta ocasión con un puerto pesado de 1.002 metros, el macizo kárstico de Genna Silana, deslumbrante y verde, se ponen en cabeza para trazar una raya: quien la pasa corre peligro y está avisado. Van nerviosos también porque saben que siempre hay algún caprichoso que no entienda cómo tiene que ser el concierto.

Entre Olbia y Tortolí ni siquiera tuvieron ese miedo: el viento de cara que sopló en toda la costa, de sur a norte, les permitió despreocuparse. Solo al final, cuando el descenso largo, 20 kilómetros, hacia el mar por una carretera que el libro de ruta describía como botosa en ciertos momentos, se corrió rápido y los favoritos desalojaron a los sprinters de la cabeza, temerosos de lo que pudiera pasar, como siempre. El Bahréin de Vincenzo Nibali, el llamado rey de los descendedores, asumió la responsabilidad de la marcha, y el Movistar de Nairo, más italiano que los italianos cuando corresponde, se mantuvo atento.

A Nairo le guía en los momentos más propensos al caos un italiano rápido, inteligente y con contactos llamado Daniele Bennati, quien durante algunos años trabajó de capitán de ruta para Alberto Contador. Guiado por Bennati, que se mueve como pez en el agua por las tripas del pelotón, Nairo llega tranquilo y bien colocado todos los días. El control del gasto disipado en estrés es clave en la estrategia del colombiano, para quien el Giro tan italiano es solo una etapa de su trayecto del año, que culminará en julio en el Tour, donde el ciclismo es otra cosa. Ni Nibali ni Nairo se chamuscarón en los minutos del fuego alto. Ambos entraron entre los 20 primeros en Tortolì. Pero le fue al ruso Ilnur Zakarin, que forma parte del grupo de pretendientes. Un pinchazo a seis kilómetros de la meta le costó 25s pese al gran esfuerzo de todo su Katusha para reincrustarlo en el pelotón lanzado.

Los sprints, sin embargo, son iguales en Italia que en la Conchinchina, y los ganan los mismos. En Tortolì se impuso el veterano André Greipel, apodado El Gorila por su gestual. De 34 años, Greipel, triunfador alguna vez en todas las grandes carreras por etapas, consiguió su séptima victoria en cinco Giros, nueve años después de la primera. Aunque terminó segundo Ferrari, su gran rival fue el colombiano Fernando Gaviria, quien no supo mantener la sangre fría obligatoria en la recta final. El Misil de La Ceja, como no le gusta que le llamen, un hombre de sprints largos, quiso anticiparse a Greipel, y en su camino tuvo la desgracia de rozarse con Caleb Ewan, el australiano que acelera con la barbilla casi rozando la rueda delantera, tanto se agacha. En el roce a Ewan se le desenganchó el pie del pedal, y dejó de dar pedaladas, desolado con la maglia ciclamino dando color a su pequeño cuerpo; a Gaviria le perturbó. El joven de 22 años debutante perdió una pedalada, la aceleración y la ilusión. Se dejó ir en los metros finales y acabó cuarto.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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