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Kentucky Kid, el campeón amable

Ganador del Mundial de MotoGP del 2006 frente a Rossi, Nicky Hayden fue un rival respetado en la pista, un tipo familiar y dulce fuera del circuito

Nadia Tronchoni
Nicky Hayden, en una imagen de archivo en octubre de 2016.
Nicky Hayden, en una imagen de archivo en octubre de 2016.TRACEY NEARMY (EFE)

De familia motera, sus padres le contaban historias de carreras antes de irse a la cama al pequeño Nicky Hayden, como habían hecho con sus hermanos. Con tres años se subió a su primera moto, pero antes de eso ya había hecho algunas prácticas. Cómo evitarlo en una casa en la que hasta su madre y una de sus hermanas se enfundaban el mono de competición. Y qué decir de ellos, todos pilotos, empezando por el progenitor, que le marcó a partir del dorsal, un 69 del que nunca dio muchas más explicaciones. Lo llevaba en su honor.

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“Quería salir del granero, en pañales y sin importarle el frío que hacía afuera; pretendía tirar la puerta abajo para subirse a la moto tan pronto como fuera posible. Así empezó todo. Ya de niño, siempre fue el primero en entrar en la pista y el último en salir”. Lo explicaba su padre, Earl, en una de las tantas entrevistas que concedió tras presentar el libro The first family of racing, una autobiografía familiar editada en 2014. Un libro trufado de anécdotas que explica la querencia de los Hayden por las motos, no solo de su hijo más popular, el que fuera capaz de ganarle al mejor de todos los tiempos, Valentino Rossi, aquel que rompió a llorar sin remedio, imagen enternecedora e inolvidable, al proclamarse campeón del mundo de MotoGP en la última carrera del 2006, en Valencia.

Pero antes de dar el salto a Europa, directo al equipo oficial de Honda en MotoGP, el Kentucky Kid ya había ganado mucho en Estados Unidos. Y era un tipo multidisciplinar: campeón del campeonato nacional de velocidad (ganó el AMA con 21 años) y el mejor en las pistas de tierra de dirt track. En aquellos tiempos compartía su vida y su devoción con sus hermanos, Tommy y Roger Lee, con quienes llegó a copar un podio en Springfield (Tennessee).

“Cuando era joven le solía contar historias sobre Wayne Rainey, Freddie Spencer, King Kenny (Roberts)… A esa edad ya empezaba a hablar sobre ser campeón del mundo, incluso sin que yo le dijera nada”, contaba el padre del chico de Kentucky, ya mayor y con problemas de salud. El primer equipo para el que corrió Nicky Hayden (Owensboro, 1981; Cesena, 2017) fue el Earl Racing Team, el equipo de papá. Un juego de niños. Un vínculo con la casa familiar del que nunca se desprendería, por otro lado.

En su último fin de semana de carreras, el pasado 14 de mayo en Italia, donde compitió con el equipo Honda en el Mundial de Superbikes, estuvo acompañado de su prometida, Jackie, y de su hermano Tommy. Ella se quedó con él a pasar la semana en la costa adriática. Para evitar el jet lag, Nicky acostumbraba a pasar temporadas en Europa. Así, se entrenaría en bicicleta mientras llegaba la siguiente carrera, en Donington Park (Gran Bretaña). Pero se quedó en Italia. Un accidente con un coche una tarde de esas en las que rodaba en bici le provocó múltiples traumatismos y serios daños cerebrales. Este mismo lunes, horas antes de que se anunciara su muerte, se supo que se había saltado un stop, la causa del choque que acabó con su vida.

Los tres pilares sobre los que se asentaba su vida eran las motos, la familia y su chica. Aunque por su vestimenta pudiera parecer una estrella, muy yankee, eso sí: pantalones anchos más allá de la rodilla, gorras y habituales cambios de corte de pelo, era un chico conservador. Y religioso. “Soy de los que se sienta en los últimos bancos. No soy un santo, pero voy siempre que puedo a la iglesia”, explicaba en una entrevista concedida hace unos años a este periódico. En el box y en la pista era otro tipo distinto del de la calle: metódico, súper profesional, puntual siempre, “algo rarito con sus cosas”, dicen quienes trabajaron con él, no entendía las bromas (él hacía las suyas propias) y era bastante supersticioso: por ejemplo, su moto se tenía que arrancar siempre dentro del box y, además, debía mirar hacia el pit lane.

No pasó piloto más amable por el paddock del mundial de motociclismo, la sonrisa estampada en la cara, cero malicia. Tanto era así, que muchos pensaron que su bondadoso carácter le impediría ser campeón del mundo. “Es cierto que soy un buen tipo, pero eso no me hace ir lento”, llegó a declarar, como defendiéndose de la crítica más feroz. Sobre el asfalto, donde siempre fue un rival respetado, se aferraba a su genial manejo de la moto a la salida de las curvas, herencia de la tradición familiar sobre pistas de tierra, especialmente las temporadas difíciles en las que pilotó una Ducati.

Nicky Hayden, en Austin el año 2015.
Nicky Hayden, en Austin el año 2015.Aspar Team

En todos estos años apenas se enfadó con Pedrosa, el compañero de equipo que le tiró en la ya famosa carrera de Portugal de aquel 2006 en el que ganaría el título: los puntos se le escurrían y Rossi no paraba de sumar. Tardaron poco en hacer las paces y se escucharon muy pocas críticas de boca del estadounidense; ni siquiera cuando tuvo que asumir que Honda, al año siguiente, diseñara una moto a medida del español, en quien depositaron todas sus esperanzas. Según explicó el propio piloto de Sabadell el jueves pasado el primer mensaje que recibió el domingo tras ganar en Jerez fue de Nicky. “Es uno de los mejores amigos que he tenido en el paddock”, decía Rossi tras conocer la noticia del accidente, y recordaba cómo encontró su apoyo en la misma pista nada más terminar la carrera de Valencia del 2015, cuando perdió aquel polémico Mundial.

Su vida transcurría feliz entre Owensboro, donde la familia seguía residiendo en una casa grande, típico rancho americano con animales (caballos y pollos, por ejemplo) y hasta una pista para entrenarse, la casa que tenía en California y las semanas que pasaba compitiendo y entrenándose en Europa. Su familia, con quien compartía todos esos momentos, echará de menos al Hayden que menos conocemos. Al que cantaba Sweet Caroline con más alegría que entonación. Y cantaba bastante bien.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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